Miguel Delibes de Castro: "La caza deportiva ha ido derivando a un negocio"

Hijo mayor del novelista, sostiene que su padre jamás hubiera ido a un safari. "El ojo de un ciervo le parecía humano"

Miguel Delibes de Castro, en La Aljafería
Imagen de archivo de Miguel Delibes de Castro
JAVIER BELVER

Miguel Delibes de Castro ha consagrado toda su vida a la preservación de Doñana, parque nacional que ha dirigido durante doce años. Primogénito del mítico novelista, perpetúa la memoria de su padre, cuya obra y pensamiento trata de mantener vivos y ajenos a apropiaciones espurias. No se casa con nadie y mantiene encendidas controversias con cazadores y animalistas. Gracias a este biólogo, el lince goza de buena salud.

Su padre era un cazador de piezas menores. ¿Le repugnarían los safaris?

Nunca hubiera hecho un safari, entre otras cosas porque le espantaba viajar en avión. No le gustaba la caza mayor; de hecho, no se practicaba en la mitad norte de España cuando él cazaba. Él decía que el ojo de un ciervo le resultaba demasiado humano, por lo que no podía abatirlo.

Los cazadores invocan a veces a su padre para decir que ellos son los mayores conservadores de la naturaleza.

Desde la década de los sesenta la caza deportiva ha ido derivando hacia un negocio, casi se podría llamar una industria. El viejo sueño de mi padre, el hombre libre, sobre una tierra libre, contra una pieza libre, resulta muy lejano. Les digo a muchos de estos cazadores de ahora a los que les sueltan las perdices para que las maten que eso podrían hacerlo en el estadio Santiago Bernabéu y no habría ninguna diferencia.

Los españoles se muestran muy concienciados con el cambio climático, pero dicen las encuestas que a la hora de la verdad muy pocos están dispuestos a hacer sacrificios.

Dudo que los españoles se sientan realmente muy comprometidos contra el cambio climático. La educación sobre este asunto tiene que apuntar más a convencer a la sociedad de que hay que aceptar algunas renuncias. Bastaría con que el 30% de la sociedad se lo creyera de verdad para que realmente hubiera una transformación social y económica.

¿Qué piensa de las macrogranjas?

Lo macro me gusta poco, incluidas las macrogranjas. Crean problemas locales de contaminación de acuíferos y emplean poca mano de obra. Los animales son menos felices en ellas.

¿Qué opina de los animalistas?

Discuto a menudo con ellos. Hay que procurar el mayor bienestar posible de todos los animales, pero hay poblaciones que es preciso controlar. Los gatos callejeros causan problemas a la biodiversidad. Por ejemplo, liquidan los lagartos endémicos de Canarias. Algo parecido ocurre con las cotorras argentinas, que matan a los murciélagos raros en el parque María Luisa de Sevilla.

¿Doñana sigue estando en peligro?

Doñana es un bicho raro, es un albino en un país de sol. Siempre está en peligro y por eso siempre hay que cuidarlo. Las amenazas se suceden: cada vez llueve menos, el calor ha aumentado y llegan de forma creciente más especies exóticas, fenómeno que no está en nuestras manos evitar.

¿Es usted pesimista sobre la evolución del mundo?

Mi padre era pesimista y me reprochaba que los científicos no hacíamos anda. Yo le replicaba que había que ir poco a poco. Me remito a lo que decía Gramsci, que apostaba por afrontar el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad.

¿Se convertirá la mitad sur de España en una especie de Sáhara?

Va camino de ello. Hace tiempo nos decían que en 25 años el sur de España tendría las temperaturas de Marruecos. Ya las tenemos. España se está desertizando.

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