VISITA DEL PONTÍFICE

El Papa pide que España sea una familia

Benedicto XVI se despide apelando a la unidad política al desear que el país viva "como una sola familia". Ve necesarias "medidas económicas y sociales" para que la mujer pueda realizarse "en el hogar y en el trabajo". El Pontífice se emocionó durante el acto de consagración de la Sagrada Familia, de tres horas de duración.

El Papa sale de la basílica de la Sagrada Familia después de celebrar ayer su consagración.
El Papa pide que España sea una familia
CHRISTOPHE SIMON/AFP

El Papa se despidió ayer de Barcelona, tras su viaje de dos días a esta ciudad y Santiago de Compostela, con una llamada a España a vivir "como una sola familia, guiados por la luz de la fe". Fue en realidad una de las últimas frases del día, pero la de mayor calado político. Evoca la imagen defendida por un sector de la Iglesia española de un Estado en el que son inherentes la unidad religiosa y la política.

Al igual que su polémica comparación entre el actual "laicismo agresivo" y el anticlericalismo previo a la Guerra Civil, denota la sintonía del Papa con esos sectores. Y que la información que le llega de España está seguramente filtrada por sus representantes en Roma, como los cardenales Cañizares, Rouco Varela y Herranz. De este modo, Benedicto XVI concluyó un viaje en el que, además de su mensaje doctrinal, ha dejado caer reflexiones que sin duda han sembrado diferencias de opiniones en el seno de la Conferencia Episcopal.

En realidad, la jornada de ayer en Barcelona estuvo volcada en la consagración de la Sagrada Familia y los temas que abordó el Papa fueron los esperados: la huella divina a través del arte, la presencia de Dios en la vida pública y la defensa de la familia.

Sin embargo, había un interés latente por observar sus palabras a la luz del debate político de Cataluña, en la recta final de las elecciones autonómicas, y con el deseo de los nacionalistas de convertirlas en un apoyo a sus tesis.

"Esta tierra catalana"

El Vaticano y Ratzinger, la Iglesia española y las diócesis de Santiago y Barcelona, con sus diferencias de visión, eran muy conscientes. El Papa sobrevoló la cuestión refiriéndose siempre a "esta tierra catalana", "el pueblo catalán" o "las gentes de estas tierras". Pero en su despedida fue más explícito e hiló fino con el lenguaje: "Regreso a Roma habiendo estado solo en dos lugares de vuestra hermosa geografía. Sin embargo, he deseado abrazar a todos los españoles, sin excepción alguna, y a tantos otros que viven entre vosotros, sin haber nacido aquí", una frase, esta última, que es una defensa de los inmigrantes, centro de recientes debates políticos. "Os pongo bajo el amparo de María Santísima, tan venerada en Galicia, Cataluña y en los demás pueblos de España. Le pido también que os alcance del Altísimo copiosos dones celestiales que os ayuden a vivir como una sola familia, guiados por la luz de la fe".

En el tradicional encuentro con la prensa del portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, para que explique lo que ha querido decir el Papa, opinó que "trata de responder a la variedad lingüística y las características particulares de este país", con diferencias que conviven "en armonía y serenidad".

Contra el aborto

El protagonismo religioso del día estuvo en la Sagrada Familia. El propio Ratzinger pareció emocionado con lo que significa hacer realidad un sueño que comenzó en 1892 e inscribirse él personalmente en la historia de Barcelona. La ceremonia se alargó hasta las tres horas y sumó un retraso de una hora en el programa.

El Papa dedicó parte de su sermón a la idea de belleza y el arte enlazada con la fe. Luego se centró en la defensa de la familia, con un papel tradicional para la mujer, que debe tener "adecuadas medidas económicas y sociales" para encontrar "en el hogar y en el trabajo su plena realización". Pidió un "apoyo decidido" del Estado al matrimonio de hombre y mujer y a la natalidad.

Benedicto XVI recordó que la Iglesia "se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural", una condena implícita del aborto y el matrimonio homosexual. Por la tarde, antes de irse, el Papa visitó brevemente el centro de atención a discapacitados Niño Dios. Que haya encajado este acto en un programa tan apretado revela su atención por el enorme trabajo que desarrolla la Iglesia con los más débiles.