¿Qué es la disforia de género, un sentimiento que permea la ley trans?

La OMS recomienda que se diagnostiquen los casos en que una persona siente que su género no concuerda con su sexo, más en los casos de menores.

Sexo y derecho
Sexo y derecho
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Una persona que se siente a disgusto con su cuerpo debido a que considera que su género (masculino o femenino) no se corresponde con su sexo tiene lo que se conoce como "disforia", "incongruencia" o "discordancia" de género. Reconocida como una "condición relacionada con la salud sexual", la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que quienes la tienen podrían perseguir el objetivo de transformar su organismo para que el "género experimentado" concuerde con el "sexo asignado".

En España, con el debate de la 'ley trans' se han comenzado a escuchar estos términos, sobre todo el de "disforia", entre quienes se oponen a la libre autodeterminación de género de los menores de edad y a la exclusión de la evaluación psicológica. Porque sin mencionarla el proyecto de 'ley trans' la elimina como requisito de cambio de nombre y sexo en el registro y que ahora sí se exige. "A ella no le gustaba el pecho que le empezaba a crecer. Siempre ha sido deportista y le generaba una serie de malestares. A nadie le han gustado esos cambios cuando nos han ocurrido, bien porque eres bajo o con poco pecho", describe la madre de una chica que se define como hombre trans.

Hasta 2018, la condición transexual era considerada un "trastorno parafílico", como la pedofilia por ejemplo, y recién en 2022 se publicó su exclusión oficial dentro de esa categoría de "patrones persistentes de excitación sexual atípica" y asociada a "un riesgo significativo de lesión o muerte". Sin ser considerada una patología, la discordancia de género (como se recomienda traducirla al español) sigue en las directrices más recientes de la OMS.

Los estudios indican que puede suceder en cualquier momento de la vida. En la adultez, adolescencia o niñez puede aparecer el "deseo de transición para vivir y ser aceptada como una persona del género experimentado", describe la OMS. La media del "inicio del sentimiento identitario" es de trece años, e "intensa" en siete de cada diez casos, según el artículo 'Incongruencia de género: detransiciones y arrepentimientos', realizado por investigadores del Hospital Universitario Doctor Peset de Valencia, publicado en 2020. Estos científicos sentenciaron que "los tratamientos de afirmación de género son efectivos para mejorar la disforia de género, disminuir la presencia de psicomorbilidad y optimizar la calidad de vida" de estos individuos, de los que el 63% se reconocía hombre y el 36%, mujer.

Diagnóstico y prudencia

La OMS habla de "diagnóstico", lo que implica a los médicos, y aconseja que no se debe hacer "antes del inicio de la pubertad" ni tener como base "el comportamiento de género y las preferencias". Mientras que en los niños se debe constatar que "ha persistido aproximadamente durante dos años". Diversas investigaciones demuestran que las personas con incongruencia de género padecen sufrimiento e incluso "problemas psicosociales", como rechazo familiar, acoso, abusos o problemas legales y escolares, indica Felipe Hurtado-Murillo, en la guía 'Disforia de género en infancia y adolescencia'. En este trabajo advierte también que "es de suma importancia descartar a niños, niñas y adolescentes cuya conducta simplemente no encaja en el estereotipo cultural de masculinidad o femineidad". Tampoco, complementa la OMS, es suficiente que los niños presenten "una fuerte aversión a su anatomía sexual" o "juegos imaginarios que no son típicos".

Los detractores de los tratamientos con hormonas o sus supresores y cirugía señalan que esta condición se acelera y populariza en tiempos recientes. "Lo que está sucediendo en mi hospital es que había años que teníamos un adolescente trans y otros que no teníamos ninguno, pero en estos años el 20% de los adolescentes ingresados con trastornos mentales graves, porque si no no ingresarían una unidad de hospitalización psiquiátrica, dicen ser trans y la inmensa mayoría lo dice desde hace unas semanas. Incluso hemos tenido transiciones, entre comillas, en la planta. O sea que cuando ingresaron ni lo habían pensado", mantuvo Celso Arango, jefe del servicio de Psquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón durante un acto de la agrupación Amanda y que declinó participar en este reportaje.

Inicio rápido

Este "fenómeno" de aceleración fue descrito por primera vez en 'Plos One' en 2018 por la investigadora Lisa Littman, que lo relacionó con la presión que jóvenes vulnerables reciben de las redes sociales, basada en "observaciones, experiencias y perspectivas de los padres" de jóvenes en un "entorno transgénero", con "aumento del uso de las redes sociales antes de la divulgación de la nueva identidad", explica un estudio de la endocrinóloga Mariana Gomes, como autora principal. Los editores de la revista científica advirtieron, un año después cuando impusieron una revisión del artículo, que la "disforia de género de inicio rápido (ROGD, por sus siglas en inglés) no es un diagnóstico formal de salud mental" y debe ser empleado con cautela.

Con todo, la tesis de Littman ha permeado. "Mi hija tuvo disforia de género de inicio rápido porque le salió un pecho enorme que no le gusta nada, y no estaba conforme con su cuerpo", asegura otra madre de una joven que se declara hombre trans pero no ha iniciado el tratamiento. "Pero yo sé que mi hija no es trans y tiene un trastorno. Está inconforme con su cuerpo y sacó las ideas de vídeos de Youtube. La sexualización a la que están sometidas ahora las mujeres con una gran exposición hace que ella piense que es un hombre, al no encajar en ese perfil hipersexualizado. Esa es la explicación que encuentra en las redes, la sociedad y los amigos". Es una idea que tabién encuentra eco en los artículos científicos. Por ejemplo, el estudio 'Imagen corporal en personas con disforia de género', de la investigadora de la Universidad a Distancia de Madrid, María Frenzi, mantuvo que "el ideal de belleza ha ido cobrando cada vez más importancia pudiendo incrementar la insatisfacción corporal", dando lugar a la disforia de género y que cruzado con la presión social podría consolidar y acelerar esta condición.

Algunos de los que apoyan el trabajo de Littman hablan de "pandemia de disforia", "fenómeno nuevo" y "contagio social". El estudio valenciano determinó, luego de hacer seguimiento a unos 220 casos, que menos de un 2% desistió y un 6% inició la "detransición", es decir, un tratamiento de reversión, con la disforia de género de inicio rápido, a la que dan validez, y la falta de apoyo familiar como factores de arrepentimiento.

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