La carta que heló la sangre a un vecino de la localidad sevillana de Arahal

Iba dirigida a su hija, fallecida en 1985, cuando tenía solo 6 años.

Foto de archivo de un sobre con una carta
Foto de archivo de un sobre con una carta
Pixabay

Hace unos días, un vecino de la localidad sevillana de Arahal, Miguel Blanca, recibió una carta en su casa que le paralizó nada más ver a quién iba dirigida: su hija Rosa María, que para los remitentes tendría 42 años, pero que, en realidad, murió en 1985, cuando tenía solo 6.

A sus 76 años, y con demasiados achaques para su edad, Miguel no fue capaz de abrir la carta, no entendía por qué la Junta de Andalucía le enviaba una carta a su hija, que murió el 16 de octubre de 1985, como se refleja en el Libro de Familia, y decidió esperar a que llegase su hija Ángeles para que abriese la carta e intentase encontrar una explicación.

La carta la enviaba la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, concretamente la Dirección General de Personas con Discapacidad, y, básicamente, lo que reclamaba a Rosa María era que actualizase los datos de que dispone de ella la Administración andaluza, con el fin de valorar si podía seguir manteniendo una hipotética situación de discapacidad.

Ángeles intenta tranquilizarse al hablar de este asunto, porque tanto ella como su familia están indignados con algo que ha levantado demasiadas ampollas entre ellos, ya que, lógicamente, no han olvidado a la pequeña Rosa María, pero tampoco que, desde que a los tres meses tuvo unas fiebres fortísimas, la niña no fue la misma, y que lucharon mucho tanto por su salud como por conseguir alguna ayuda pública para sobrellevar mejor la situación, pero nadie en ninguna administración dio una sola peseta de la época a la familia.

Desde la muerte de la niña, nadie se había interesado por ella, ni por saber cuál era la situación familiar, pero 37 años después le han enviado una carta en la que Igualdad explica que a lo largo de estos años, “los datos se han ido transfiriendo de unos Sistemas de Información obsoletos a otros más modernos que garantizan la seguridad y la confianza en la información almacenada”.

Por eso, “los controles de calidad de la información aplicados han dado a conocer la existencia de ciertos errores en algunos datos de filiación imprescindibles en el expediente que obra en nuestro sistema”, para añadir que tiene que enviar su DNI, e incluso le ofrece cuatro formas distintas de hacerlo: por correo postal, correo electrónico, llevando el documento a cualquier Oficina de Registro de la Junta de Andalucía o por medio del certificado digital a través de la Presentación Electrónica General.

“Lo peor fue cuando llamé a un teléfono de información para decirles que habían cometido un terrible error, y me dijeron que el fallo fue nuestro por no comunicar a la Junta el fallecimiento”, dice Ángeles, que recuerda que sus padres “nunca consiguieron nada de la Junta, nadie les ayudó ni a ellos ni a mi hermana, así que no teníamos que comunicar nada cuando falleció”.

Sí fue comunicado al Juzgado de Paz de Arahal, y así aparece en el Libro de Familia firmado y sellado por dos funcionarios de la época, dice Ángeles, de modo que el trámite legal fue realizado cuando murió su hermana, y ahora, “a mi padre todo esto le ha afectado mucho, no podía comer y estaba muy nervioso. No quiero pensar en las personas mayores que hayan recibido cartas como esta y no tienen a nadie como yo en su casa para aclara qué ha pasado”.

Para Ángeles, el despropósito de todo este asunto no para, de momento, ya que al día siguiente de recibir la carta envió un correo electrónico a la Dirección General de Personas con Discapacidad, y a día de hoy nadie le ha contestado todavía, de modo que teme que, si nadie lo arregla ya, su familia pueda recibir de nuevo una carta tan macabra con la que protagoniza esta historia. 

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