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Iconos de la covid: de qué depende la fama en una pandemia

Ser hombre, de edad avanzada e implicarse en polémicas son algunas de las características comunes en las celebridades pandémicas.

Fernando Simón, en la presentación, en diciembre de 2021, del cabezudo que le dedicó la comparsa del zaragozano barrio de las Fuentes.
Fernando Simón, en la presentación, en diciembre de 2021, del cabezudo que le dedicó la comparsa del zaragozano barrio de las Fuentes.
Guillermo Mestre

Hace unos días se reunió un comité de la OMS para decidir si, por fin, la pandemia dejaba de ser una emergencia: resultó que no. Sin embargo, como decía el epidemiólogo Salvador Peiró en el Science Media Center España, la mera reunión ya era en sí "una buena noticia, un indicador de la notable mejoría en la situación mundial".

Con la pandemia de covid dando sus probables últimos coletazos, es tiempo para revisiones. Y una es la de las figuras que saltaron a la fama con ella. ¿Qué características tenían? ¿Qué es lo que favorece la popularidad en la ciencia y en una crisis así? Eso es lo que acaba de analizar un equipo de investigadores de 16 países y en el que se incluye el Centro de Estudios de Ciencia, Comunicación y Sociedad de la Universidad Pompeu Fabra (CCS-UPF).

Hay doce rasgos que se han ligado con la visibilidad o incluso con la celebridad en la ciencia. Básicamente, serían estos: la edad, que da experiencia, relaciones con los medios y una mayor seguridad ante las más que probables críticas de su gremio con la exposición; ser hombre (en una lista oficiosa, de las cien personas más famosas en la historia de la ciencia, solo 11 eran mujeres); tener una buena reputación científica ("las características que llevan a tener una visibilidad pública son muchas veces similares a las que se exigen para tener éxito en la ciencia, como ambición, energía, creatividad, inteligencia y agresividad"); dar una imagen pública agradable (Barnard, la primera persona que realizó un trasplante de corazón humano, pensaba que "si hubiera sido gordo y calvo, el interés se habría apagado antes"); tener mucha visibilidad en los medios, entender sus necesidades –lo que crea un bucle de retroalimentación– o explicarse de forma accesible, a ser posible repartiendo posibles citas y titulares.

Más cosas que ayudan: una cierta exposición de la vida privada, que ayuda a reducir distancias con el público; opinar sobre asuntos que no tienen que ver con su especialidad (hasta el punto de que a veces se convierten en ‘portavoces de la ciencia’); implicarse en polémicas ("los científicos famosos se han descrito como valientes y asertivos, intensamente competitivos y ambiciosos"); llevar bien las inevitables críticas o incluso entrar a formar parte del ‘merchandising’ más o menos cultural.

Estos son los rasgos principales que ayudan a entender la composición del salón de la fama científica (y quizá ausencias como la de Hilleman, "la persona que más vidas ha salvado" y a la que se apoda como ‘el gran desconocido’). Para comprobar su vigencia en la pandemia, los investigadores escogieron a un icono de cada país entre los 16 participantes y comprobaron cuántos de los rasgos estaban generalmente presentes. Entre los elegidos estaban Anthony Fauci por Estados Unidos, Christian Drosten por Alemania o Fernando Simón por España.

El estudio es solo una aproximación: muchos eran perfiles institucionales cuya visibilidad, dadas las circunstancias, podía considerarse poco menos que inevitable. En el caso del aragonés Fernando Simón, para Gema Revuelta, directora del CCS-UPF y coautora del artículo, "el puesto y salir cada día a informar fueron, por supuesto, detonantes, pero cumplía además con muchas de las características que se han identificado en científicos que se convierten en célebres".

Además, también surgieron otras celebridades periféricas y que opinaron con más o menos acierto, con más o menos intereses asociados o sobrevenidos. Personas que, al contrario que otros ‘expertos invisibles’, tuvieron el tiempo o las circunstancias personales que lo permitieron, o que estuvieron dispuestas al sobreesfuerzo que otras no quisieron o simplemente no pudieron pagar. En un estudio previo, el propio CCS-UPF identificó 26 nombres particularmente presentes, entre los que destacaban cinco: Margarita del Val, Oriol Mitjà, Fernando Simón, Alfredo Corell y Luis Enjuanes. Usted puede jugar y localizar cuántos de los rasgos descritos estaban también en sus propios referentes.

Dentro de los 16 incluidos en el estudio, se cumplía que solían ser de edad avanzada (la media era de 59 años y solo dos tenían menos de 50), eran abrumadoramente hombres (solo había tres mujeres), casi todos eran ya reconocidos en su campo (pero muchos de ellos no se comportaban de forma agresiva, sino humilde), eran carismáticos y daban una imagen agradable; todos aparecieron asiduamente en medios, pero únicamente seis tenían ese perfil antes de la pandemia, y conocían bien las necesidades de la prensa, aunque algunos fueron alejándose o restringiendo sus apariciones.

Por otro lado, a veces exponían parte de su vida privada y, en general, se implicaban en polémicas que surgían; sin embargo, la mayoría se limitaron a su área de conocimiento. La mitad fueron visiblemente criticados y solo unos pocos fueron imagen de ‘merchandising’.

Visibilidad científica

El estudio es un brochazo no exhaustivo, como el propio trabajo reconoce, pero entre las 16 celebridades seleccionadas concluye que, de forma general, se cumplen al menos 8 de los 12 rasgos tradicionales, lo que lleva a pensar que "circunstancias inusuales como la covid-19 no cambiaron el fenómeno de la visibilidad científica de forma significativa". O, como explica Revuelta: "Los iconos de la pandemia poseían una combinación de características personales y profesionales que coincidían en buena medida con lo que ya se había estudiado ante para definir a los científicos visibles o célebres".

Esa fama perdurará aunque la pandemia termine o casi haya terminado ya, aunque varios se alejaran de la primera fila mucho antes de acabar. La fama, sin embargo, no es sinónimo de atención. Dos años después del confinamiento, Fernando Simón agradecía estar alejado de los focos después de "dejarse la piel" y que se la "arrancaran a tiras". "¿Qué ha sido de Fernando Simón?", se preguntaba ante su ostracismo el exdirector general de Salud Pública de Asturias, Rafa Cofiño. Lo hacía para reclamar de nuevo la atención, trazar un puente y recordar cómo, en lo peor de la pandemia, se asumía que habría que reforzar no solo la sanidad pública, sino también la salud pública, encargada de la vigilancia y promoción de la salud, cuando lo peor pasase.

Pero "sucede un poco como con Santa Bárbara, que solo nos acordamos de ella cuando truena".

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