Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Desafíos globales

Pesadilla de la Navidad futura: de cómo el cambio climático acabó con la tradición del árbol

El crecimiento y completo desarrollo de los abetos se ve afectado por el calentamiento global y las cada vez más recurrentes sequías y eventos extremos.

Alquiler de árboles navideños en Países Bajos; tras las Navidades, se replantan.
Alquiler de árboles navideños en Países Bajos; tras las Navidades, se replantan.
EFE / EPA / Piroschka Van De Wouw Netherlands Christmas Rental Trees

Si en algún lugar del mundo tiene arraigo la tradición de decorar el hogar con un árbol navideño natural, ese es Norteamérica, donde cada año se venden millones de ejemplares –la mayoría durante la visita a un vivero para seleccionar el ejemplar deseado– pero…

Nueva Escocia es la principal provincia canadiense productora de árboles navideños gracias a que reúne las condiciones ideales para el crecimiento del abeto Falsam. Que requiere de suficientes heladas otoñales para que los ejemplares adultos se endurezcan y para garantizar que las agujas conserven su verdor y no se desprendan una vez cortado. Sin embargo, el otoño de 2021 fue más cálido de lo habitual, con pocas heladas, mermando la cantidad y robustez de los árboles disponibles.

Antes, en mayo y junio de ese mismo año, una ola de calor extremo afectó al estado de Oregón, la principal área productora de árboles navideños de EE. UU., quemando las agujas de los árboles adultos, lo que obligó a retrasar un par de años su recolección con la esperanza de que puedan recuperarse. Mientras, en la zona de Nueva Inglaterra, otro de los grandes viveros de árboles navideños –y que ya en la primavera de 2020 se había visto afectada por una sequía histórica– el exceso de precipitación en la primavera de 2021 provocó una considerable pérdida de la producción. Como consecuencia de ello, este invierno ha habido escasez de ejemplares y su precio se ha incrementado de forma notable.

Y el problema no es solo cómo ha afectado a la disponibilidad de árboles esta temporada. El problema va mucho más allá, ya que un abeto –el árbol de Navidad por excelencia– tarda entre 9 y 10 años en completar su desarrollo. Una década durante la cual está expuesto a las inclemencias del tiempo. Y especialmente durante los primeros años de crecimiento, cuando son más sensibles a condiciones climatológicas y meteorológicas adversas; más aún si se trata de eventos extremos.

Así, la ola de calor que afectó a Oregón no solo deterioró a los árboles adultos, sino que también mató a muchos ejemplares jóvenes que todavía no habían desarrollado las grandes raíces que en el futuro les iban a permitir subsistir captando el agua y la humedad del subsuelo y que, por tanto, dependían totalmente de las precipitaciones y la humedad ambiental.

Pero del mismo modo, un exceso de precipitación –o lluvias muy intensas que provoquen acumulación de agua; riadas, inundaciones, crecidas, un deshielo excesivo, etc.– son tanto o más perjudiciales: el exceso de agua anega el terreno, aumentando la porosidad y favoreciendo que emerjan a la superficie las esporas del hongo Phytophthora –la principal plaga de los abetos y para la que no hay un tratamiento efectivo– que atacan a las raíces de los árboles.

Además, hay que tener en cuenta que, como consecuencia del cambio climático, lo presumible es que estos y otros eventos extremos –tormentas eléctricas, huracanes, sequías, incendios…– sean cada vez más intensos y más recurrentes si se mantiene el ritmo actual del calentamiento global.

Por ejemplo la referida ola de calor que afectó al noroeste de la costa del Pacífico estadounidense es un evento que hasta ahora acontecía una vez cada mil años; pero se estima que si las emisiones de carbono a la atmósfera no se reducen de forma rápida y drástica, para la década de 2040 azotarán la región cada diez años.

Lo más grave es que ni tan siquiera es necesario que se den estos fenómenos extremos; como se ha visto, un ligero pero sensible aumento de la temperatura media se traduce en otoños e inviernos un poco más cálidos de lo normal y, por ejemplo, en un menor número de heladas, necesarias para que los abetos adquieran vigor. Y también en la propagación de plagas a latitudes cada vez más elevadas.

Y el verdadero problema es que esta pesadilla antes de Navidad es solo un ejemplo casi anecdótico de cómo el cambio climático provocado por el ser humano puede llegar a afectar –de hecho ya está afectando y destruyendo– a las grandes masas forestales del planeta, los pulmones verdes que, al respirar, contribuyen a reducir el CO₂ atmosférico, precisamente el principal gas de efecto invernadero y que, por tanto, más contribuye al calentamiento global.

Se buscan alternativas

Los genetistas diseccionan los genomas de diferentes coníferas para desarrollar, por hibridación selectiva o por ingeniería genética, nuevas variedades más resistentes y adaptables a las condiciones cambiantes, de crecimiento más rápido y agujas más resistentes.

Los botánicos indagan en la naturaleza en busca de especies semejantes que estén mejor adaptadas a unas condiciones más cálidas y secas como el abeto turco, el abeto del Cáucaso o el abeto japonés, de especial interés al exhibir una gran resistencia natural al hongo Phytophthora.

-Ir al suplemento Tercer Milenio

Apúntate y recibe cada semana en tu correo la newsletter de ciencia

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión