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Ciencia y técnica en las películas de Segundo de Chomón

Extraordinarios efectos especiales pueblan las películas de Segundo de Chomón, entre las que encontramos abundante contenido tecnocientífico: desde astronautas que viajan a la Luna y a otros planetas a modernos hoteles que avanzan el potencial de la naciente electricidad. Pasen y vean.

Segundo de Chomón fue un verdadero mago de los efectos especiales en pantalla.
Segundo de Chomón fue un verdadero mago de los efectos especiales en pantalla.
José Miguel Marco

En 1908, se rueda ‘Excursion dans la Lune’ (‘Excursión a la Luna’, 7 min), la fantástica aportación de Segundo de Chomón a los viajes espaciales. Un idea que cuenta con una larga tradición literaria y que Méliès ya había inmortalizado unos años antes en uno de sus filmes más conocidos y emblemáticos, ‘Le voyage dans la Lune’ (‘Viaje a la Luna’, Méliès, 1902, 14 min 12 s). Se trata de una versión muy fiel, un plagio (algo habitual en esta época de los orígenes del séptimo arte) financiado por Pathé, la misma productora francesa del filme meliesiano.

Salvo algunos detalles, el argumento es el mismo: un grupo de cinco astrónomos (seis en la misión lunar de Méliès) embarca en una nave espacial para viajar a la Luna. El (erróneo) método de propulsión es idéntico al propuesto por Julio Verne en su novela ‘De la Terre à la Lune’ (1865), en la que ambos filmes se inspiran: un enorme cañón que envía directamente la nave-obús a su destino. 

En este caso es un regimiento de soldados y no un grupo de coristas quien empuja el obús con sus tripulantes al interior del cañón. El alunizaje no se produce en el ojo de la cara de la Luna sino en la boca. Los astrónomos viajeros se han desecho de sus indumentarias de astrólogos (largas túnicas con motivos estelares y gorro de cucurucho) ¡Qué manía de confundir una pseudociencia como es la astrología con la astronomía! Pero ya me dirán cómo vestir a un astrónomo en un filme para que el espectador lo identifique. Una vestimenta estrafalaria que no deja de ser un recurso más de la incipiente cinematografía, que enlaza con la tradición teatral, para captar la atención y sorprender al espectador. Aunque tampoco el atuendo de caballero resulta demasiado práctico que digamos para un viaje espacial. En cambio, mientras los astrónomos viajeros de Méliès llevan un paraguas que solo utilizan como arma para fulminar a los selenitas que acuden a su encuentro, los de Chomón lo emplean, como debe ser, para protegerse de la nieve cuando alunizan.

Los selenitas de este filme no resultan tan belicosos como los de Méliès. Es más, cuando los viajeros regresan a la Tierra lo hacen acompañados de una selenita enamorada. Para la vuelta, claro está, el método meliesiano resulta insuperable. No hay más que empujar la nave desde el borde lunar para que se precipite hacia la Tierra que, como todo el mundo sabe, se encuentra debajo de la Luna.

Fórmulas en la pizarra que luego se revela interactiva en ‘Excursion dans la Lune’ (1908).
Fórmulas en la pizarra que luego se revela interactiva en ‘Excursion dans la Lune’ (1908).

La primera pantalla interactiva

Si hubiera que destacar un aspecto en el que el filme de Chomón supera al de Méliès, este sería, sin lugar a dudas, las prestaciones con las que el turolense dota a la pizarra de los astrónomos, reunidos para discutir los detalles del viaje lunar al inicio de la historia. Mientras la pizarra de Méliès resulta impropia de una exposición científica (apenas un simple dibujo a tiza de la trayectoria de la nave-obús), la de Chomón está repleta de fórmulas y símbolos matemáticos que dan cumplida cuenta de la complejidad del problema de mecánica celeste abordado

Y no solo eso, sino que, al darle la vuelta, la pizarra se transforma… ¡en una pantalla interactiva donde se muestra una simulación del viaje de la Tierra a la Luna! Las pantallas táctiles y tabletas, artilugios electrónicos cotidianos, harán su aparición 90 años más tarde (hacia 2001). Chomón, creador de tantos otros efectos especiales del cine de los orígenes, no solo desarrolla uno nuevo, sino que avanza la idea de las pizarras interactivas, tan presentes hoy en día.

Más allá de la Luna

Chomón realizará también un viaje cinematográfico más allá, a Júpiter. Aunque en este caso propone un método más económico. En ‘Voyage sur Jupiter’ (‘Viaje a Júpiter’, 1909, 8 min 4 s), un astrónomo le muestra a un rey del medievo el planeta a través de un telescopio moderno (¿un anacronismo intencionado?). En un libro animado, como la pizarra anterior, le indica también una sencilla y original manera de viajar: mediante una escalera que llega hasta Júpiter (los astros en la ficción siempre están por encima de la Tierra). A través del telescopio ve también a una doncella estirada sobre los cuernos de la Luna y a un habitante de Saturno balanceándose sobre los anillos. Filigranas surrealistas que Chomón emplea también en ‘Les Lunatiques’ (‘Los lunáticos’, 1908, 3 min 21 s) y que acabarán por devenir icónicas.

