Tercer Milenio

Gazapos de ciencia y cine

‘Proceso de admisión’: en Princeton aceptan casi a cualquiera sin investigar su expediente

Cerca del mes de mayo, el final de curso, la evaluación definitiva y (en el caso de alguno) las pruebas de acceso a la universidad a la vuelta de la esquina, esta parece la ocasión idónea para examinar en historia de la ciencia –pero también general– a los candidatos a guionistas cinematográficos. Y los hay que no merecen el aprobado.

Fotograma de la película ‘Proceso de admisión’ (Paul Weitz, 2013).
Fotograma de la película ‘Proceso de admisión’ (Paul Weitz, 2013).
Focus Features, Depth of Field

John Pressman, director de una pequeña granja escuela de New Hampshire contacta con su excompañera de universidad y actual miembro del equipo de admisión de prestigiosa Universidad de Princeton, Portia Nathan, para que le ayude a que admitan a uno de sus más talentosos alumnos, Jeremiah Balakian, quien además podría ser el hijo que Portia dio en adopción.

Encuentra el gazapo científico en este diálogo de la película '‘Proceso de admisión’ (‘Admission’), dirigida por Paul Weitz en 2013, con guion de Karen Croner y Jean Hanff Korelitz y con Tina Fey (Portia Nathan), Paul Rudd (John Pressman) y Nat Wolff (Jeremiah Balakian) en el reparto.

El diálogo

"–Pero tiene suspensos y expulsiones –dijo asombrada a su compañera en el comité de admisión.

–¿Pero no has visto que sacó 5 en ocho exámenes sin asistir a ningún curso de preparación? –esgrimió Portia.

–Sí. Voy a investigarlo. Eso es imposible –respondió implacable la compañera.

–Parece ser que no, si el niño en cuestión es único y especial.

No es un niño, es un candidato; Portia –le reprendió– no tiene ninguna actividad extraescolar. ¡A su orientador le sorprendió que Jeremiah quisiera ir a la universidad!

–Es autodidacta –explicó con vehemencia Portia–: es un lector avanzado desde que tenía 8 años. Leonado da Vinci fue autodidacta, como Benjamin Franklin.

–¡Oh! ¿Y ese tal Balakian ha descubierto la electricidad o ha pintado la Mona Lisa?... no viene en su expediente –se burló la compañera".

El gazapo

Ya no es que los responsables de este diálogo no merezcan el aprobado, es que solo merecen el muy deficiente. Resulta manifiesto que no han hecho los deberes ni han estudiado la materia. O tal vez sí y el verdadero problema es que ‘sus’ profesores tampoco parecen saber de qué y de quiénes hablan.

Benjamin Franklin no descubrió la electricidad. Aunque en descargo –¿o descarga?– de los guionistas, muchas fuentes lo reflejan así. Pero la realidad es que bastante antes que él otros ya conocían y habían comenzado a investigar esa misteriosa forma de energía. De hecho, el propio Franklin hizo lo propio después de haber leído y oído hablar del misterioso ‘fluido eléctrico’ y de los experimentos que se estaban efectuando para estudiarlo. Y es que ya en 1600, el británico William Gilbert describía y se refería a la particular fuerza atractiva a distancia que ejercía el ámbar –fruto de su facilidad para cargarse al sacarle brillo–. Atracción a la que denominó eléctrica puesto que el término latino para el ámbar es ‘elektron’. Todo lo cual llevó a su compatriota Thomas Browne a acuñar en 1646 el término ‘electricidad’ en su tratado de física.

Lo que sí descubrió y demostró Franklin fue la naturaleza eléctrica de los rayos con su célebre experimento de la cometa (que sustentaba y transportaba una llave al meollo de la tormenta), que llevó cabo en 1752. Un descubrimiento que no habría hecho en exclusiva y otros habrían llegado también a la misma conclusión; ni siquiera fue el primero en realizar un experimento de esa naturaleza, pues otros científicos ya estaban realizando pruebas similares sobre los que es posible que Franklin tuviera conocimiento. En este sentido, el gran logro del padre de la patria (estadounidense) no fue descubrir que los rayos eran bestiales descargas eléctricas que se producían durante las tormentas, sino inventar un dispositivo que protegía a los edificios de sufrir las devastadoras consecuencias (a modo de incendios) de su impacto: el pararrayos. Además, y en el marco de sus investigaciones eléctricas también introdujo términos que hoy nos resultan de lo más familiares, como batería, carga o conductor.

De vuelta al currículo de Franklin, además de la electricidad, también se interesó por otros aspectos y campos de la ciencia, como la meteorología, la dinámica oceánica, la transmisión del calor o la presbicia. Lo que le llevó a inventar asimismo una estufa más eficiente que los modelos existentes en la época y las gafas bifocales.

Nota final: el diálogo a examen solo se puede calificar de inadmisible.

Suspenso (en historia) general

Teniendo en cuenta que el proceso de admisión universitario tiene lugar a los 17-18 años, los dos insignes personajes mencionados y cuyos grandes logros se ponen en relevancia para desacreditar el nulo currículo del pobre Balakian tampoco habrían sido admitidos en la prestigiosa y quisquillosa Universidad de Princeton; pues a esa temprana edad ni Franklin ni Leonardo presentaban los suficientes méritos académicos, y ni muchos menos habían dado muestras (al menos de cara ‘a la galería’) de un talento excepcional. Bueno, si acaso Franklin sí había dado las primeras muestras de su buen ojo para los negocios. Gracias a ello, en 1748, ya con 42 años y la hucha llena, pudo retirarse y volcarse en sus inquietudes científicas.

Pero es que en el caso de Leonardo se debe hablar más bien de un genio tardío. Ejerció como aprendiz hasta los 24 años; a los 30 pintó su primera gran obra, ‘La adoración de los Reyes Magos’. En torno a los 40, ‘La última cena’, y ya cumplidos los 50 por fin realizaría la ‘Mona Lisa’. En cuanto a sus estudios sobre la naturaleza, no fue hasta superados los 40 cuando comenzó a anotar y dejar constancia escrita de sus pensamientos, descubrimientos, proyectos e inventos en cuadernos –hoy conocidos como códices–. Un poco mayor para captar la atención de los reclutadores de Princeton.

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