Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

La meritocracia pura tampoco es para la ciencia

Tener una madre o un padre con el título de doctorado multiplica la probabilidad de ser profesor titular universitario hasta 25 veces. En promedio, los profesores titulares provienen de barrios un 25% más ricos que la media.

Entre dos personas con el título, es dos veces más probable que una llegue a profesor titular si uno de sus padres también lo posee.
Entre dos personas con el título, es dos veces más probable que una llegue a profesor titular si uno de sus padres también lo posee.
Pixabay

Amanecemos últimamente con noticias constantes sobre cambios de impuestos. Las propuestas oscilan y combinan bajadas generales con reducciones o incluso subidas selectivas. Más allá de sus consecuencias en la misteriosa macroeconomía, esas guerras de impuestos son también una guerra de ideología: mientras unas subrayan la importancia de la redistribución, otras apuestan por la individualidad, al estilo del sueño americano donde uno mismo crea su propio destino según su esfuerzo y sus méritos.

El concepto de mérito, sin embargo, es esquivo en un sentido amplio. Y desde el momento en que existe desigualdad, la meritocracia pura no dista de ser una entelequia. Uno de los mejores predictores del rendimiento cognitivo y académico es el nivel socioeconómico de las familias, un tipo de estatus que la genética apenas puede explicar. Y el mero hecho de proporcionar modestos cheques mensuales a familias en riesgo de pobreza ya parece mejorar la actividad cerebral de los bebés.

Aparcando en el mundo de la ciencia, no es de perogrullo recordar que esta la hacen personas; que hay otros mundos, pero están en este. Un estudio reciente publicado en la revista 'Nature Human Behaviour' ha analizado lo que han dado en llamar "las raíces socioeconómicas del profesorado académico". Las conclusiones, antes del desarrollo: tener una madre o un padre con el título de doctorado multiplica tu probabilidad de ser profesor titular entre 12 y 25 veces. Aún más si se trata de una facultad de élite. Y, en promedio, los profesores titulares provienen de barrios casi un 25% más ricos que la media nacional.

Esto dicen los autores en su resumen: "Nuestros resultados sugieren que el profesorado es accesible de forma desproporcionada para los privilegiados socioeconómicos, lo que probablemente modela profundamente su labor académica y la reproducción de esta".

Sobre clases y microclases

El estatus socioeconómico de los padres influye de múltiples maneras en los hijos. Lo hace a través del capital económico, pero también mediante el capital social y, directa o indirectamente, a través de su capital cultural y educativo. En el caso de este estudio, los autores reconocen que "la sobrerrepresentación de profesores con padres doctorados quizá no sea sorprendente. Pero nuestros resultados cuantifican la magnitud y la persistencia de esa sobrerrepresentación".

Para el trabajo recibieron información de más de 7.200 profesores titulares de universidad en Estados Unidos de distintas disciplinas: desde biología o física a sociología y psicología, pasando por económicas o historia. Los resultados indican que, si eres profesor titular, tienes entre 12 y 25 veces más probabilidades que la población general de tener un padre o madre con un título de doctorado (los autores opinan que la verdadera cifra se encuentra en la parte alta del intervalo). Además, entre dos personas con el título, es dos veces más probable que una llegue a profesor titular si uno de sus padres también lo posee. Las proporciones no parecen haber cambiado en los últimos 50 años y son aún mayores en las universidades más prestigiosas.

Respecto al nivel socioeconómico, el profesorado proviene de barrios casi un 25% más ricos respecto a la media del país, y es más frecuente que su familia tenga casa en propiedad. Como decía Michael T. Nietzel en la revista 'Forbes', "si tu aspiración es ser algún día profesor titular universitario, aquí va un consejo: escoge bien a tus padres".

Aunque el estudio se realizó únicamente en Estados Unidos, es muy posiblemente extrapolable a otros países. Responde al concepto de microclases, según el cual la transmisión del estatus entre generaciones no depende solo de la clase social, sino también de la ocupación concreta de los padres dentro de ella. Varios estudios muestran su existencia y relevancia en diferentes profesiones y en países tan diferentes como Alemania, Reino Unido, Dinamarca o Suecia. Por poner ejemplos concretos, un 20% de los médicos en Suecia tienen un padre o madre que también lo es. En Estados Unidos, tener un padre o madre médico multiplica por 23 la probabilidad de que el hijo o hija también lo sea. En el caso de los electricistas lo hace en un factor de 5, y este es de 37 para los economistas. En el caso de los representantes políticos, lo multiplica por más de 300.

En España, a nivel de clase social y según recoge un artículo reciente en 'El País' -a partir de un informe de la Universidad Complutense- , el 90% de quienes estudian el doble grado de Matemáticas y Física -la carrera con nota de acceso más alta de toda España- tienen una madre universitaria y una situación económica desahogada.

Un problema para la diversidad

En una primera versión del estudio , publicada en forma de prepublicación antes de ser revisada por otros expertos, los autores escribían: "Los avances hacia la ampliación de la participación en la ciencia seguirán siendo limitados si nuestras definiciones actuales de meritocracia dentro del mundo académico favorecen implícitamente a los individuos con las ventajas heredadas que confieren la riqueza y la educación". La versión final no incluye la palabra meritocracia, pero el mensaje es similar, dice: "El progreso hacia la ampliación de la participación en la ciencia seguirá siendo limitado si nuestras prácticas actuales dentro del mundo académico favorecen a los individuos con ventajas conferidas por el privilegio socioeconómico y ocupacional de los padres".

Si la ciencia la hacen personas, y si son de este mundo, cada una llegará con sus propios trayectos, contextos, reclamaciones e intereses. Y todo ello influirá en la ciencia que quieran hacer y en cómo interpretarla. Eso implica la raza o el género, y también la clase social, con la que se entrecruzan. Más allá de la injusticia de base que muestran los datos, hay una repercusión añadida en sus consecuencias. Entremezcladas en el artículo están estas líneas también: "¿Qué descubrimientos no se hacen y qué ideas no se desarrollan como resultado de la falta histórica y actual de diversidad socioeconómica en el mundo académico?".

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