Cuando el monarca se duerme en su lecho real, sueña que asciende por la escalera y esos mismos personajes salen a saludarle. Curiosamente, durante el ascenso y después de pasar por la Luna, se encuentra con Saturno antes de llegar a Júpiter, cuando el planeta de los anillos está más allá. Es de suponer que Chomón se toma esta licencia para forzar la aparición del fotogénico astro en el filme. Una vez allí, el rey terrícola es apresado y conducido ante el rey joviano. El encuentro no resulta demasiado amigable y acaba devuelto a su lugar de procedencia tras ser arrojado por el borde del planeta, siguiendo el método de Méliès para volver a la Tierra tras una misión espacial. Así que el viaje onírico acaba con un batacazo silente, ¿desde Júpiter? No, desde la cama real.

Destaca el trucaje de la toma cenital de las imágenes que facilita la subida y bajada por la escalera estando esta tendida en el suelo. Otro de los primeros efectos especiales del cine empleado de forma magistral por Chomón en sus filmes de acróbatas (‘Les Kiriki, acrobates japonais’, 1907).

Uso de la toma cenital en una escena de la película ‘Les Kiriki, acrobates japonais’, 1907, a la que se puso banda sonora en el Festival Retina.
Uso de la toma cenital en una escena de la película ‘Les Kiriki, acrobates japonais’, 1907, a la que se puso banda sonora en el Festival Retina.
José Miguel Marco

Hoteles automáticos y trampas eléctricas

¿Un hotel completamente automatizado a principios del siglo XX? Pues sí. Este es el argumento del filme ‘Hôtel électrique’ (‘El hotel eléctrico’, 1908, 6 min 27 s). El matrimonio Bertrand y Laure (personaje interpretado por la propia esposa de Chomón, Julienne Mathieu, colaboradora también en guiones y efectos especiales) se aloja en un hotel donde todos los servicios están automatizados. Todo bajo la atenta supervisión y control del único empleado desde una mesa de comandos que funcionan mediante energía eléctrica. Las maletas suben a la habitación sin necesidad de un botones; su contenido se coloca de forma ordenada en armarios y cajones; un cepillo lustra los zapatos y un peine, con aparente vida propia, desenreda los cabellos; una brocha de afeitar extiende el jabón y una cuchilla rasura la barba; una pluma escribe una carta y la introduce en un sobre. Todo es orden y perfección hasta que el operario ebrio toquetea los comandos de control de los aparatos provocando el caos y el descontrol más absoluto.

Una obra maestra indiscutible. No solo por el uso de la técnica del paso de manivela (‘stop-motion’) con la que Chomón aparenta el movimiento de un objeto inanimado a base de la toma de imágenes fijas sucesivas, de la que el turolense es un maestro sin rival (aunque no el inventor), sino porque el filme avanza el potencial de la electricidad y alerta sobre las consecuencias indeseables que un mal uso de una tecnología emergente puede acarrear. 

Aunque incipiente entonces, la electricidad (base del propio invento cinematográfico) estaba llamada a convertirse en la base del progreso. Los primeros electrodomésticos aparecerán a la par que Chomón desarrolla su carrera cinematográfica (1901: aspiradora; 1909: lavadora; década 1920-1930: ventilador, plancha, nevera, secador...), pasando de objetos de lujo a ser de uso común. La imaginación de Chomón acabaría convertida en objetos cotidianos.

En ‘Le courant électrique’ (‘La corriente eléctrica’, 1906, 1 min 18 s) Chomón introduce otra de las aplicaciones prácticas y ya conocidas por entonces de la electricidad: una trampa eléctrica para ladrones reincidentes. Un tendero, escamado por el robo de comestibles que ha sufrido, instala él mismo un cable conectado a la bombilla de la entrada. Cuando los ladrones vuelven e intentan un nuevo robo, reciben una descarga eléctrica con los efectos consecuentes, siempre fotogénicos y jocosos. La policía y los viandantes intentan separarlos también. Y es que los fenómenos eléctricos poseen la conocida propiedad (ahora, pero no tanto para nuestros antepasados de hace un siglo) de trasmitirse por cables conductores. Al final el propio tendero es quien resulta detenido por el tumulto que ha organizado con su instalación eléctrica.

