HISTORIA

El misterio del sepulcro desaparecido

Un mausoleo de Gil Morlanes que se creía destruido en Lerín (Navarra), está en el palacio de Liria de la casa de Alba.

El misterio del sepulcro desaparecido
El misterio del sepulcro desaparecido

Ocurrió durante el Trienio Liberal (1820-1823): un grupo de vecinos de Lerín, localidad navarra a 55 kilómetros de Pamplona, destruyó durante una protesta el mausoleo de los condes de Lerín en la iglesia parroquial. Desaparecía así una de las obras maestras del darocense Gil Morlanes el Viejo, pérdida que los historiadores del arte han llorado durante años.

Pero no. Una casualidad y el tesón de un historiador han servido para sacar a la luz el mausoleo, que está dañado pero prácticamente entero, y que confirma lo que se sospechaba de él: que es una de las mejores obras no solo de Gil Morlanes, sino de toda la escultura renacentista española. El mausoleo se encuentra oculto a los ojos de los visitantes en una pequeña estancia de la capilla del palacio de Liria de Madrid, propiedad de los duques de Alba. "No está oculto, sino que, al encontrarse en una dependencia privada, que los visitantes no suelen recorrer, nadie lo ha visto o estudiado hasta ahora -señala el historiador Juan Jesús Virto-. Pero la verdad es que me han dado todo tipo de facilidades para verlo y fotografiarlo".

El testimonio de Chueca Goitia

El problema era saber que estaba allí, porque nadie podía sospechar que el sepulcro se encontraba en Madrid. De hecho, en Lerín se creía que lo único que había sobrevivido a las iras liberales era una placa de alabastro con decoración, reutilizada para señalar la plaza de la Constitución.

La clave, un golpe de suerte."Soy profesor de Historia contemporánea -relata Juan Jesús Virto-, y un día, hojeando estudios sobre la Guerra Civil, me encontré con un testimonio de Chueca Goitia que me sorprendió. Contaba cómo se salvó el patrimonio histórico del palacio de Liria cuando fue bombardeado por la aviación de Franco. Y contaba que, para salvar los libros de las llamas, los arrojaban por los balcones. Y que él estaba 'al lado de la armadura del conde-duque de Olivares y del mausoleo del conde de Lerín. Para mi fue una sorpresa enorme, porque eso suponía que el sepulcro no había sido destruido, sino que se salvó".

¿Y cómo se explica que el mausoleo, de 2.500 kilos de peso, viajara 400 kilómetros en el siglo XIX para acabar en Madrid?

Pues resulta que el duque de Alba fue el sucesor de los condes de Lerín a partir del siglo XVI, y gracias a Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont, sexto conde de Lerín por parte de madre, y quinto duque de Alba por parte de padre. Y en el archivo ducal es donde se guarda la documentación que lo aclara todo. En 1862 el duque decidió que tanto el mausoleo como los huesos y las cenizas (que habían sido recogidos y reubicados en una sepultura en la misma iglesia de Lerín) fueran trasladados a Madrid. El sepulcro viajó embalado en cajones de madera, por ferrocarril, hasta su ubicación actual. El paso de los años hizo que cayera en el olvido, del que ha sido rescatado por Juan Jesús Virto para el libro 'Lerín. Historia, naturaleza, arte', que han coordinado Agustín Garnica y José Luis Ona, y ha editado el ayuntamiento de la localidad navarra.

En 1491, 17 años antes de morir en Aranda de Jarque (hoy Aranda de Moncayo), el segundo conde de Lerín, llamado, como su padre, Luis de Beaumont, encargó personalmente el mausoleo en Zaragoza a Gil de Morlanes, el Viejo. El conde era un hombre pequeño, que los testimonios pintan como inmoral y sin escrúpulos. Y el escultor, que para eso le pagaban, lo representó rezando piadosamente de rodillas y con un león a su espalda. Ahora, los historiadores del arte estudiarán esta obra maestra.

El palacio. A la derecha, fachada del palacio de Liria. El sepulcro está en la capilla tras el altar, tapado por una cortina.

La placa. Una plaza de Lerín está señalizada con una placa que se creía que era lo único que se había conservado del mausoleo.

El sepulcro. El mausoleo, tal cual se guarda en el palacio, con las señales de la rotura aún visibles.