Tercer Milenio

En colaboración con ITA

bio, bio, ¿qué ves?

Cómo estudiar los mosquitos sin llevarse un picotazo: la piel artificial es nuestra aliada

Es necesario desarrollar nuevos repelentes para reducir las picaduras de mosquito, debido al alto número de enfermedades que pueden contagiar. 

El calor y el CO2 que desprendemos atrae a los mosquitos.
El calor y el CO₂ que desprendemos atrae a los mosquitos.
Mohamed Nuzrath

¿Cuál crees que es el animal más letal del planeta? Venga, te doy unos instantes para que lo pienses. ¿Ya lo tienes? ¡Adelante! Es posible que por tu cabeza hayan pasado el tiburón, el cocodrilo, el león o incluso un oso pardo, pero ninguno de ellos es tan peligroso como el mosquito. Esa criatura chiquitina y molesta acumula a sus espaldas muchas más muertes que cualquier otro animal en el que hayas podido pensar. No tiene ni colmillos ni garras, pero no le hacen falta, pues el mosquito es letal de forma indirecta.

El mosquito puede servir de vehículo a numerosos patógenos, de forma que no solo nos regala un picotazo y escozor, sino que podemos ponernos gravemente enfermos. La malaria, el dengue, la enfermedad de Chagas o la fiebre amarilla son algunos ejemplos de enfermedades transmitidas por mosquitos que asolan regiones de Asia, África y Sudamérica principalmente. Para evitarlas, debemos mantener bien lejos al mosquito de nosotros, lo que se consigue con un buen repelente.

Se buscan voluntarios para recibir un picotazo

Para poder desarrollar repelentes eficaces, es necesario entender el proceso de alimentación del mosquito. La boca de este animal es un tubo con el que puede perforar nuestra piel para así alcanzar la sangre, que le servirá de rico almuerzo. Existen distintos factores que hacen que un mosquito nos vea como un bocado de lo más apetecible. El calor y el CO₂ que desprendemos les sirve como brújula, y también podrían verse atraídos por algunos olores concretos, por lo que quizá la microbiota de la piel tenga la culpa de que algunas personas sean un imán para los mosquitos. Además, parece que estos animales nos han salido sibaritas, ya que podría gustarles más un grupo sanguíneo que otro. Si eres del grupo 0, lo siento por ti, es posible que en verano te lleves más picotazos que las personas de los grupos B o A.

Todos estos datos han sido recopilados gracias a la valiente labor de numerosos voluntarios que participaron en pruebas de laboratorio para estudiar los mosquitos. Estos héroes sin nombre ni rostro aguardaron pacientemente el picotazo, sabiendo que su sacrificio no sería en vano, ya que solo así se podría conocer al enemigo. Con esta clase de estudios no solo se estudia el comportamiento del mosquito, sino que se puede aprovechar para analizar la efectividad de distintos repelentes en condiciones concretas.

Piel artificial al rescate

Sin embargo, estos estudios presentan varios inconvenientes. El primero de ellos y más obvio, es que el voluntario probablemente se irá a su casa rascándose el brazo, lo que, como por desgracia bien sabemos todos nosotros, puede ser de lo más incómodo. Pero más allá de este problema, el desarrollo de nuevos repelentes sale muy caro por tener que depender sí o sí de humanos o, en su defecto, de animales de experimentación. Estos estudios deben realizarse en entornos muy controlados para garantizar su fiabilidad, lo que supone disparar el coste económico todavía más.

Para reducir costes y dar un empujón al estudio de nuevos repelentes, un grupo de investigación propone recurrir a la piel artificial. Se trata de un hidrogel que contiene una red vascular para así poder perfundir sangre a 37ºC, imitando una piel humana para tentar a los mosquitos. Con este sistema se pueden variar algunas de las condiciones que pueden afectar al picotazo, como la temperatura o el tipo de sangre, para así reunir más datos sobre el comportamiento alimenticio del mosquito. El momento en el que el animal se dispone a alimentarse es grabado para, posteriormente, analizar las imágenes y extraer conclusiones.

Los investigadores que han desarrollado este sistema proponen que su piel artificial podría usarse para estudiar la eficacia de distintos repelentes. Con esto, podría reducirse el número de ensayos con animales o voluntarios humanos, ya que se tendrían datos preliminares fiables acerca de si el repelente podría funcionar o no. Así se abaratarían costes y, presumiblemente, se aceleraría el proceso de desarrollo. Esperemos que esta piel artificial ayude a conseguir nuevos repelentes que protejan nuestra piel real de picores durante todo el verano, cuando los mosquitos se proclaman reyes y señores de la noche.

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