Jorge Escohotado: "La entereza ante la muerte fue la última lección que mi padre nos dio"

El hijo de Antonio Escohotado, el filósofo fallecido en noviembre, se ha propuesto difundir el legado de su padre "hasta en japonés".

Antonio Escohotado y su hijo Jorge, en 2018.
Antonio Escohotado y su hijo Jorge, en 2018.
Vocento

Quienes no conozcan a Jorge Escohotado (Madrid, 1977) pueden iniciarse con la breve descripción que hizo su padre, el célebre filósofo y escritor Antonio Escohotado, en la dedicatoria del libro 'Sesenta semanas en el trópico': «Mi amigo del alma y báculo de mi vejez». El autor de obras como 'Caos y orden' e 'Historia general de las drogas' falleció en noviembre del año pasado, y ahora su hijo Jorge se ha propuesto difundir su legado «hasta en japonés» al frente de la editorial La Emboscadura.

-¿Cuál es la primera imagen que tiene de su padre?

-Obligándome a quitarme el bañador para meterme en el agua en la playa de Ses Salines, en Ibiza. Yo tenía menos de ocho años, venía de Madrid, y tenía un gran sentido del pudor. Las pasé putas, ¡qué ridículo! Eso fue antes de que le metieran en la trena, en 1983. Yo no tenía ni idea. Recuerdo que le enseñé a mi profesor una revista en la que salía mi padre, para fardar, y me dijo: «Tu padre está en la cárcel».

-¿Por qué le encerraron?

-Le acusaron de ser el jefe de la mafia 'hippie', pero nunca lo fue. Decían que traficaba con drogas. Estaba en contacto con sustancias psicoactivas, y a la vez proveía de esas sustancias a su tribu. Pero no para hacerse millonario. Simplemente, para ser útil.

-¿Cuándo volvió a verle?

-Con 13 años, en la casa de Hoyo de Manzanares (Madrid). Allí tenía mi padre una colección de porno inaudita, muy accesible, como todo. Yo empecé a enseñar esa colección a mis amigos de la urbanización. Se armó un grandísimo revuelo porque alguno lo contó en su casa y los vecinos fueron escandalizados a pedir explicaciones a mi padre.

-¿Qué aprendió de él?

-Entre otras muchas cosas, ortografía. Aquel verano, que suspendí Lengua en octavo de EGB, mi padre me puso a copiar a mano seis páginas diarias de su libro 'Historias de familia', que después fue 'Rameras y esposas'. Me dijo: «No he tenido tiempo de educarte, pero esto lo vas a hacer y no es negociable». Nunca más tuve una falta de ortografía. Mucho después, en 2018, me puse a trabajar con él e hicimos cuarenta conferencias en dos años, por España y por Sudamérica. Él ya había cumplido 75 años, no haría eso ni loco. Pero, por ilustrar a su hijo, sí. Empecé a vivir con él a los 16 años, pero me convertí en el tío que más ha escuchado a Antonio Escohotado.

-De los libros que escribió su padre, ¿con cuál se queda usted?

-Probablemente, con 'Sesenta semanas en el trópico'. Tengo bastante protagonismo y una escena 'donjuanesca' (risas). Ese verano para mí fue increíble. Mi padre estuvo en Tailandia un año y toda la familia íbamos a verle. En ese libro salimos todos sus hijos.

-¿Cómo fueron los últimos años?

-Mi padre se miraba mucho en Sócrates. Decía: «Yo quiero morir con una sábana encima, que nadie vea mi mueca cuando muera». Y así fue. Se fue a Ibiza y pasó los últimos años en un hotel rural de Santa Inés que se llama Can Partit y que se convirtió en la meca de sus familiares y amigos. En Santa Inés está enterrado. Fue un fallo multiorgánico. Pero mi padre puso, prácticamente, fin a su vida. A los 80 años, con la intensidad que había vivido, le pareció más que suficiente. Fue la última lección que nos dio, la entereza ante la muerte.

-¿Y ahora?

-Ahora él, en parte, vive en mí. Tengo un gran trabajo por delante, porque voy a poner su obra hasta en japonés. Escohotado no está en alemán, ni en ruso, ni en inglés. Es una gran responsabilidad. Voy a gastar hasta la última gota de mi sangre en difundir su legado.

-¿Qué le diría?

-No fuiste un gran padre, pero sí el mejor maestro.

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