Cómo nos llamamos y cómo nos llamaremos: de Pilares a Chaneles

María Pilar y Jesús son los nombres más frecuentes en Aragón, pero su media de edad sube porque son otros los preferidos para los recién nacidos.

Las María Pilar tienen en España 59,4 años de media
Las María Pilar tienen en España 59,4 años de media
Luna Pan

No es, para nada, uno de los nombres más comunes en España: ocupa el puesto 5.181, pero lo tiene todo para ponerse de moda y podría ocurrir que, en los próximos años, haya un ‘baby boom’ de niñas llamadas Chanel con la estrella eurovisiva como patrona. A día de hoy, 143 mujeres llevan en España este nombre –que también es el de una prestigiosa marca de alta costura y su perfume–. Son muy jóvenes: 10,1 años de media, y viven, sobre todo, en Barcelona (16), Alicante (15), Madrid (14), Valencia (13), Málaga (8), Castellón (7), La Coruña (5) y Granada (5). En las provincias aragonesas, el nombre no alcanza la frecuencia suficiente –al menos cinco– para saltar a las estadísticas.

Mientras la diversidad, la originalidad y la multiculturalidad se van haciendo un hueco, los nombres clásicos no pasan de moda, aunque experimentan un ligero pero constante descenso en lo que va de siglo. Pasa tanto en España como en Aragón. En ambos casos, entre los nombres más frecuentes siguen repitiéndose los Jesús o Antonio para ellos y los Pilar o María Carmen para ellas. Así se refleja en el informe ‘Apellidos y nombres más frecuentes’, que publica el Instituto Nacional de Estadística todos los años. Su última actualización (con datos hasta el 1 de enero de 2021) ha aparecido esta semana y es, de nuevo, un retrato sociológico con dos caras: la fortaleza de los nombres tradicionales, muchos de ellos de vírgenes y santos, que se ponían hace décadas –y se siguen poniendo– y el ímpetu de los nuevos nombres que los padres eligen para sus hijos.

En Aragón, aunque entre los niños y niñas recién nacidos se imponen los Mateo, Martín, Lucía o Sofía, todavía ‘ganan’ los residentes que ostentan nombres como Jesús para ellos o María Pilar para ellas. Así, en concreto, en Zaragoza había en 2021 9.670 hombres llamados Jesús, por 9.471 con el nombre de Antonio, seguidos por David, José Luis y Javier. A la cabeza el equipo femenino están las María Pilar (20.417) y María Carmen (14.414), seguidas por María, Carmen y María Teresa. En Huesca, destacan los Antonio (3.383) y los José (2.258), con Javier, José María y Carlos a continuación; mientras que entre las féminas, los cinco nombres más llevados son los mismos que en Zaragoza, con un leve baile de puestos: las María Pilar triunfan con 3.424 representantes, seguidas por María Carmen (2.823), María, María Teresa y Carmen. Manuel es el nombre masculino más abundante en la provincia de Teruel, con 1.726 personas, seguido por Antonio (1.595), más José, Javier y Carlos. En cuanto a las mujeres: María Pilar (2.083) y María (1.798), seguidas por María Carmen, Pilar y Carmen, son mayoría.

Pero el panorama cambiará en unas décadas. Las María Pilar tienen en España 59,4 años de media y los Jesús, 49,9. Aunque siguen siendo clásicos, los nombres que los padres aragoneses ponen a sus hijos ya no van por ahí. Los nombres de niño más repetidos el año pasado en la Comunidad fueron Mateo (104), Martín (99), Leo (96), Mario (83) y Lucas (81), y entre las niñas, Lucía (106), Sofía (94), Julia (77), Paula (69) e Inés (63).

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Aunque la decisión de cada padre y madre a la hora de bautizar a sus vástagos es insondable, puede, por ejemplo, que en el éxito de Valeria –uno de los nombres que triunfan entre las recién nacidas españolas– haya tenido algo que ver los libros ‘best-seller’ de Elísabet Benavent y en el de Leo, los triunfos de Messi (la edad media de los Leo es de 5,4 años y es de los que más gusta en la provincia de Barcelona, pero también en Zaragoza, La Coruña o Málaga).

La lista de los nombres más frecuentes es un tesoro que permite descubrir, por ejemplo, que en España hay 38 niñas que se llaman Khaleesi (como la protagonista de ‘Juego de Tronos’) y que tienen 3,8 años de media; que los 47.652 Iker españoles tienen 16,1 años de media (indudable el tirón del exportero del Real Madrid y de la selección porque es uno de los nombres preferidos hasta en Castellón); que Sasha, el unisex preferido por varios famosos para sus hijos (Elsa Pataki, Gerard Piqué), ya alcanza cifras respetables, 293 mujeres (edad media, 15 años) y 267 niños (11,9 años); y que el palíndromo Yanay, elegido por Edurne y David de Gea, lo llevan 111 chicas (16,9 años). Aparecen en la clasificación muchas Rosalías (18.245), pero poco que ver con la artista (60,7 años de media y no figura entre los más puestos en 2020); 20 Beyoncés (12 años) y un buen número de Shakiras, 624, de 16,8 años de media.

