Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

Por qué para jugar bien al ajedrez debes conducir un coche eléctrico

¿Qué tiene que ver que los jugadores de ajedrez hagan las mejores jugadas con la conducción de coches eléctricos?

La concentración mental que implica el ajedrez no casa bien con altas concentraciones de contaminación.
La concentración mental que implica el ajedrez no casa bien con altas concentraciones de contaminación.
Timur Seyfi/Flickr

Porque conducir coches eléctricos garantiza a los jugadores de ajedrez hacer las mejores jugadas. Y conforme escribo lo anterior soy muy consciente de que así, de buenas a primeras, puede sonar surrealista, cuando no a tomadura de pelo o ‘fake news’, pero lo cierto es que se trata de una conclusión basada en una aplastante lógica propositiva elemental, sintetizada en el silogismo ‘si A implica B y B implica C, entonces A implica C’

La mejor jugada

¿Pero qué es A, que es B y qué es C? A son los coches eléctricos. B es una menor contaminación ambiental, es decir, una menor concentración de partículas –fundamentalmente debidas a la actividad humana– en el aire que respiramos. Y C es la capacidad de los ajedrecistas para realizar la mejor jugada posible en cada movimiento.

Y sí, A implica B. Es decir, el empleo de coches eléctricos reduce la contaminación ambiental debido a que estos vehículos no emiten a la atmósfera gases cargados de partículas producto de la combustión interna del combustible en el motor.

Y sí, B implica C. Es decir que el nivel de contaminación ambiental afecta a la toma de decisiones de los jugadores de ajedrez, a tenor de las conclusiones alcanzadas por un reciente –meticuloso y extenso– estudio efectuado por investigadores del MIT, según el cual los maestros (grandes y pequeños) de ajedrez incurren en más errores, ejecutan peores movimientos y, en definitiva, toman peores decisiones y, en consecuencia, cosechan peores resultados, cuanta mayor es la concentración de micropartículas en el ambiente. Esto es, de diminutas partículas con un diámetro menor de 2,5 micrómetros y cuya fuente principal son los procesos de combustión como los que tienen lugar en las cocinas de gas, los incendios, los procesos industriales y, claro está, la combustión interna de los motores de los vehículos convencionales.

Una mayor concentración de micropartículas en el ambiente empeora la toma de decisiones de los jugadores

Estas micropartículas, como consecuencia de su minúsculo tamaño e insignificante peso pueden permanecer en el ambiente durante mucho tiempo –hasta que la lluvia u otro meteoro dictamine lo contrario–, y ser transportadas por las corrientes de aire a grandes distancias. Por lo que no hace falta estar en medio de un atasco o vivir al borde de una autopista, en un polígono industrial o encima de una concurrida parrillada para que la concentración de partículas en el aire sea significativa, incluso en el interior de nuestros hogares, centros de trabajo y sedes de torneos ajedrecísticos, al acceder a través de ventanas y conductos de ventilación y finalmente a nuestro organismo a través de los conductos respiratorios, hasta alcanzar el cerebro, poniendo con ello en jaque nuestro ranking ELO (sistema de puntuación empleado en el ajedrez).

Y digo suficiente porque no estamos hablando de concentraciones inusualmente elevadas de partículas en el aire, sino que la merma de capacidad intelectual se manifiesta ya con concentraciones habituales en muchas ciudades.

Por consiguiente, A implica C: cuanta más gente se pase al coche eléctrico, mayor será el nivel de los maestros de ajedrez. Ya, pero "yo no juego al ajedrez…". Lo siento, pero escudarse en eso es hacerse trampas al... solitario. Porque B no solo implica C, sino que también implica D (y, en consecuencia, y volviendo al silogismo inicial, A también implica D), siendo D una pérdida o disminución de la conectividad cerebral y, en consecuencia, de su capacidad operativa y rendimiento debido a una exposición prolongada –a partir de las dos horas– en un ambiente con los niveles de contaminación atmosférica derivada del tráfico habituales en atascos y zonas de intenso tráfico, tal y como concluye otro reciente estudio.

La conectividad cerebral se ve afectada a partir de las dos horas de exposición a la contaminación ambiental

Sus resultados, además, están respaldados por un significativo corpus de trabajos previos que vinculan la contaminación ambiental, fundamentalmente motivada por las emisiones de los vehículos de combustión interna, con una merma del rendimiento intelectual, entre cuyas causas se apuntan la inflamación neuronal y/o el estrés oxidativo. Una merma que es temporal cuando la exposición no es continuada, pero que se sospecha puede acabar siendo permanente si la exposición es crónica. Y una caída de la capacidad intelectual que, de hecho, los que menos la sufren son los ajedrecistas más avezados, ya que, tal y como refleja el primer estudio, a menor nivel del jugador más evidente es el (d)efecto.

Así que los resultados trascienden el ámbito del tablero y resulta que la cruda realidad es que concentraciones de partículas en el ambiente ya habituales en muchas ciudades –de hecho, tal y como refleja el primer estudio, en prácticamente todas las de Estados Unidos– empeoran la toma de decisiones de todo quisque. Lo cual es un problema de calado en esta sociedad nuestra en la que cada vez más gente desempeña trabajos intelectuales. Y en la que, de facto, todos dependemos de decisiones adoptadas por parte de otros: asesores fiscales, inversores, políticos, ingenieros, médicos… y, claro, de si conducen coches eléctricos o mejor aún, van andando o en bicicleta a sus destinos.

A implica B en C(alifornia)

Que los vehículos eléctricos reducen la contaminación ambiental es algo que, además de ser bastante obvio, ha quedado demostrado en un estudio observacional –o, tal y como lo definen sus autores, un "experimento natural"– realizado entre 2013 y 2019 en California, el estado de los States donde la transición de vehículos convencionales a vehículos ‘cero emisiones’ –eléctricos, híbridos y de hidrógeno– está más avanzada. El estudio constata el descenso continuado entre esos años de los niveles de NO₂ en el ambiente –uno de los principales gases contaminantes emitidos por los automóviles de combustión interna y por ello uno de los parámetros empleados para medir la contaminación ambiental–, conforme aumentaba el número de vehículos no contaminantes. Y también, y en paralelo, un descenso de las atenciones en urgencias por problemas respiratorios como ataques de asma –una dolencia exacerbada por la contaminación aérea–. Esta reducción se refleja en cifras: por cada incremento de 20 vehículos ‘cero emisiones’/1.000 habitantes se observó una reducción de 3,2% en ambos parámetros, tanto de concentración de NO₂ en el aire, como de visitas a urgencias por problemas respiratorios. ¿Cuánto tardarán los grandes maestros de ajedrez en pasarse al coche eléctrico? ¿Y en mudarse a la límpida California?’

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