Javier Garcés: “La única receta contra la ‘ecoansiedad’ es ponerse manos a la obra”

Según los expertos, más del 90% de la población reconoce estar preocupada por el cambio climático y sus consecuencias.

El psicólogo Javier Garcés
El psicólogo Javier Garcés
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Aunque este fenómeno de estudio no cuenta con más de dos décadas de historia, no ha sido hasta hace dos o tres años cuando se ha empezado a hablar de ‘ecoansiedad’ como lo hoy lo hacemos. Pero, ¿qué es exactamente y a qué hacer referencia? Se denomina así a la angustia o el temor que produce la crisis climática mundial, es decir, a su impacto en la salud mental de la ciudadanía.

Así lo explica el psicólogo zaragozano Javier Garcés, presidente de Asociación de Estudios Psicológicos y Sociales de España que, desde hace tiempo, investiga este fenómeno y, en concreto, el impacto psicológico de cómo hablamos sobre ello.

Durante un tiempo, se le denominó soslastagia, Trastorno de Déficit de la Naturaleza (TDN), ansiedad climática, tristeza ecológica… aunque fue a partir de 2019 cuando se acuñó el término ‘ecoansiedad’, el cual, según recoge la Asociación Americana de Psicología (APA), describe “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”.

Fue hace un par de años cuando comenzó a estar en boca de todos. “El término está teniendo un éxito tremendo. Tanto que fue una de las candidatas a convertirse en la palabra del año en 2021”, rememora el experto. Sin embargo, el hecho de haberse puesto de moda está teniendo un resultado inesperado: “Se ha generado una especie de sensación de impotencia y tristeza generalizadas. Como si no pudiéramos hacer nada para evitarlo. La desesperanza no moviliza, solo deprime”.

Por eso, como explica el psicólogo, el papel de las redes sociales -donde encontramos una cantidad excesiva de información- y de los medios de comunicación han jugado un papel fundamental en la expansión de este fenómeno, sin embargo, no de la manera esperada. “Se trataba de concienciar a la ciudadanía y lo que ha ocurrido ha sido todo lo contrario. La gente se ha bloqueado”, admite.

Tristeza, ansiedad, sensación de impotencia, depresión o culpa son tan solo algunas de las emociones -todas ellas negativas- más habituales que surgen en torno a este fenómeno. Un sentimiento que no suele ser patológico, pero que es capaz de generar un profundo malestar a nivel psicológico en quien lo padece, sobre todo entre los más jóvenes. “Según nuestras investigaciones, en torno al 98% de la población está preocupada por el cambio climático”, puntualiza Garcés.

El activismo como medicina

Hace unos días, Garcés exponía estos datos en el Centro de Documentación del Agua y el Medio Ambiente de la capital aragonesa. Allí explicaba que la mejor medicina para este fenómeno tan generalizado es pasar a la acción y “aportar nuestro granito de arena” para frenar este cambio, cada uno dentro de sus posibilidades. “Está demostrado que, actualmente, la única receta contra la ‘ecoansiedad’ es ponerse manos a la obra”, reivindica el zaragozano.

¿La clave? Concienciar sin angustiar. “Hay que generar esperanzas y evitar el catastrofismo. Debe mostrarse que la lucha contra el cambio climático puede ser eficaz y alentadora, y que un futuro mejor es posible”, afirma Garcés. Para ello, asegura que es fundamental dejar de verlo como un problema, y enfrentarlo como un reto vital; así como cambiar nuestros hábitos de consumo, y dejar de verlos como un sacrificio. “Está demostrado que existe una relación directa entre el consumismo y la infelicidad. Por eso debemos plantearlo como cambios emocionantes, no quedarnos en que voy a poder utilizar menos el coche o consumir menos combustible”, añade.

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