Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Cenas románticas contra el calentamiento del planeta

¿Convencer a tu pareja de que renuncie a una hamburguesa para cenar puede catalogarse de desafío global?

En la mayoría de las parejas hay un miembro más comprometido, consciente o preocupado por el cambio global y otro más escéptico.
En la mayoría de las parejas hay un miembro más comprometido, consciente o preocupado por el cambio global y otro más escéptico.
Simon

Permítaseme comenzar por el final, que en esta ocasión tiene como protagonistas a una pareja (sentimental) como tantas otras, llegada la hora de decidir qué cenar:

-¿Qué te apetece que cenemos hoy, cari? ¿Vamos a tomar una hamburguesa o un perrito?
-¿Carne? Casi mejor pedimos un poco de sushi. O mejor aún vamos a un vegetariano.
-¿Pero qué problema hay con la carne?
-Ya sabes que la producción de carne tiene una huella de carbono muy importante.
-¿Una qué?
-Venga, no hagas que como si no supieses de qué te hablo, que no cuela. Ya te lo he explicado muchas veces: la carne es el alimento cuya producción genera más gases con efecto invernadero
-¡Pero si solo es una hamburguesa!
-Y solo es un planeta. Hazlo por mí, por nosotros… y por nuestra descendencia.
-Cómo eres. Cuando te pones en ese plan siempre acabas convenciéndome. Ya reservo en el vegetariano ese que está tan rico.

¿Convencer a tu pareja de que renuncie a una hamburguesa para cenar puede catalogarse de desafío global? Todo depende de cuánto abramos el foco:

Aunque aún hay mucho escepticismo al respecto -tal y como se trasluce de la escena inicial-, es una evidencia que nuestra alimentación -todo lo que implica producir, procesar, transportar y eliminar la comida que ingerimos- genera más de un tercio de las emisiones totales de gases con efecto invernadero del planeta, tal y como han puesto de manifiesto diversos estudios. Siendo la carne -o, para ser más preciso, los alimentos de origen animal- la que deja una mayor huella de carbono.

Las emisiones causadas por la comida se pueden dividir en cuatro grandes categorías:

1) Las derivadas del uso de la tierra -entendido esto como la agricultura y la ganadería, pero también las diferentes alteraciones y actuaciones en el terreno asociadas: tala, bombeo y transporte de agua, etc.-.
​2) Las generadas por el consumo de energía para producirla, procesarla, empaquetarla y transportarla.
​3) Las emisiones industriales derivadas de la producción de compuestos químicos diversos: plásticos para embalaje, conservantes, fertilizantes, insecticidas, abonos, …
​4) Las emisiones vinculadas al tratamiento de residuos y excedentes.

De entre todas ellas, la primera categoría, -el uso de la tierra- es la que contribuye en mayor medida, siendo responsable del 20% de las emisiones totales del planeta. Pero en conjunto las otras tres fuentes de emisiones suponen una contribución equivalente, es decir, en torno a otro 20%.

Pero, por qué la carne -para ser más precisos los alimentos de origen animal terrestre- contribuyen más que, por ejemplo, los cereales o la fruta. En realidad, es bastante fácil (e intuitivo) de entender si volvemos la vista a la cadena trófica. Cuando nos alimentamos de productos vegetales somos consumidores primarios. Sin embargo, cuando lo hacemos de productos animales somos consumidores secundarios. Es decir, hay una etapa intermedia más. Y esto significa que se duplican todos los procesos emisivos. Por ejemplo: producir patatas requiere el uso de una determinada extensión de tierra y consumo de agua. Pero producir carne requiere el uso de terreno y agua para producir el pienso con el que alimentar a las reses y además el consumo de tierra y agua de las explotaciones ganaderas (y las muy importantes emisiones de metano a modo de flatulencias del ganado). Y lo mismo con los productos químicos necesarios; el transporte y procesado; y el tratamiento de residuos.

Al respecto, un dato muy revelador es que las emisiones vinculadas a la comida de China aumentaron un 50% entre 1990 y 2018 a rebufo del aumento de consumo de carne que pasó de 30 gramos diarios por persona en 1980 a 150 gramos por persona y día en 2010.

Dicho esto, no se trata de volvernos veganos y renunciar por completo a los productos animales, entre otras cosas porque sería ir en contra de nuestra naturaleza omnívora, fruto de la sabia evolución. Pero sí de recorrer el camino inverso al acometido por el gigante oriental en las últimas décadas y reducir la cantidad de alimento animal.

Se ha estimado que producir la cantidad de carne que consume anualmente un ciudadano estadounidense genera más de 2.000 kilogramos de gases invernadero al año. Eliminar el consumo de carne un día a la semana reduciría esta cantidad a 1.600 kilogramos. Y si dos de cada tres comidas no incluyesen productos animales, el volumen de emisiones caería por debajo de los 740 kilogramos. Que serían bastantes menos además si la carne, en lugar de ser terrestre, fuese de origen marino y, especialmente, pescado pequeño o moluscos, que no requieren uso de terreno, ni producción de fertilizantes, insecticidas ni medicamentos ni 'producen flatulencia'.

El compromiso de tu pareja sentimental con respecto al cabo climático, el medio ambiente y la sostenibilidad del planeta resulta particularmente convincentes

Y es aquí donde cobran importancia las cenas en pareja porque, según un estudio efectuado por investigadores de Yale, el compromiso de tu pareja sentimental con respecto al cabo climático, el medio ambiente y la sostenibilidad del planeta resulta particularmente convincentes. Tal y como ha constatado el estudio, en la mayoría de las parejas hay un miembro más comprometido, consciente o preocupado por estas cuestiones y otro más escéptico. Y las razones y argumentos del primero calan más en el segundo que si le llegan de una fuente menos afectiva.

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