Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

Desconfía de tu esponja de cocina

Y, de paso, tampoco te confíes con respecto a tu esponja del baño. Esencialmente porque una esponja constituye el hábitat perfecto para que prolifere una amplia y variopinta comunidad bacteriana. Y no (solo) porque sea un entorno húmedo, oscuro, ventilado y receptor de todo tipo de sabrosos restos de comida (o de piel y residuos acumulados sobre esta), que también, sino por su estructura interna, plagada de poros y orificios de distintos tamaños y conectividad.

CREATOR: gd-jpeg v1.0 (using IJG JPEG v80), quality = 90
Un entorno con muchas particiones en su estructura, como los recovecos de una esponja, favorece la proliferación de bacterias
Pxhere

¿Y por qué la estructura interna de un estropajo de cocina es tan importante para las bacterias? Pues porque hay bacterias y bacterias, y cada bacteria es un mundo con su propia personalidad (¿o habría que decir bacterialidad?). E igual las hay que gustan de socializar como también que prefieren no tener contacto con las otras. Un chascarrillo o forma coloquial de expresar que en una comunidad microbiana compleja suelen convivir muchos tipos y comunidades distintas de microorganismos. 

Las bacterias de comunidades distintas vecinas pueden interaccionar entre ellas -mediante señales químicas-: pueden complementarse, colaborar e incluso intercambiar material genético. O pueden competir. Cuando la interacción es positiva, la coexistencia favorece la proliferación de ambas comunidades. Pero si es negativa, esta competencia se traduce por lo general en que solo unas proliferan y las otras desaparecen.

(Y aquí me voy a permitir un guiño a mi hija y a todos los que, como ella, son friquis de ‘Los juegos del hambre’, donde los tributos que se alían sobreviven hasta el final y los que son señalados como rivales a eliminar sucumben a las primeras de cambio).

Ahora es cuando recuperamos la muy tunelada estructura interna de las esponjas. Porque un nuevo estudio efectuado por microbiólogos de la Universidad de Duke (EE. UU.) ha constatado experimentalmente que uno de los factores fundamentales que modula las interacciones entre las distintas comunidades de bacterias en un determinado entorno es la partición o arquitectura espacial de este. Es decir, cómo de dividido está. O, dicho de otro modo, la cantidad y variedad de espacios que pueden acoger a poblaciones de bacterias. 

Y no solo eso, sino que han observado que, en el caso de una mancomunidad bacteriana integrada por poblaciones que presentan interacciones tanto positivas (cooperación) como negativas (competencia), un nivel de partición intermedio maximiza la diversidad y proliferación bacteriana. Para entenderlo, nada mejor que irse a los extremos: en un entorno con una mínima partición, la interacción es inevitable. En uno con una partición máxima, incluso aquellas bacterias que quieran y/o necesiten cooperar pueden no llegar a encontrarse.

De vuelta a nuestra explicación coloquial, una forma de verlo –y acabar de entenderlo– es imaginar un entorno bacteriano como un piso de estudiantes a escala microscópica. Si todos los espacios son comunes –todos los estudiantes comparten baño, cocina, salón y hasta habitación– o directamente viven en un ‘loft’, entonces, de manera inevitable habrá peleas, bajas, y también ‘edredoning’. Por el contrario, si lo que comparten es una mansión con tropecientas habitaciones, es posible que no lleguen a coincidir nunca…, incluso si necesitan ayuda de forma imperiosa. Pero si tienen la suerte de compartir un piso amplio con una habitación por cabeza, un par de baños y zonas comunes, entonces la arquitectura espacial de ese entorno satisfará tanto a los que demanden contacto social como a los que prefieran evitarlo.

Distintas especies de bacterias modificadas genéticamente para brillar con diferentes colores, proliferando y socializando alegremente en un entorno poroso.
Distintas especies de bacterias modificadas genéticamente para brillar con diferentes colores, proliferando y socializando alegremente en un entorno poroso.
Andrea Weiss, Zach Holmes yYuanchi Ha

Pues bien, según el referido estudio, la esponja de cocina –y en general cualquier esponja doméstica–, con sus numerosas oquedades de distintos tamaños y que pueden estar más o menos próximas, más o menos conectadas, constituye un perfecto ejemplo de entorno con un nivel de partición intermedio; y que por tanto favorece la proliferación de una comunidad microbiana tan diversa como populosa.

Por fortuna para nuestra salud los responsables del trabajo aseguran que la inmensa mayoría de las bacterias que se acumulan en una esponja no son patógenas. Vaya, que son inofensivas para nuestra salud y que el único riesgo es que puedan llegar a instalarse en ella bacterias del género Salmonella. Algo que puede suceder si tenemos la costumbre de fregar la tabla de cortar con la esponja tras haber procesado carne cruda –limpiado y troceado un pollo, pescado, etc.–. En ese caso, mejor meter la tabla y el cuchillo empleado directamente en el lavavajillas.

Y aunque menos práctica a nivel doméstico, otra de las conclusiones alcanzadas en el estudio es que, en el laboratorio y con fines investigadores, el empleo de esponjas de celulosa como medio de cultivo para obtener comunidades microbianas complejas mejora con mucho el método vigente, a partir de su cultivo en viales y tubos de ensayo (donde el nivel de partición es nulo).

También tienen relaciones sexuales

La cohabitación de diferentes especies de bacterias en un mismo entorno también se traduce en la existencia de relaciones sexuales. Pero que no se me soliviante el personal, que ahora lo explico: como ya se ha mencionado, las distintas bacterias que conviven en un mismo entorno pueden intercambiar y compartir material genético. Algo que hacen mediante un proceso conocido como ‘sexo bacteriano’ por su similitud con el sexo animal, ya que se lleva a cabo mediante la formación de un tubo o conducto entre bacteria y bacteria por el que se transfieren genes. El sexo bacteriano es un mecanismo vital, ya que este intercambio de material genético permite adquirir a las bacterias nuevas capacidades y funcionalidades de sus vecinas ,aumentando así su arsenal de herramientas para sobrevivir y proliferar en ese hábitat.

-Ir al suplemento Tercer Milenio

Apúntate y recibe cada semana en tu correo la newsletter de Tercer Milenio

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión