Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

Qué ocurre cuando dos multitudes de peatones que van en sentidos opuestos confluyen en la misma calle

Una ordenada horda de viandantes. No es un oxímoron, sino uno de los fenómenos más fascinantes, intrigantes y cotidianos del tráfico peatonal urbano.

La movilidad de los peatones que se cruzan, sometida a estudio
La movilidad de los peatones que se cruzan, sometida a estudio
Francisco Jiménez

Fascinante porque a partir de esa caótica situación inicial emerge, de forma espontánea, una formación ordenada. Sin mediar señalización ni comunicación ente los distintos individuos, la multitud se organiza en una serie de filas paralelas* en uno y otro sentido de un grosor aproximado de dos cuerpos que circulan de forma fluida. (*en una calle de un ancho normal o en una acera de ancho normal, suelen generarse dos corrientes de peatones, una en cada sentido, una a cada lado de la vía de circulación, pero en grandes avenidas sí podemos apreciar la formación de varias filas paralelas en uno y otro sentido).

Cotidiano porque todos hemos presenciado ese fenómeno y, más aún, hemos integrado esa procesión en multitud de ocasiones; muchas sin darnos cuenta, pero otras tantas siendo plenamente conscientes de ella porque, ¿quién al salir de una tienda o incorporarse a una calle principal desde una lateral más estrecha no ha tenido la incómoda sensación de estar en el lado equivocado; de que en esa ‘orilla’ todo el mundo circula en sentido contrario? Una sensación que, más que eso, es la constatación experimental de esa situación.

Deriva y difusión

Y finalmente, intrigante porque este fenómeno, conocido como formación espontánea lineal o de filas, es (re)conocido y ha sido objeto de estudio desde hace al menos 30 años, cuando se desarrolló un modelo matemático basado en la existencia de una misteriosa ‘fuerza social’.

Una fuerza sobre cuya elusiva naturaleza por fin ha conseguido arrojar luz un estudio efectuado por matemáticos británicos y publicado en ‘Science’; el cual revela que la ordenación espontánea que se da cuando dos multitudes o grupos de personas que avanzan en sentidos opuestos confluyendo en una misma vía –y que como hemos visto se traduce en la formación de corrientes o filas paralelas de viandantes avanzando en uno y otro sentido– es motivada por dos fuerzas o procesos físicos que actúan de forma opuesta: la deriva y la difusión.

La circulación peatonal fluye porque, sin señalización ni comunicación alguna, la multitud se organiza en una serie de filas paralelas en uno y otro sentido.
La circulación peatonal fluye porque, sin señalización ni comunicación alguna, la multitud se organiza en una serie de filas paralelas en uno y otro sentido.
K. Bacik, B. Bacik, T. Rogers

La deriva, la misma fuerza o proceso que gobierna la tectónica de placas, provoca que los peatones se desvíen de su trayectoria inicial –por ejemplo, en la situación ya descrita: cuando te incorporas al tráfico pedestre por el lado equivocado– obligados por los empujones y colisiones con otros viandantes que circulan en sentido contrario. Y también que el rozamiento o la fricción con los peatones que circulan en el sentido deseado te arrastre.

Así pues, la deriva es la fuerza que rige la formación de corrientes de circulación paralelas en uno y otro sentido.

Por su parte la difusión es, la tendencia de las ‘partículas’ de un ‘fluido’ o ‘sustancia’ a desplazarse de las zonas de mayor concentración hacia las más vacías o de menor concentración. Algo que en nuestro paseo se manifiesta de modo práctico cuando en tu avance te topas con un grupo que te antecede y que camina a un ritmo exasperadamente lento, por lo que tú te desplazas hacía el lado más despejado para poder superarlos.

A nivel molecular, la difusión origina una distribución uniforme con el tiempo. Y, a escala peatonal, que las hileras de transeúntes tengan un ancho fluctuante que siempre oscila sobre los dos cuerpos –el del adelantado y el adelantador–.

En definitiva, que la combinación de estas dos fuerzas –deriva y difusión– en el escenario de una calle atestada de paseantes se traduce en una circulación ordenada que surge de forma natural, simplemente porque los peatones tratan de no colisionar los unos con los otros y la suma de todas estas decisiones individuales e independientes da como resultado ese patrón de circulación.

Y todavía hay un tercer factor implicado: la tendencia o fuerza (de origen) social que, de un modo inconsciente, nos obliga o impulsa a avanzar siempre por el carril derecho de una vía. Un tercer factor que, por un lado, provoca que las corrientes en uno y otro sentido tiendan a separarse generando un pasillo central más despejado o menos transitado. Y también que las trayectorias de muchos individuos sean ligeramente oblicuas en lugar de rectas –por esa tendencia a tirar hacia la derecha–, lo que ralentiza la marcha de la multitud.

Eso sí, la ‘magia’ desaparece cuando son más de dos grupos de personas lo que convergen en un mismo pasaje. En esta situación lo que emerge es una circulación caótica y la fuerza que la rige es el sálvese (y avance) quien pueda.

Agárrense que vienen curvas

Sí, porque tal y como ha puesto de manifiesto el estudio, si los dos grupos de transeúntes avanzan en sentidos perpendiculares que convergen, lo que emerge son de nuevo filas de circulación en uno y otro sentido, pero en este caso con trayectorias curvas, y más específicamente, con forma de hipérbolas, es decir, que escapan desde el punto de convergencia, desviándose hacia la derecha.

Porque el estudio en cuestión también ha descubierto otro fascinante fenómeno que hasta ahora no había sido reconocido: que esta ordenación espontánea del tráfico pedestre también se produce en amplias estancias cerradas, más o menos cuadradas y con una entrada/salida estrecha en uno o ambos lados, como pueden ser un andén de metro o el vestíbulo de un teatro o un museo. En este escenario, cuando solo un lado tiene un acceso estrecho lo que emerge son dos corrientes de circulación con forma de parábola. Y cuando ambos lados tienen una entrada/salida estrecha las viandantes dibujan una elipse.

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