Cómo detectar si tu hijo se está acercando a una banda latina

Estas organizaciones captan a menores cada vez más jóvenes también en el entorno de colegios e institutos. Los adolescentes no suelen ser conscientes del riesgo que corren ni de lo difícil que resulta salir. 

Las bandas latinas reclutan a niños a partir de 12 años. gsc1
Las bandas latinas reclutan a niños a partir de 12 años. gsc1

Las bandas latinas se cuelan en colegios e institutos donde encuentran un entorno en el que reclutar menores para sus filas. Desde marzo de 2023 los centros aragoneses cuentan con unas directrices emitidas por el Gobierno autonómico para que los docentes en las aulas detecten situaciones de riesgo relacionadas con estas organizaciones violentas. El pasado curso 2022-2023 se alertó de 11 posibles casos y este 2023-2024 ya se han registrado 8.

Muchas veces, al principio no le dicen al adolescente que los que intentan captar son de una banda latina. "¿Quieres ser de nuestro grupo de amigos?",  ofrecen. En una época en que la personalidad está fraguándose, el grupo se convierte en un elemento clave para la construcción de la propia identidad.

Luego, paso a paso, ese peligroso grupo va pidiendo más, hasta que los jóvenes entran en la organización a través de una prueba iniciática: una agresión a alguien de una banda rival, pasar información o cometer algún pequeño delito. Pero, una vez dentro, no habrá vuelta atrás, algo que estos jóvenes fichajes suelen desconocer, cautivados por un mensaje que les engancha: ‘Ahora somos tu familia".

Los miembros de bandas latinas como los Dominican Don't Play, Black Panther ambos presentes en la ciudad de Zaragoza (más los recién detectados Trinitarios) y en toda España, se incorporan cada vez más jóvenes: desde los 12 o los 14 años.

Señales que puedan hacer saltar las alarmas en las familias con hijos que se acercan a bandas latinas

Estos signos de alarma han sido enumerados por el Centro de Ayuda Cristiano, que tiene un Observatorio de las Bandas Latinas que estudia cada año a través de un encuesta este fenómeno y tiene en marcha programas de rehabilitación dirigidos a jóvenes que quieren dejar las bandas en las iglesias evangélicas adscritas a él. 

Aconsejan prestar atención a los cambios de comportamiento y la disminución del rendimiento escolar. El joven podría dejar de hacer cosas que antes estaban en su día a día y, así, empezar a faltar a clase sin motivo aparente o con excusas, evitar salir con sus amigos de siempre y no querer presentar a sus nuevas amistades, no ir a esas actividades extracurriculares -deportivas o artísticas- a las que estaba apuntado o dejar de pasar tiempo en familia. Un cambio de actitud o motivación respecto a las actividades que antes realizaba, como deportes, cursos o creencias, podría acompañar ese proceso de acercamiento a una banda, así como una modificación en su forma de pensar sobre ideas que antes defendía.

Es común en la adolescencia el rechazo o desafío a los adultos y a las figuras autoridad, por lo que en numerosas ocasiones existe cierta atracción hacia las conductas o situaciones de riesgo. Un chico que comienza su integración en una banda podría también mostrar mayor rebeldía o un temperamento atípico, con una irritabilidad o ira excesivas y frecuentes, volviéndose agresivo, al tiempo de empieza a quedarse hasta tarde fuera de casa, a encerrarse en su habitación y a ocultar sus cosas.

Cuando una persona de nueva incorporación a una banda latina va adentrándose en la organización, las señales pueden ser más alarmantes. Aunque la Policía vigila de cerca la compra y venta de armas blancas, los jóvenes siguen consiguiendo estas armas, ya sean cuchillos jamoneros, de cocina y otros afines de montaña o escalada, o material deportivo, como bates de beisbol, a través de internet o en ferreterías y grandes superficies.

Entre las motivaciones que llevan a un joven a unirse a una banda, se encuentra el verla como una forma de conseguir bienes económicos y  estatus. Tener repentinamente dinero u objetos caros que no ha conseguido de su trabajo, de los padres o de familiares, y de los cuales no quiere dar explicación o esta no es creíble, es otra de las señales de alarma.

Las drogas suelen hacer acto de presencia. Es frecuente que estas bandas consigan seducir a los chavales más vulnerables precisamente por el dinero que manejan con el trapicheo de drogas.

Y la violencia deja rastro: heridas, cortes, moratones en rostro, manos o  nudillos. La prueba iniciática suele ser la agresión a miembros de la banda contraria, la filtración de información o la comisión de delitos menores. En los últimos años, la presencia de chicas está creciendo. En su caso, sus funciones suelen ser menos violentas, como captación de información o intendencia, pero a veces son obligadas a infiltrarse en bandas rivales o incluso a ejercer la prostitución con miembros de la propia organización.

Lenguaje gestual codificado

Las diferentes bandas latinas llevan aparejada una simbología y el uso de un lenguaje en clave. Por eso, una señal especialmente elocuente es ver al menor dibujar constantemente un signo o gesto o escribir un número específico que repite en todas sus posesiones. Para reconocerse como parte del grupo, cambia la forma de vestir. Actualmente, además de bandanas para el cuello, se ven en colegios e institutos pulseras con los colores de la banda. La música también es parte de la estética, por lo cual aconsejan analizar las letras de las canciones con las que se siente identificado y qué comportamientos pueden acarrear.

Según un estudio publicado por la asociación Gestión de la Integración Social (GINSO), la captación de nuevos miembros se suele realizar en zonas frecuentadas por adolescentes como parques, zonas recreativas o institutos, pero también las redes sociales desempeñan un papel muy importante, por lo que también es revelador analizar con quién y cómo se comunica en las redes sociales.

Incluso se han dado casos de niños de 9 años de edad, generalmente vinculados a un hermano mayor perteneciente a una banda, que son reclutados para ganar impunidad penal. Normalmente estos menores son usados por las bandas para guardar armas y vender droga.

El perfil de estos jóvenes suele ser muy parecido, adolescentes con problemas en casa y con poca supervisión de sus padres que han idealizado a la organización y trivializan la violencia. 

"Gran parte de los jóvenes que se unen a los Trinitarios o a los Dominican Don't Play idealizan a la organización criminal y no son conscientes del riesgo que corren al verse implicados en reyertas que pueden causarles heridas muy graves o incluso la muerte", señalaba Carlos Benedicto Duque, doctor en Psicología y coordinador técnico de centros y miembro de la Comisión Rectora de la asociación Ginso. 

Cuando entran, no sospechan que intentar salir de la banda les puede costar graves heridas o la propia vida.

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