Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Lecciones que nos deja el apocalipsis zombi de ‘The last of us’

El progresivo calentamiento global del planeta está provocando que los hongos muten para adaptarse a las nuevas condiciones.

Un hongo mutante desencadena la trama de la serie ‘The last of us’.
Un hongo mutante desencadena la trama de la serie ‘The last of us’.
HBO, HBO MAX

‘The last of us’ es el último gran éxito dentro del género de apocalipsis zombis. Pero es también una interesante lección de cómo el progresivo y acelerado calentamiento global del planeta como consecuencia de la actividad humana está llevando al límite a gran parte de las formas de vida –incluidos nosotros mismos– que lo pueblan y forzándolas a evolucionar para adaptarse y sobrevivir. Una adaptación que puede llegar a volverse en nuestra contra

Adaptarse para sobrevivir

Un aviso para navegantes que todavía no han visto ‘The last of us’ –el último fenómeno dentro de la sobreexplotada e hiperpoblada corriente de series y películas sobre futuros apocalípticos poblados de zombis de los últimos años– y que la tienen apuntada en su lista de prioridades. A partir de aquí, se va a destripar el argumento que constituye el punto de partida de la serie, que nos traslada a un apocalíptico futuro cercano en el que un hongo capaz de tomar el control del cerebro de los insectos –que haberlos, haylos– habría experimentado una mutación que le permite colonizar y reproducirse con éxito en los seres humanos, convirtiéndolos asimismo en zombis. Una mutación provocada por el progresivo calentamiento global. Y una premisa que –tal y como revela un muy recomendable artículo de ‘Science News’–, por mucho que lo parezca, para nada resulta descabellado a la vista de recientes investigaciones que ponen de manifiesto cómo el calentamiento global está afectando a unos y otros (hongos y humanos).

Hongos al límite

Es cierto que la mayor parte de las especies del reino Fungi no sobreviven en entornos con temperaturas solo moderadamente elevadas. De hecho, muchos no son capaces de crecer y reproducirse por encima de los 30ºC, tal y como demostró un experimento realizado en 2009 en el que 4.802 especies de hongos fueron expuestas a temperaturas crecientes, comprobándose que por cada grado centígrado que se elevaba la temperatura por encima de ese límite de 30ºC, un 6% menos de los hongos eran capaces de crecer. Es más, basándose en esta y otras evidencias ,se planteó la hipótesis de que es precisamente esta dificultad de los hongos para sobrevivir en ambientes calurosos la explicación o causa del surgimiento de los organismos de sangre caliente y de su incuestionable éxito evolutivo, a pesar de tratarse de un mecanismo (¿de defensa?) muy poco eficiente desde el punto energético, ya que demanda un gran consumo de energía, lo que ralentiza el resto de funciones, incluida la fundamental de la reproducción y exige una búsqueda constante de alimento (no siempre disponible).

No obstante, y tal y como profetiza la serie, esta temperatura corporal elevada cada vez constituye una menor garantía de éxito, ya que el progresivo calentamiento global del planeta está provocando que los hongos muten para adaptarse a las nuevas condiciones. Según explican los expertos, cada día de calor excesivo supone un evento de selección natural para los hongos. Muchos perecen, pero aquellos que presentan alguna mutación que los hace más tolerantes a las nuevas condiciones sobreviven, dando lugar a una nueva generación de hongos mejor adaptados. Y cada vez son más habituales los episodios y días de mucho calor que propulsan este proceso evolutivo.

Y lo anterior no es ninguna exageración; mucho menos una broma: entre 2012 y 2015 variantes de un hongo potencialmente mortal para el ser humano, Candida auris, surgieron de forma independiente –y con mutaciones distintas– en África, Asia y Sudamérica e infectaron a personas.

Baja la temperatura corporal humana

Pero no es solo eso, porque el calentamiento global parece estar afectando asimismo a los seres humanos, haciéndonos más vulnerables a una infección fúngica. Según un estudio publicado en 2020, la temperatura corporal del ser humano ha descendido de 37ºC a 36,6ºC desde el inicio de la Revolución Industrial –justo el momento en el que se ubica el arranque del cambio climático antropogénico–. Un descenso lógico, ya que cuanto más caluroso es el entorno, menos necesario –e incluso contraproducente– resulta mantener una temperatura corporal elevada. Algo fácil de entender si lo extrapolamos a nuestra cotidianeidad: en verano a nadie se le ocurre encender la calefacción. En fin, para qué consumir energía si la temperatura ambiente es tan agradable que nos permite prescindir de ella.

Así pues, ambos factores confluyen para que el escenario de ‘The last of us’ sea algo cada vez más factible: un progresivo descenso de nuestra temperatura corporal y unos hongos en constante y acelerada evolución hacia formas más tolerantes al calor… y más capaces de colonizar y reproducirse sobre organismos de sangre caliente.

Una leyenda entre zombis que invita a la reflexión

Una última reflexión al hilo del universo cinematográfico zombi, en este caso protagonizada por la anunciada segunda parte que va a tener ‘Soy leyenda’. Una continuación que va a retomar la historia con final alternativo al del filme original, mucho más apegado al del cómic en el que está inspirada, y en el que el médico protagonista descubre que los zombis –¿o son vampiros?, ¿o vampizombis?..., aunque eso es lo de menos– con los que pretende acabar le consideran un monstruo, al que temen porque les da caza. Moraleja/reflexión: los monstruos –o los malos de la peli– no son, o no solo son, siempre los otros.

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