TECNOLOGÍA

Cien días con un iPad

Uso cientos de objetos a diario, pero sólo uno de ellos despierta tanto interés en los demás. De él se dice que acabará con los libros impresos, salvará al periodismo, terminará con los portátiles, jubilará varias tecnologías y hundirá la industria del porno. Es un iPad, un pequeño y ligero ordenador sin teclado y con pantalla táctil del que Apple lleva vendidas desde su lanzamiento en abril más de 3.270.000 unidades. La industria sospecha que Steve Jobs, padre del ingenio, ha vuelto a repetir el truco que tan bien le salió en 2001 con el iPod: crear una nueva categoría de producto y un multimillonario ecosistema de pago a su alrededor. De momento, tras 100 días en su compañía, puedo juzgarlo con cierta distancia, como a uno de esos políticos recién nombrados de los que se espera demasiado. Así han sido mis 100 días con el Obama de los 'gadgets'.

El iPad, a examen
El iPad, a examen

Día 0 Ilusión

Es uno de los últimos días de abril y me llama mi amigo Eduardo.


Está en Nueva York y ha logrado comprarme el iPad que le había encargado. No ha sido fácil porque tres semanas después del lanzamiento estadounidense las tiendas tienen problemas para atender la demanda: rebosan viajeros que se llevan bajo el brazo los iPads como quien vuelve de Logroño con unas botellas de vino.


Él ha «importado» a España seis unidades en dos visitas a EE UU.


Oficialmente, todavía tardará un mes en venderse en nuestro país.


Día 1 Flirteo

Recojo el iPad, que mi amigo ha acompañado sabiamente de dos accesorios, una toallita para limpiar la superficie de las marcas de los dedos y una funda negra oficial. La toallita la pierdo al instante, así que decido acostumbrarme a que siempre esté sucio. La funda (que además de protegerlo permite su uso en varias posturas) no volveré a quitársela. En las manos resulta manejable y aunque pesa demasiado para llevarlo siempre en el bolso parece ideal para viajar. Mi modelo es el más sencillo de los seis existentes -de 16, 32 ó 64 Gb y con conexión wifi o wifi+3g-, y en España cuesta 488 euros. Es un capricho caro.


Día 2 Odio

Lo enciendo con la ilusión de ponerme a navegar. Primera decepción. Solo funciona si antes se conecta a un ordenador con el programa iTunes actualizado; además, necesita un número una tarjeta de crédito o una tarjeta prepago de Apple. Aprendo rápido la sutil lección: es una máquina pensada para gastar dinero dentro del bonito pero cerrado jardín de Jobs y además no sirve como ordenador principal de un hogar sino como un accesorio en el que descargar contenidos regularmente como si fuera un mp3.


Día 3 Enamoramiento

Consigo encenderlo. Es emocionante: la pantalla y la interfaz táctil son espectaculares, intuitivas y sencillas. Se navega mucho mejor que en un ordenador. Primero, porque tu postura es mucho más cómoda al liberarte de la esclavitud de la silla del sobremesa.


Hasta los portátiles parecen de pronto máquinas engorrosas y enormes que se recalientan, se quedan enseguida sin batería y tardan una eternidad en encenderse, no como el iPad, que despierta de una especie de duermevela de forma instantánea. El segundo motivo por el que resulta más agradable navegar con él es muy físico: al navegar «tocas» literalmente Internet, con sus páginas y enlaces, dando pellizcos para ampliar y reducir o golpeando para entrar, lo que enseguida resulta más natural que usar un ratón o un teclado. Repaso el resto de soportes que conozco (incluido el papel y las pantallas convencionales) y llego a la conclusión de que los textos y las fotos se ven con más calidad que en ninguno de ellos.


Día 4 Decepción

Los vídeos también se ven de maravilla si es que se ven. Me he encontrado con uno de los defectos más graves del iPad: debido a una guerra entre empresas, no soporta la tecnología Flash de Adobe, así que páginas completas aparecen en blanco, además de casi todas las webs de vídeo online excepto YouTube.


Día 5 Adoración

Sacar de casa un iPad es como pasear un cachorrito. Todo el mundo pregunta por él, los niños pasan horas haciéndole monerías y los abuelos se acercan a él sin el temor que provoca un ordenador.


Siento que poseo un aparato lujoso y futurista. Es más veloz que mi sobremesa y su batería dura varios días de verdad, no como la de los móviles.


Día 6 Pasión

Me acostumbro al teclado virtual (cómodo para textos cortos, infernal para los largos como este artículo) y decido animar un escritorio que viene de serie casi vacío. Casi todo hay que descargarlo, gratis o pagando, de la tienda online. Instalo y desinstalo de forma febril programas para ver comics, leer clásicos, tocar el piano, labrar un jardín zen, planificar vuelos o molestar a los peces de una pecera.


Día 7 Rencor

intento hacer cosas «normales» como abrir un documento y escribir en él, bajarme un archivo y guardarlo o introducir en él un capítulo de una serie. No se puede. Hay que instalar aplicaciones «serias» y buscar trucos no siempre fáciles. En este aspecto se parece más a un móvil que a un PC. Es casi obligatorio pagar 8 euros por Pages (el Word de Apple), Keynote (su PowerPoint) y Numbers (su Excel). Goodreader me sirve para descargar, almacenar y leer PDFs, AirVideo para ver en 'streaming' las películas del ordenador de sobremesa. He gastado más en programas informáticos en una semana que en los últimos años. Tampoco se pueden usar varios programas a la vez.


Día 15 Amor incondicional

Instalo un lector de RSS, bajo algún pdf voluminoso, investigo las aplicaciones de los medios de comunicación y descargo un par de libros de las aplicaciones de iBooks, la librería online de Apple, y de Amazon. Descubro por fin que la lectura va a ser el uso que le voy a dar al iPad (como todas las tecnologías, cada uno lo utiliza a su modo). Es la máquina perfecta para leer. Cansa más que las pantallas de tinta electrónica pero es insuperable para los contenidos que no son literatura y que conforman nuestras lecturas cotidianas: artículos, PDF's, informes, blogs, feeds de RSS.


Entiendo que sea la gran esperanza para la prensa escrita. Y para los lectores compulsivos, poder comprar cualquier libro que se nos ocurra en Amazon y poder leerlo al instante es una perdición.


Día 30 Rutina

El iPad ya está plenamente incorporado a mi rutina. Desayuno leyendo el correo electrónico, lo ojeo en el sofá mientras veo la televisión y me acuesto después de echarle un vistazo. Ha conseguido hacerse un espacio en lugares y momentos donde no usaba un ordenador.


Día 45 Dudas

Pienso en venderlo. Estoy todo el día con él, `hasta cuando desayuno y antes de dormir! Por la tarde ya me he autoconvencido de que el pobre iPad no tiene la culpa y que lo que debo hacer es abandonar el Facebook y usarlo para leer el Finantial Times por las mañanas y a Dostoievski por las noches. Fracaso, pero decido que me lo quedo.


Día 75 Idilio

Lo llevo de viaje. No quiero volver a montar en tren o en avión sin él. Me sigue desesperando la ausencia de Flash o que solo se pueda hacer una cosa a la vez, pero me compensa. Es un aparato pasivo, mejor para recibir contenidos que para producirlos, pero a no ser que uno sea Delibes no tiene por qué ser malo. Miro mal al portátil y a la impresora.


Día 100 Cariño

Me encargan este artículo. Sé que -como casi todos los productos de Apple- será mucho mejor dentro de unos años. Comprendo que no vale para todo, ni para todos. Pero también sé que aquello que hace bien lo hace mejor que nadie. Nuestro amor ha madurado.