Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Gazapos de ciencia y cine

‘The Predator’: ¿tíos, habéis visto lo increíblemente equipado que viene ese alienígena?

Una de las grandes ventajas de ser un extraterrestre procedente de los confines del espacio es no estar sujeto a las leyes de la evolución natural terrestre y poder presentar órganos inauditos capaces de sorprender incluso al más experto en biología evolutiva. Aunque, a veces, esas adaptaciones no encajan tan bien cuando se ponen los pies en el suelo.

Fotograma del filme ‘Predator’ (Shane Black, 2018).
Fotograma del filme ‘Predator’ (Shane Black, 2018).
20th Cent. Fox, Davis Ent., TSG Ent., Canada Film Cap., Dark Castle Ent.

Un grupo de exsoldados recluidos en un psiquiátrico liderados por un francotirador de las fuerzas especiales que descubrió la nave alienígena del primer ‘predator’, su hijo y una doctora experta en biología evolutiva son testigos directos e involuntarios protagonistas del enfrentamiento entre dos facciones de los letales cazadores alienígenas, con la Tierra como escenario.

Encuentra el gazapo científico en este diálogo de la película ‘Predator’ (‘The Predator’), dirigida en 2018 por Shane Black, con guion de Shane Black Fred Dekker y con Boyd Holbrook (Quinn Mackenna), Olivia Munn (Doctora Casey Bracket), Trevante Rhodes (Nebraska Williams), Sterling K. Brown (Agente Will Traeger), Jacob Tremblay (Rory Mackenna)… en el reparto,

El diálogo de película

¡¡¡¿Qué era el grande?!!! -preguntó uno de los soldados del psiquiátrico visiblemente alarmado refiriéndose al segundo alienígena y que se acababa de cargar al primer predator.
–Nosotros le importamos una mierda. Solo quería al otro –razonó otro de sus compañeros
¡Tíos!, ¡¿habéis visto, no?! –preguntó la doctora sin disimular su excitación–: ha desarrollado un exoesqueleto bajo la piel, el muy cabrón –explicó antes de expresar en voz alta lo que todos se estaban preguntando: pero, ¿por qué se matan ente ellos?.

El gazapo

Pues lo cierto, doctora, es que en realidad no lo hemos llegado a ver. Y tal vez, precisamente, porque, como usted asegura, lo ha desarrollado bajo la piel. Pero puestos a fiarnos de su ojo clínico como experta en biología evolutiva, entonces no cabe duda de que se trata de seres extraterrestres: los ‘predators’ y, presumiblemente, también los guionistas; porque por estos lares no hay constancia de exoesqueletos internos.

Y es que un exoesqueleto bajo la piel es algo completamente inaudito. O más bien ‘mal dito’, lo que en mi galego natal significa ‘mal dicho’. Porque el prefijo ‘exo’ implica, justamente que es un esqueleto externo o exterior.

Pero lo del exoesqueleto subcutáneo no es solo una sinrazón etimológica, que eso sería lo de menos. Es también y sobre todo, algo inaudito por el origen mismo de los exoesqueletos ‘terrícolas’. Y eso que se estima que hay más de 200 millones de organismos que lo portan sobre la faz del planeta por cada persona. Consecuencia de que el exoesqueleto es característico y consustancial del filo de los artrópodos, que incluye a insectos y crustáceos –aunque no exclusivo, que organismos de otros filos también lo lucen–.

El exoesqueleto –entendido y definido como el rígido armazón externo que recubre, protege, y sustenta el cuerpo del organismo– es secretado por las células de la epidermis –la capa más externa de la piel–, por lo que se localiza sobre sobre esta, constituyendo así la barrera o frontera entre el medio interno y el ambiente. Es por tanto una cutícula de naturaleza (principalmente) orgánica integrada no por células, sino por una combinación de fibras de quitina –un polisacárido lineal de gran tamaño, unidas y entrelazadas–, proteínas, lípidos y, en el caso de los crustáceos, reforzada por depósitos de carbonato cálcico (un compuesto inorgánico).

Desde un punto de vista fisiológico, el exoesqueleto es un armazón de lo más versátil: así, ejerce de sostén del sistema muscular. De hecho, esta es su función fundamental por cuanto los invertebrados carecen de esqueleto interno. Y para entender cómo la ejecuta, podemos recurrir a una analogía doméstica: si el esqueleto de los vertebrados actúa como un perchero, sobre el que se sostienen los músculos, el exoesqueleto de los artrópodos se asemejan a un tendal, con los músculos sujetos por un soporte externo.

Pero es que el exoesqueleto, además de rígido, generalmente también es impermeable, por lo que impide la entrada de agua y otras sustancias y microorganismos del exterior y, al mismo tiempo, evita la salida de agua desde el interior y con ello la deshidratación del organismo. Y además ejerce una agradecida función de armadura o coraza protectora contra potenciales depredadores. Y tal vez esa sea la clave pare entender por qué el de los alienígenas de la película es tan antinatural, dado que, en su caso, ellos son los ‘predators’.

La muda como explicación para entender por qué los predators son unos cabrones

Aun siendo una maravilla del diseño evolutivo, el exoesqueleto presenta también algunos problemas o limitaciones. La principal, que constriñe al organismo de modo que, para crecer, este tiene que desprenderse temporalmente de su rígida coraza protectora y luego generar otra de su nueva talla. Un proceso conocido como muda y que implica que, llegado el momento, las células epidérmicas del animal secretan una enzima que lo disuelve. Lo que en el caso de los visitantes llevaría implícito que también se tendría que disolver el envoltorio que lo rodea, es decir, la piel. Un proceso que se presupone bastante doloroso por cuanto en esta, al menos en los organismos terrícolas, se localizan numerosísimos sensores o receptores, incluidos los del dolor. Si para los ‘predators’ reza lo mismo, y atendiendo a su considerable tamaño, es normal que tengan tan mala leche y se porten como cabrones. Más aún en el caso del recién aterrizado que destaca por grande entre sus congéneres*.

(*Este argumento tiene truco –por no decir, gazapo a conciencia– porque, en realidad, el exoesqueleto de los artrópodos también presenta receptores que les permiten interaccionar y percibir el entorno. Aunque menos que la sensibilísima piel de los vertebrados, cabras y cabrones incluidos).

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