Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Ante el cambio global, apostar por los bosques es hacerlo sobre seguro

¿Son las grandes masas forestales, en su papel de sumideros de carbono, la mejor alternativa en el ambicioso objetivo, suscrito en el Acuerdo de París sobre el cambio climático, de alcanzar a mediados de este siglo la neutralidad de carbono? ¿O, por el contrario, y dada su temporalidad, son pan para hoy y hambre (y más calor) para mañana? Un nuevo estudio concluye que esa apuesta merece la pena... y además aporta contribuciones adicionales a la causa de controlar el calentamiento global

Hayedo de Peña Roya, en el Moncayo
Hayedo de Peña Roya, en el Moncayo
Francisco Jiménez

Los sumideros de carbono son los depósitos naturales –océanos, bosques, suelos, etc.– que absorben y capturan grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera –se estima que en torno al 55% del CO₂ emitido por la actividad humana–, mitigando por lo tanto el efecto invernadero.

Uno de los objetivos prioritarios establecidos en la Cumbre por el Cambio Climático de París es reducir paulatinamente las emisiones de carbono hasta alcanzar la denominada ‘neutralidad’ de carbono en torno a mediados de siglo. Lo que significa que, para entonces, la cantidad emitida de CO₂ por el ser humano no exceda a la que puedan absorber los sumideros naturales del planeta –un objetivo que cada día que pasa se antoja más quimérico. Pero esa es otra historia…–.

Para poder alcanzar tan ambiciosa meta, además de reducir las emisiones, otra medida es aumentar la presencia y por tanto la capacidad de estos sumideros naturales. Y, dado que no podemos multiplicar los océanos, eso pasa inevitablemente por preservar, recuperar y, en la medida de lo posible, incrementar las grandes masas forestales.

Sí, pero… estas grandes masas forestales presentan un riesgo: su temporalidad. Tarde o temprano todas y cada una de ellas sucumbirán de forma inevitable como consecuencia de incendios, deforestación o agotamiento de los nutrientes del suelo. Y en ese momento el carbono que almacenan volverá a ser liberado a la atmósfera. Es precisamente esta certeza la que provoca la duda de hasta qué punto debe ser decidida la apuesta por esta vía de actuación como pilar para alcanzar el objetivo o si, por el contrario, es preferible no fiar todo a la naturaleza y buscar otras alternativas más permanentes. 

Esa es precisamente la cuestión a la que pretende dar respuesta un reciente estudio efectuado por investigadores de la Universidad Simon Frasier (Canadá). En el mismo se ha cuantificado el efecto climático asumiendo que durante la primera mitad de siglo los sumideros naturales temporales actuales tendrán un efecto secuestrador y que, a partir de ese momento, comenzarán a devolver el CO₂ almacenado a la atmósfera a lo largo de las siguientes cinco décadas. Y ello en el marco de dos posibles escenarios alternativos: uno ambicioso y optimista, en el que se alcanzaría la neutralidad de carbono en el plazo establecido. Y un segundo escenario en el que solo se conseguiría reducir o limitar las emisiones de carbono a un ritmo mucho menor y, en consecuencia, el saldo de emisiones seguiría siendo positivo durante todo el siglo.

En el primer supuesto la presencia de sumideros naturales contribuiría a disminuir el pico máximo de calentamiento –tanto más cuanto mayor sea su volumen–. Es decir, que ayudarían a contrarrestar el calentamiento global hasta alcanzar la neutralidad de carbono, momento a partir del cual aquel se estancaría. 

En el segundo escenario, apostar por los sumideros naturales ‘únicamente’ serviría para ralentizar el aumento de la temperatura. 

Así, el estudio concluye que apostar por las masas forestales siempre reportará beneficios. Aunque al mismo tiempo advierte que, para que no se conviertan en un mero parche, es imprescindible implementar otras medidas encaminadas a reducir de manera rápida, drástica y permanente las emisiones de carbono.

Pero, bueno, la cuestión es que la respuesta es que sí merece la pena hacer una decidida apuesta por los bosques…

… Más aún cuando la realidad es que estas masas forestales no solo contribuyen a controlar la temperatura global absorbiendo carbono, sino que también lo hacen a través de otros medios, por lo que el saldo total siempre es menor que cero. Es decir, que incluso cuando se consuman y devuelvan todo el CO₂ almacenado a la atmósfera, el efecto neto o contribución global será de ‘enfriamiento’.

Mucho más que reservorios de carbono

El enfriamiento adicional provocado por la presencia de grandes masas forestales viene propiciado por cuatro factores o vías fundamentales:

En primer lugar, la evapotraspiración –el equivalente vegetal a la sudoración animal–, proceso por el que las plantas liberan a través de sus poros gotas agua. El agua tiene un elevado calor de vaporización –lo que significa que convertir una gota de agua líquida en vapor requiere un considerable aporte de energía–. Así, cuando estas gotas de agua comienzan a evaporarse, lo hacen a expensas de la energía del entorno, enfriándolo.

Asimismo, la generación de aerosoles (polen, células muertas, compuestos de desecho expulsados…) contribuye a la dispersión de la radiación solar y a la formación de nubes y nieblas localizadas que la bloquean.

Además, la circulación de masas de aire arriba y abajo por la ondulante superficie del dosel arbóreo también contribuye a la refrigeración de aquellas, ya que, de nuevo, esta circulación consume parte de su energía interna.

Finalmente, las grandes masas forestales reducen de manera significativa la cantidad de radiación que alcanza y es absorbida por suelo y reemitida como calor, con lo que reducen el calentamiento de la troposfera. Y, en latitudes elevadas, aumentan el albedo durante las estaciones frías al acumular y preservar una cubierta de nieve sobre su follaje.

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