Cuánto dice tu nombre de ti

Si esperando turno para entrar a un examen, escuchas cómo llaman a una Jennifer López, levantar la vista y comparar con la imagen de la cantante y actriz es inevitable. "El nombre nos acompaña toda la vida, por eso elegirlo implica ser conscientes de que tratamos con un asunto delicado. Se convierte en un símbolo del yo, te identificas con él, salvo la gente a la que no le gusta. Una conocida se llamaba María Asunción y como le sonaba muy antiguo se cambió a Mara. Ahí es donde interviene la percepción de cada cual", cuenta Enrique García Huete, profesor de Psicología en la Universidad Cisneros de Madrid y director de Quality Psicólogos.

Se suma a esta idea el también psicólogo Joaquín Ponte. "Claramente es parte de tu identidad, te visualizas con tu cara y tu nombre. Cuando las personas ‘trans’, por ejemplo, cambian de nombre, inauguran una nueva fase de su vida, resulta esencial cómo nos llamamos para formar nuestra propia psicología", asegura este profesional del Servicio Vasco de Salud. Así pues... ¿existe el determinismo nominativo? Es decir, ¿el nombre de pila puede marcar el sentido de nuestra existencia?

Algunos estudios defienden que sí. Uno llevado a cabo en la década de los 2000 por el psicólogo estadounidense Jean Twenge concluyó que las personas a las que no les gustaba su propio nombre tendían a tener una adaptación psicológica más deficiente. "Puede ser que marque un hándicap, a veces la singularidad es complicada. A Anacleto siempre le harán la broma de ‘agente secreto’. Las barbaridades que habrá tenido que aguantar quien se llame, por ejemplo, Armando Guerra. Cuando escuchamos nombres de este tipo nos preguntamos si sus padres no se dieron cuenta o lo hicieron a propósito, pero lo probable es que solo te afecte de niño, en la edad adulta estarás acostumbrado. Quizá a alguien le moleste llamarse Adolfo porque le recuerda a Hitler, pero otro estará encantado. Depende de la ideología y la propia experiencia", comenta García Huete.

Modas y costumbres

El experto en onomástica Jaime Salazar y Acha admite que, a veces, ciertos nombres generan rechazo. Incluso se tiene constancia histórica. "Cuando los embajadores de Francia vienen a la corte de Alfonso VIII de Castilla a buscar a una de sus hijas para contraer matrimonio con su rey, quedan estupefactos con el nombre de la infanta, Urraca, y la rechazan, prefiriendo a su hermana menor, Blanca, con uno más acorde a la prosodia francesa".

Miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, explica en su ‘Manual de genealogía española’ (Hidalguía) que en algunas culturas el nombre se otorgaba atendiendo a características físicas o espirituales, ya que no era impuesto al nacer, sino cuando la persona comenzaba a madurar o manifestaba alguna predisposición o habilidad, y podía variar a lo largo de la vida. Sin embargo, la evolución cultural derivó en una nueva tendencia, un contenido simbólico, que su significado sirviera de modelo o inspiración al bautizado así. "Cuando los enviados del Señor comunican a Abraham que su mujer, Sara, parirá un hijo, ella, que ya es anciana y oye la noticia escondida, rompe a reír. Los ángeles deciden entonces que el niño se llamará Isaac, que quiere decir ‘risa’", narra.

Otra experta, Hiroko Shiba, doctora de Historia cultural y autora del volumen ‘Antroponimia histórica hispana: desde la Edad Media a nuestros días’ (Universidad de Murcia), explica que "España mantiene la costumbre de poner los nombres de padres y madres a los hijos, mientras que en Francia se prohíbe si estos viven. El 'stock' de los españoles es limitado, la mayoría son de santos cristianos, mientras que los padres japoneses pueden crear nuevos sin límite, aunque haya modas según la época". Y las modas, precisamente, han cambiado mucho el panorama.

Antes, las familias, al imponer a sus miembros un nombre, obedecían a reglas más o menos rígidas, pero la onomástica mudó de costumbres a partir del Renacimiento. Las devociones populares, santos patronos y advocaciones marianas adquirieron peso. La explosión demográfica del XIX implicó que en cada casa hubiera 8 o 9 críos… no había nombres suficientes para distinguirlos a todos. Por eso se impuso el santo del día. Después, legislaciones más permisivas finiquitaron aquello de prohibir los distintos al santoral.

Los tomados de la tele nacieron, obviamente, el siglo pasado. Antes, cuando no había televisores, influían los literarios y legendarios, de ahí que en el XIV y XV las familias nobles españolas adoptaran algunos del ámbito artúrico como Lancelot, Tristán o Perceval. "Ahora lo que influye son los medios de comunicación. Como muestra, la popularidad de los que suenan en series o dislates onomásticos, como esos niños que se llaman Kevincostner o Gracekelly", lamenta Salazar. Aunque, para raro de verdad, el que el multimillonario Elon Musk, fundador de Paypal y el programa espacial SpaceX, y su mujer, la cantante canadiense Grimes, colocaron a su primer vástago: X Æ A-12. Si eso no marca…

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