Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Gazapos de cine y ciencia

'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal': doctores tiene la Iglesia y también la arqueología

Está claro que Indy ha perdido la brújula. En el sentido de estar desorientado, no saber qué hacer y, peor aún, no saber qué decir ni qué se está diciendo. Por fortuna para él, los soviéticos tampoco lo tienen muy claro. Menos mal que contamos con el reverendo y químico William Gregor para guiarnos por el buen camino.

Fotograma de la película 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal', dirigida por Steven Spielberg en 2008
Fotograma de la película 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal', dirigida por Steven Spielberg en 2008

En 1957, en plena guerra fría, Indiana Jones conoce al joven y rebelde Mutt, que le propone un trato: si le ayuda a encontrar a su padre, él le facilitará uno de los descubrimientos más espectaculares de la historia: la Calavera de Cristal de Akator, que se encuentra en un lugar remoto del Perú. Un tesoro que también es buscado por los soldados soviéticos, dirigidos por la agente Irina Spalko por sus supuestos poderes.

Encuentra el gazapo en este diálogo de la película 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal' ('Indiana Jones and the kingdom of the cristal skull'), dirigida por Steven Spielberg en 2008, con guion de David Koepp y con Harrison Ford (Doctor Indiana Jones), Cate Blanchett (Doctora Irina Spalko), Shia LaBeouf (Mutt), Karen Allen (Marion)… en el reparto.

El diálogo

-Objeto que buscamos: contenedor rectangular. Dimensiones: 2 metros por 0,5 metros por 66 cm. Contenido: restos momificados. Y no le resulta familiar -ironizó Irina Spalko volviéndose hacia Indiana Jones.

-¿Por qué cree usted que sé de qué contenedor está hablándome? -replicó Indy.

-Porque hace diez años usted formó parte del equipo que lo examinó. Usted nos ayudará a encontrarlo -zanjó la agente soviética.

Y a Indy no le quedó más remedio que aceptar que iba a tener que ayudar a sus captores:

-Una brújula. Necesito una brújula. Ya sabe: norte, sur, este, … ¿no hay brújula? Entonces necesito balas -pidió resuelto el arqueólogo a los soldados soviéticos, que no dudaron en tomárselo a broma.

-El contenido de ese cajón es altamente magnético. Necesito pólvora -explicó Indy para acallar las risas y justificar su demanda; y, dirigiéndose a la doctora, añadió- ¿Quiere que le ayude o no?

-No juegue conmigo Doctor Jones -amenazó la doctora tras facilitarle las balas- Dígame ¿qué pretende con todo esto?

-Si aún es magnético el metal de esta pólvora nos mostrará donde está…

Y lanzando la pólvora al aire, esta comenzó a volar por el almacén señalando el camino.

El gazapo

-Dígame Doctor Jones, ¿conoce la historia del reverendo William Gregor?

-He de confesar que no me suena.

-Lo suponía. Pues permítame que se la cuente porque resulta de lo más reveladora:

En 1791 y durante uno de sus habituales paseos hasta Manaccan para visitar a su buen amigo el reverendo Polwhele, párroco de la localidad, el reverendo William Gregor, pastor de la vecina parroquia de Creed, descubría una llamativa arena negra en el fondo de la zanja por la que circulaba el agua que movía el molino de Tregonwell. Llamativa al menos a sus entrenados ojos, pues por fortuna para nuestra historia, antes de tomar los hábitos, Gregor había sido un destacado alumno de Cambridge con especial inclinación por la química y la mineralogía. Por ese motivo le llamó la atención aquella peculiar tierra negra y por eso se decidió a tomar una muestra y analizarla en su laboratorio casero. Tras realizar un sinfín de experimentos y pruebas, William Gregor tuvo claro que se trataba de un mineral nuevo que contenía una 'tierra' -tal como se denominaba a los elementos químicos- desconocida hasta entonces, a la que, tras caracterizar, bautizó como menacanito. En 1791 presentaba su hallazgo ante la comunidad científica inglesa. No obstante, aún hubo que esperar tres años, hasta 1794, para que el reputado químico alemán Martin Klapoth confirmase los resultados y rebautizase al elemento como titanio.

-No acabo de ver qué tiene de revelador el relato.

-Eso es porque me he dejado lo mejor para el final. ¿Sabe qué fue lo primero que llamó la atención del químico reverendo?, ¿qué fue lo que despertó su interés? Que aquella peculiar tierra negra tenía un aspecto muy parecido a la pólvora, pero, a diferencia de esta, 'seguía a la brújula', lo que indicaba que era magnética.

-¿Quiere decir que…?

-Exacto, mi admirado Dr. Jones. La pólvora no es magnética. Entre otros motivos porque no contiene ningún metal en su composición. La cual incluye un 75% de nitrato potásico, 15% de carbón y 10% de azufre. O, si atendemos a los elementos que constituyen cada uno de estos compuestos: hidrógeno, nitrógeno y potasio; carbono (con trazas de hidrógeno, nitrógeno y azufre como corresponde a su naturaleza de combustible fósil de origen orgánico); y el referido azufre, respectivamente. Ninguno de los cuales, reitero, es un elemento metálico. Eso sin entrar a considerar que no todos los metales son atraídos por un imán o campo magnético.

¿Pólvora o perdigones?

Pero, espera, es posible que Indiana Jones incurriese en un lapsus léxico y donde dice 'balas' y 'pólvora' quisiese decir -y estuviese pensando en- 'cartuchos' y 'perdigones'. Eso justificaría su referencia al metal de 'esta pólvora' -que en esta nueva versión serían 'estos perdigones'-. Lo cual tendría bastante más sentido desde un punto de vista puramente químico, ya que los perdigones suelen ser pequeñas esferas de plomo, que sí es un elemento metálico.

Pero es que ni con esas, porque el plomo, aunque sí es un metal, no es magnético. Al menos no en el sentido en que lo explica Indy. El plomo es diamagnético. Lo que significa que en presencia de un campo magnético potente es débilmente repelido. Así pues, el Dr. Jones debería salir en sentido opuesto al que tomasen los supuestos perdigones voladores. O mejor aún, debería a provechar el desconcierto de la situación para poner pies en polvor... osa.

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