Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

Tierra, trágame: por qué sabemos al instante que acabamos de meter la pata

La supervisión de rendimiento es una función cerebral fundamental en nuestro día a día porque nos indica que acabamos de cometer un error, lo que nos permite subsanarlo al momento. Asimismo, es responsable de que aprendamos a realizar nuevas tareas rápidamente y sin ayuda; y también de que pasemos de pantalla en los videojuegos.

El estudio registró la actividad neuronal para comprender cómo chequeamos si hemos acertado.
El estudio registró la actividad neuronal para comprender cómo chequeamos si hemos acertado.
Amy Zhong for Cedars-Sinai

El otro día, mientras ofrecía una charla, sufrí uno de esos momentos ‘Oooops’ –inmediatamente seguido por un momento "tierra, trágame"–. La cuestión es que tenía preparado un chiste para romper el hielo que decía así: "Confieso que no he podido preparar la charla por culpa del asistente de diseño del ‘power point’, que he descubierto para la ocasión y que es un recurso tan fantástico como vicioso y adictivo". Pero la realidad fue un poco distinta y lo que salió por mi boca fue "que es un recurso tan fantástico como vicioso y válido". Y nada más acabar de meter la pata a viva voz, pensé: "Ooops (no era eso lo que tenía que decir)".

Conste que no cuento esto para humillarme ni como publica penitencia, sino como un ejemplo típico, cotidiano y muy habitual –reparar en que has dicho otra cosa distinta a la que estabas pensando un instante después de echar la lengua a pacer– de la función ejecutiva cerebral conocida como 'control o supervisión de rendimiento'. La misma que también te advierte de que te acabas de pasar el desvío que tenías que tomar para ir a recoger a tu hija y que vas a tener que dar un tonto rodeo por ello –pero no tan tonto, ni sobre todo tan largo, como si no te dieses cuenta del fallo hasta llegar a casa–. Un necesario inciso: las funciones ejecutivas se definen como "las actividades mentales complejas, necesarias para planificar, organizar, guiar, revisar, regularizar y evaluar el comportamiento requerido para adaptarse eficazmente al entorno y para alcanzar metas". Son funciones ejecutivas el razonamiento, la planificación, la estimación del tiempo, la improvisación… y la supervisión.

El ‘control de rendimiento’ es fundamental en nuestro día a día y gracias a él aprendemos de nuestros errores y progresamos

Queda claro por tanto que el ‘control de rendimiento’ es una función fundamental en nuestro día a día, ya que se encarga de monitorizar todas nuestras decisiones y actos y advertirnos de que acabamos de cometer un error sin necesidad de supervisión externa. Pero no se limita a eso. También es la función que nos indica el grado de dificultad de lo que sea que acabamos de realizar. Y, asimismo, es la función que nos capacita para aprender a realizar una nueva tarea de forma ‘intuitiva’ a partir de unas mínimas instrucciones y práctica.

Algo va mal

Siendo más precisos, los neurocientíficos distinguen entre un control de rendimiento genérico y otro específico. Por explicarlos de un modo sencillo, el primero nos advierte de que algo está mal, que algo no encaja o chirría, sea lo que sea que acabemos de hacer, y esto nos permite progresar y aprender a realizar dicha labor rápidamente. El segundo, nos advierte de que acabamos de cometer un error imprevisto en una tarea concreta. Pues bien, ahora investigadores del Cedars-Sinai Center for Neural Science and Medicine han descubierto dónde se ubica y cuál es el mecanismo íntimo por el que opera este centro de control. Está localizado en el lóbulo frontal e integrado por dos tipos de neuronas distintas a las que los investigadores han denominado ‘neuronas error’ y ‘neuronas conflicto’ respectivamente. Que actúan conjuntamente y que, además, se encargan tanto de la supervisión genérica como de la específica.

Las primeras se activan tan pronto cometemos un error (ya sea genérico o específico). Una señal que no lo evita, pero sí permite subsanarlo ipso-facto. Además, esta señal es enviada como bit de información a otras áreas del cerebro que la procesan y la integran en su disco duro para que, en el futuro, cuando volvamos a ese punto (del trayecto, del discurso…) no tropecemos dos veces en la misma piedra. Por su parte, las neuronas conflicto se activan en mayor o menor medida en función del grado de dificultad de la tarea que acabamos de realizar. Una información que hará que en la siguiente tentativa pongamos la atención necesaria (directamente relacionada con la estimación de la dificultad) al acometerla para no fallar y seguir avanzando. La actividad combinada de ambas constituye una herramienta fundamental para que aprendamos a realizar una tarea nueva y, del mismo modo, para que perfeccionemos nuestras habilidades.

‘Game over’

Un buen ejemplo de cómo actúan conjuntamente es cuando estamos jugando a un videojuego –ya sea por primera vez o en nuestro enésimo intento por completarlo– y llegamos a un punto en que nos eliminan. ‘Game over’. Pero, entre tanto, nuestro centro de supervisión de rendimiento se ha activado para advertirnos cuál era la pantalla que nos plantea mayor dificultad y qué es lo que hemos hecho mal. Así, en la siguiente partida, justo al llegar a esa pantalla y sin que ningún colega nos lo señale, sabemos que ahí tenemos que ponernos las pilas y lo que no debemos volver a hacer o cuándo no debemos volver a hacerlo: si hay que disparar un momento antes o saltar un instante después.

En definitiva, que los dos tipos de neuronas del centro de supervisión de rendimiento se combinan para que detectemos y aprendamos de nuestros propios errores y, gracias a ello, consigamos progresar. Y si el videojuego era tan buen ejemplo es porque los investigadores han averiguado todo esto haciendo que los voluntarios del estudio se enfrentasen a pruebas ‘online’ en esa línea. Uno de ellos es el ‘Test Stroop’ –basado en el conocido efecto homónimo– y que consiste en indicar el color en el que está escrita una palabra que es, justamente, el nombre de otro color diferente. Un test que, dicho sea de paso, ofrecen ‘online’ muchas webs con las que puedes poner a prueba –ahora siendo más consciente de ello– cómo actúa tu centro supervisor de rendimiento en el supuesto de que no tengas una consola a mano.

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