Joaquín Araújo: "26 cumbres del clima y seguimos jugando al escondite"

El naturalista español estuvo en la primera conferencia que puso al medioambiente en el centro del debate.

Joaquín Araújo en la huerta de su casa con una rama de acelga.
Joaquín Araújo en la huerta de su casa con una rama de acelga.
Eduardo Viñuales Cobos.

Medio siglo después, Estocolmo (Suecia) vuelve a convertirse en la capital del medioambiente. En 1972, la ciudad sueca juntó a los principales líderes mundiales para poner sobre la mesa los problemas relacionados con el clima. Una cumbre que finalizó con 26 principios tras dos semanas de intensos debates. Allí estuvo Joaquín Araújo (Madrid, 1947), este divulgador ambiental ha seguido la pista y los acuerdos de todas las cumbres mundiales celebradas hasta la fecha. La conclusión: "falta voluntad".

Han pasado 50 años desde que se celebró la primera Conferencia de Naciones Unidas sobre el medio humano, ¿hemos cambiado? ¿Somos más conscientes en materia medioambiental?

Ha aumentado significativamente. Cada vez que se hace un estudio serio o encuestas en profundidad queda claro y no cabe duda de los 50 años de investigación científica, de un incremento de las organizaciones vinculadas al medioambiente y de no pocas iniciativas de las grandes empresas y también de la Administración. Pero la conciencia ambiental es poco si tenemos en cuenta la que nos está cayendo encima. Somos muy partidarios de tener en cuenta al entorno, a la biodiversidad, al clima, pero somos poco animados a cambiar estilos de vida, sobre todo, en relación al consumo humano.

Es, como dicen los jóvenes ahora, un poquito de postureo, ¿no?

Sí, hay muchísimo postureo. Tenemos a nuestra disposición indicadores que son apabullantes. Casi todos están entre malos y muy malos. Aunque hemos dado pasos, porque hasta las grandes corporaciones parecen estar preocupadas por el medioambiente, eso quiere decir que hemos incidido lo suficientemente en las conciencias como para que nadie haga alardes a lo Trump. Aunque sigue habiendo 'Bolsonaros' y 'Orbanes' que dicen que hay que comerse la naturaleza entera, porque tenemos derecho divino a hacerlo. Es una buena noticia, sí, pero no se traduce en un nuevo diagnóstico aliviador. Al contrario, son malos.

Uno de los objetivos de Estocolmo'72 era poner el medioambiente en el centro del debate, se cumplió, pero ¿ha habido algún avance más allá de esto?

Sí, claro que hay avances positivos, pero con detalles.. Es absolutamente fascinante saber que tienes el apoyo de la tecnología a la hora de producir electricidad, como las fotovoltaicas, pero ¿cuánta gente está ahora mismo suministrando este tipo de energía? Un porcentaje mínimo, esa es la cuestión. Pero, en cosas todavía más determinantes como, por ejemplo, el llamamiento a que tenemos que comer de otra forma como menos carne o impulsar la dieta mediterránea, pero aquí no se dejan de inaugurar macrogranjas casi todos los meses. Hemos conseguido fecundar un determinado óvulo, que es la sensibilidad hacia el medioambiente, pero el embrión está muy poco desarrollado todavía.

Hace cincuenta años se hablaba de «momento histórico», ahora las frases son iguales pero casi en el punto de no retorno, ¿hemos perdido cinco décadas? ¿Estamos aún a tiempo?

En Estocolmo'72 ya estaba absolutamente claro que había cambio climático, que había que cambiar el modelo energético y que la situación ambiental era bochornosa, pero hemos celebrado veintiséis cumbres mundiales del clima y seguimos jugando al escondite con nuestras propias responsabilidades y ya es casi imposible cumplir con los Acuerdos de París. Las cumbres del clima estaban destinadas, todas ellas desde antes de ser convocadas, a un fracaso. Es delirante que un instrumento tan absolutamente decisivo y de participación de todos los países del mundo sea para marear la perdiz. Mi lógica es la de un naturalista agricultor, ecológico y comprometido desde hace 54 años con estos temas, pero a mi no me cabe en la cabeza reunirme veinticinco veces para decir que voy a hacer mucho y luego no voy a hacer nada. El balance es terrorífico.

Entonces, no espera nada de Estocolmo +50, ¿no?

Lo de siempre, un nuevo llamamiento, es la última oportunidad, somos capaces de arreglarlo y cabe la esperanza. Todo esto se va a decir una vez más. Ya lo he dicho muchas veces, también en público. Ahora que tenemos una guerra lo vemos más claramente, porque estamos dispuestos a un sacrificio, a tener inflación y a un menor poder adquisitivo, porque hay una guerra y estamos ayudando a los contendientes. Oiga, mire usted, la guerra de nuestra especie contra la vida, la guerra de los humanos contra la vida dura 15.000 años ininterrumpidamente. Bueno, pues hagamos una economía de guerra, pero para lograr la paz con la naturaleza. Pongamos la mayor parte de nuestra creatividad, de nuestros recursos, de nuestra inteligencia y, por supuesto, de todos los elementos técnicos y producto del conocimiento a favor de una declaración de paz con el mundo que nos permite estar aquí. Miren ustedes, no vamos a poner mil milloncetes de ayudas a comprar coches eléctricos, lo que hay que poner a disposición de la sociedad es el no tener tantos coches, así de claro. No se trata de coches eléctricos, se trata de tener muchos menos. Y así con todas las facetas de la vida cotidiana, porque el clima es el árbitro de todo lo que vive y si le afectamos se perjudica a la totalidad de la vida. Esto exige cosas muchísimo más drásticas, más contundentes, más urgentes y por supuesto, economía de guerra para declarar la paz a la naturaleza.

Entonces, lo que falta es voluntad.

Hagamos una lectura positiva y yo lo resumo con que sabemos hacer bien las cosas y tenemos las herramientas para hacerlo, pero falta esa voluntad.

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