Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

La creatividad, o lo que limita también ensancha

Cuando las posibilidades son virtualmente infinitas, paradójicamente, la mente se paraliza. ¿Necesita límites la imaginación?

Hay que añadir creatividad a la tecnología.
¿Cómo estimular la creatividad y el pensamiento innovador?
F. P.

Este texto y esta sección podrían ser un ejemplo de que, contra lo que dice la intuición, la posibilidad crece con los límites. Que, como escribía la psicóloga Margaret Boden: “Lejos de ser la antítesis de la creatividad, las restricciones al pensamiento son las que la hacen posible”.

O que lo que limita también ensancha.

La sección se llama 'Aquí hay ciencia', y consiste en tratar algún asunto o noticia más o menos de actualidad desde un punto de vista científico. Las posibilidades son virtualmente infinitas y, sin embargo, la imaginación apenas trabaja hasta que se propone o escoge alguna. Ya fuera por el calor o por la vida, esta fue una de esas ocasiones en que ninguna idea se concretaba. En que, ante tantas opciones posibles y ninguna nombrada, la mente se paralizaba.

Así que decidimos que, si no encontrábamos los límites, hablaríamos de cuánto los necesitábamos.

De límites, empresas y literatura Oulipo

“Las encuestas recientes muestran que los directivos tienden a considerar las restricciones y la falta de recursos como los principales obstáculos a la innovación. Este sentido común sugiere que hay que erradicar todas las restricciones: al deshacerse de las normas y los límites, la creatividad y el pensamiento innovador crecerán”. El concepto 'creatividad' tiende a asociarse con las artes, pero las líneas anteriores vienen de un artículo en que se analizaban 145 estudios sobre el efecto que tienen los límites en la creatividad y en la innovación dentro de áreas como la tecnología, la organización industrial o el márquetin, y que seguía así: “Nuestra investigación, sin embargo, desafía a este sentido común (…). Tanto los individuos como los equipos y las organizaciones se benefician de una buena dosis de restricciones. Solo cuando son demasiado grandes, ahogan la creatividad y la innovación”. 

En realidad, sus conclusiones están en línea con otros estudios que muestran cómo los límites aumentan la creatividad siempre que no sean excesivos —parecen seguir una curva en U, donde el exceso o el defecto son penalizados—, que es positivo que uno se los ponga a sí mismo y que deben ser bien aceptados en caso de que vengan impuestos por otros. “Según los estudios”, dicen después, “cuando no hay limitaciones en el proceso creativo, se cae en la autocomplacencia y se sigue lo que los psicólogos llaman el camino de menor resistencia”, se acude al imaginario común. Puede suceder incluso lo que el psicólogo Barry Schwartz llamó 'la paradoja de la elección', cuando la sobreabundancia de opciones lleva a una peor sensación de autocontrol, a cierta parálisis y a una menor satisfacción.

Esto lo sabían bien los integrantes y seguidores del Oulipo, las iniciales en francés de “Taller de literatura potencial”, un movimiento de escritores y matemáticos que surgió en los años sesenta y que aplicaban lo que llamaban técnicas de escritura limitada. En definición de uno de sus secretarios: “¿Y qué es un autor oulipiano? Es una rata que se propone ella misma el laberinto del cual se propone salir”.

Algunos de esos límites eran estructuras matemáticas complicadísimas, otros eran más simples, como obligarse a introducir palabras de una lista preestablecida o renunciar al uso de una vocal. Varios los usó Georges Perec en 'La vida instrucciones de uso', y antes de constituirse el movimiento ya ensayó la idea Raymond Queneau en sus 'Ejercicios de estilo', donde describía de 99 formas diferentes el mismo episodio en un autobús. Queneau, que dijo aquello de que “el clásico que escribe una tragedia observando cierto número de reglas que él conoce es más libre que el poeta que escribe lo que le pasa por la cabeza y que es esclavo de otras reglas que ignora”.

La filosofía oulipiana la usó antes de obsesionarse con el drama el director Lars Von Trier en su película 'Cinco condiciones'. En ella le plantea al también director Jorgen Leth que vuelva a grabar su corto de 1967 'El humano perfecto', que lo haga cinco veces y bajo cinco instrucciones diferentes. Estas van desde hacerlo en Cuba sin decorados a rehacerlo en forma de dibujos animados o sin ninguna limitación. Un original estudio se propuso precisamente analizar el efecto de esos cinco límites y compararlos con el que otras limitaciones provocaban en una empresa danesa de dispositivos médicos. Las conclusiones están muy en línea con las de otros trabajos. Entre otras, que cuando se quiere ser creativo, “la ausencia de limitaciones es generalmente el reto más difícil”. O como dijo el periodista Bob Garfield, que “la falta de límites no libera, esclaviza”.

Y así llegamos al final de este texto, que en la ausencia de límites tuvo que inventarse uno y que consistía en hablar de ellos mismos. Porque no tener ninguna idea puede ser ya una idea, en una suerte de aporía autorreferencial como aquella que dice que no hay verdades absolutas.

Un texto que también tiene un límite de espacio y que, con mayor o menor creatividad, ha alcanzado aquí.

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