EL NEGOCIO DE LA VERDAD

El polígrafo llama a su puerta

Una empresa orensana pone el detector de mentiras a disposición de familias o parejas en las que hay dudas respecto a la sinceridad de la relación

La máquina de la verdad ya hace visitas a domicilio. Este controvertido aparato ha dejado de ser patrimonio exclusivo de "frikis" televisivos para trasladarse al ámbito familiar con el fin de disipar dudas, más o menos reales, sobre la fidelidad de la pareja o el comportamiento díscolo de hijos adolescentes. Por unos 500 euros, la empresa Polígrafo Galicia pone su detector de mentiras al servicio de los que quieran comprobar la sinceridad de los suyos. "¿Por qué solo hay para famosos?", se pregunta Rosa María Blanco, fundadora, junto a su amiga Josefa, de este innovador proyecto empresarial. La idea de ponerlo en marcha partió de unos amigos que tenían problemas y no sabían cómo solventarlos. A partir de ahí, empezaron a buscar información en Internet y, tras asistir a un curso de psicología y a otro sobre los secretos del polígrafo, decidieron "empezar esta aventura" hace un año.


En todo este tiempo, han recibido "muchísimas llamadas" de clientes interesados en conocer la verdad, aunque muchos de esos servicios no se llegan a realizar porque para someterse a esta prueba la otra persona debe dar su consentimiento y, en ocasiones, "es muy difícil", por no decir imposible, lograr que se exponga a ser pillado en una mentira.


En el 80% de los casos, el polígrafo tiene que dar su veredicto sobre posibles infidelidades en el seno de una pareja. Con todo, la experiencia de estos meses ha demostrado a Rosa María que, en realidad, "no hay tanta mentira", sino que todo se debe a "desconfianza y celos". Y es que, apunta divertida, "la gente que miente no se suele someter". Contra todo pronóstico, los más desconfiados son los hombres, que son los que más llaman a Polígrafo Galicia para desenmarañar los entresijos de una relación amorosa.


La sesión de polígrafo, cuya fiabilidad es del 96%, se hace en ambiente neutral, la sala de un hotel. Tras una entrevista, se realiza un cuestionario que el interesado "trae preparado de casa" con los temas más peliagudos, que se intercalan con otros de control. Una vez firmado el consentimiento, se colocan los sensores que controlan los resortes que desvelan la mentira: respiración, sudoración y ritmo cardíaco. En dos o tres días el esperado veredicto llega al domicilio en sobre certificado. Lo que ocurre después es un misterio, aunque, muchas veces, el polígrafo ha ayudado a desconfiados a "tener otra idea de la persona que tienen al lado".