La idea de este montaje no está clara, aunque vamos a conceder al tendero una buena formación como electricista capaz de diseñar un cableado similar al de las vallas electrificadas para ganado. Los efectos del paso de una corriente eléctrica por el cuerpo humano (o animal) dependen de la intensidad eléctrica (no del voltaje). Van desde contracciones involuntarias de los músculos y espasmos y movimientos descoordinados (unos pocos miliamperios), el agarrotamiento muscular que puede conllevar la muerte por asfixia si persiste la situación (intensidades entre 10 y 20 miliamperios), hasta la fibrilación ventricular, es decir, la incapacidad del corazón para bombear la sangre de manera rítmica, para intensidades de unos 100 miliamperios. Esta situación resulta irreversible y conlleva la muerte del individuo. Mucho nos tememos que si el circuito eléctrico del tendero tiene como fuente de alimentación la misma que la bombilla (110-220 voltios), la corriente eléctrica sea demasiado elevada como para que un cuerpo humano, por muy ladrón que sea su poseedor, resista. Así que es muy probable que los ladrones, sin la protección debida (aislante eléctrico), resulten electrocutados, al igual que policías y transeúntes.

El hombre invisible se desviste en ‘Le voleur invisible’ (1909).
El hombre invisible se desviste en ‘Le voleur invisible’ (1909).

Receta para la invisibilidad

No solo los viajes espaciales o la electricidad tienen cabida en la filmografía chomoniana. En ‘Le voleur invisible’ (‘El ladrón invisible’, 1909, 5 min 29 s) un hombre se detiene ante el escaparate de una librería y compra el libro ‘L’Homme Invisible’ de G. H. Wells (llama la atención la inversión de las iniciales del nombre del autor verdadero, el afamado escritor británico Herbet George Wells). En él se halla la receta para la invisibilidad: ‘Formule pour l’invisibilité des corps’ (Fórmula para la invisibilidad de los cuerpos), a saber: invisibilyte 15 gouttes, vaporine 2 grammes, fluidythe 10 centil.

Como dispone de esas (ficticias) sustancias, el protagonista decide fabricar el producto. Y tras mezclarlas a ojo en esas proporciones exactas, ingiere la poción. En la novela original (‘The Invisible Man’. ‘El Hombre invisible’, 1897) el protagonista es un científico que experimenta en sí mismo con una solución capaz de alterar el índice de refracción de los objetos y los torna transparentes a la luz en el aire. Ni este método ni aquel son viables: el cuerpo humano no es homogéneo y resulta imposible conseguir que se comporte todo él a la vez como un pedazo de vidrio sumergido en un medio como el agua de igual índice de refracción y alcance esa supuesta transparencia.

El movimiento de objetos inanimados como sillas, armarios, carteras, vajillas, etc. tiene aquí como causa la acción de este hombre invisible. Un entorno ideal donde Chomón muestra su maestría. Es una de las primeras versiones de la novela de Wells que dará lugar a una gran cantidad de seriales y películas sobre la invisibilidad. Desde el clásico homónimo de James Whale de 1933 y sus secuelas hasta la reciente: ‘The Invisible Man’ (Leigh Whannell, 2020) en clave de violencia de género. Los efectos especiales son extraordinarios, sobre todo cuando, convertido en un ser invisible, el protagonista se despoja de su ropa y va desapareciendo. Algunos de los hombres invisibles de la ficción, como el de este filme, utilizarán su poder para realizar todo tipo de fechorías. En cambio, otros se dedicarán a trabajar de lo único a lo que un hombre (o mujer) invisible puede aspirar: de espía. Espiar sin que te vean, ese es el objetivo. Aunque como ladrón debe de resultar más fácil ganarse la vida.

El hombre que fue Segundo

En 2021 se conmemoró el 150 aniversario del nacimiento de uno los pioneros indiscutibles del cine: Segundo Chomón y Ruiz (Teruel, 1871 - París, 1929). En ‘Los 500 filmes de Segundo de Chomón’ (1988) el historiador Juan Gabriel Tharrats señala: "Chomón, antes de encontrarse con el ‘invento del siglo’, fue como tantos cientos de miles de humanos: un hombre gris, un hombre sin historia, hasta que el destino en el momento y lugar oportunos, se cruzó con él". Su vasta obra cinematográfica se cifrada en alrededor de 500 filmes (entre obras propias y colaboraciones), muchos de los cuales se han perdido. Solo el trabajo imprescindible de recuperación emprendido por estudiosos y filmotecas da nueva luz (valga el doble sentido) y los sitúa en el lugar prominente que les corresponde.

El filme ‘El hombre que quiso ser Segundo’ (Ramón Alós Sánchez, 2014) es un documental, de visión obligada, que transita entre la ficción y la realidad sobre la vida y obra de Chomón. Cine dentro del cine. Constituye un singular homenaje a la figura poliédrica de este genio. Al final, la voz del narrador explica: "Segundo de Chomón murió en París, el 2 de mayo de 1929. El mismo año en que murió Chomón a Georges Méliès se le dedicó un grandioso homenaje en el que se proyectaron algunas de sus películas. […] Cinco años después la tumba fue eliminada. Toda su imaginación, su trabajo y su esfuerzo no le bastaron para superar a otros, tal vez solo un poco más afortunados que él. Otros que, a diferencia de él, nacieron para ser primero". Fin.

Manuel Moreno Departamento de Física de la Universidad Politécnica de Cataluña

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