Elon Musk, el magnate visionario que se comporta como un adolescente

El empresario se ha adelantado al futuro con su empeño de viajar a Marte o fabricar el coche autónomo, pero sus dislates en Bolsa han mermado su fortuna.

Elon Musk
Elon Musk
Hannibal Hanschke

Elon Musk debe de tener un altísimo concepto de sí mismo al saberse seguido por 135 millones de personas en Twitter, la red social de su propiedad. El magnate de origen sudafricano, el segundo hombre más rico del mundo -el primero es el francés Bernald Arnault- acumula un poder descomunal, lo que no deja de ser inquietante para los que están en sus manos y tienen que sufrir sus extravagancias y salidas de tono. El multimillonario, con un patrimonio de 200.000 millones de dólares, gobierna su imperio como un adolescente en la edad del pavo. Su leyenda negra queda mitigada por las acciones solidarias de la fundación que lleva su nombre, una organización que promueve el uso de la energía limpia y la salud pediátrica.

Elon Musk es poderoso, muy poderoso. Es dueño de Tesla, Space X, Neuralink, Open AI y Twitter, entre otras grandes compañías. No le ha temblado el pulso a despedir a decenas de miles de trabajadores de la red social desde que la adquirió por 44.000 millones de dólares, como han hecho otros grandes colosos de la tecnología. En su caso provoca menos extrañeza, porque Elonn Musk se caracteriza por un temperamento excéntrico e impredecible.

Hijo de un ingeniero y promotor inmobiliario, Errol Musk, quien ha confesado tener una hija con su hijastra, 40 años menor que él, y de la modelo y nutricionista Maye Haldeman, Elon demostró con pocos años que era un superdotado para los ordenadores. No por casualidad diseñó su propio videojuego con 12 años. A los 17 se asentó en Canadá para huir del servicio militar obligatorio de Sudáfrica. Luego trabajó en las granjas de unos primos y asistió a la Universidad de Queens en Ontario (Canadá).

Más allá de sus cualidades innatas, ha ido afilando su olfato inversor con la edad. Lo demostró cuando fundó su propia empresa de software, Zip2, con su hermano Kimbal. Nadie le discute su carácter visionario. La idea de crear Tesla, una compañía de coches eléctricos que más pronto que tarde serán autónomos, parecía en 2003 la ilusión de un loco con ínfulas futuristas. Pocos vieron el formidable negocio que suponía Paypal, la empresa de pagos por internet que acabó siendo comprada por eBay por 1.500 millones de dólares, operación que abrió la puerta a que su fortuna creciera como el milagro de los panes y los peces. Hoy, cuando se ha estrellado un cohete de Space X, muchos interpretarán el estallido de Starship como un fracaso estruendoso, pero olvidan que la ambición de Elon Musk va más allá de los contratiempos. Su propósito a largo plazo es construir naves que permitan a un millón de seres humanos establecerse en Marte antes de 2050.

Codicia y megalomanía

Su codicia corre pareja a su megalomanía. Con sus tuits puede hacer subir o bajar la cotización de las criptomonedas. Sus empleados tienen motivo para temerle, sobre todo cuando en 2019 violó las leyes laborales al amenazar a sus empleados si decidían afiliarse a un sindicato.

No se arredra si tiene que enfrentarse a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, cosa que hizo en 2018 cuando anunció que estaba estudiando la posibilidad de que Tesla dejara de cotizar en el mercado de valores, una maniobra en la que algunos vieron una violación de la ley, al hacer declaraciones falsas para inflar el precio de las acciones.

Su vida está plagada de sobresaltos. Ha sido de acusado de hostigar sexualmente a una auxiliar de vuelo de Space X, ha sembrado dudas sobre la eficacia de las vacunas contra la covid 19 y algunas de sus palabras suenan más a difamaciones que al ejercicio respetuoso de la libertad de expresión.

Su habilidad para amasar una ingente fortuna es idéntica a su capacidad para hacer que se esfume. Este mismo año las acciones de Tesla se desplomaron por las malas cifras de ventas, un desastre en el que Musk perdió cientos de miles de millones de dólares, lo que le hizo perder el título del hombre más rico del planeta. Si se puso amarillo de la furia nadie lo sabe. En cualquier caso no es la primera vez que su tez adquiere el color del girasol. Ya se puso de esta guisa cuando salió como personaje de los Simpson.

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