FILOSOFÍA

Pablo de Lora, filósofo: "No puede ser que todo lo que no guste a determinados individuos sea cancelable"

El pensador, que sufrió un boicot en la Universidad Pompeu Fabra por sus postulados sobre la transexualidad, publica 'El laberinto del género'.

Pablo de Lora, filósofo.
Pablo de Lora, filósofo.
Universidad Autónoma de Madrid

Pablo de Lora, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, reflexiona en sus libros sobre las implicaciones de la identidad de género en el armazón jurídico y cultural. Sus dos últimas obras, 'Lo sexual es político (y jurídico)' y la más reciente 'El laberinto del género: Sexo, identidad y feminismo', ambas publicadas por Alianza Editorial, abordan esta cuestión, y no han escapado de la polémica. En diciembre de 2019, una intervención de De Lora en la Universidad Pompeu Fabra derivó en un boicot alentado por activistas trans.

¿Qué ocurrió en Barcelona?

Fui invitado a una ponencia en un seminario internacional que organiza la Universidad Pompeu Fabra porque yo había escrito el libro 'Lo sexual es político (y jurídico)'. En los días previos al seminario, alguien me informó de que circulaban algunos tuits de personas escandalizadas por mi presencia y porque yo fuera a hablar de cuestiones de género sin pertenecer al colectivo LGTBI. Al principio, pensé que no tenía demasiada importancia, pero cuando se acercaba el seminario, me di cuenta de que el asunto tomaba entidad.

¿Por qué?

El día anterior, me contaron que un estudiante se había dirigido a la llamada Unidad de Igualdad de la universidad pidiendo mi desinvitación y que se le invitara a él como ponente porque sí era trans. Después de algunos tejemanejes y de que se aceptara que ellos pudieran protestar durante el seminario para después poder seguir con las ponencias, cuando llegó el momento de mi intervención, apareció un grupo de estudiantes, a los que se le unió una profesora, que comenzó a repartir pasquines que decían: 'Fuera Pablo de Lora, fuera machistas de la universidad'. A partir de ahí, todo es lacerante, hostil, un ridículo escénico. Aquel evento académico se fue convirtiendo en una asamblea y yo decidí irme, entre otros motivos, porque perdía un tren. Lo que más me dolió es que un académico, en este caso, académica, impida que otro hable. En mi departamento yo no podría trabajar con un colega que se dedica a escrachar a otro por no compartir una opinión. La Pompeu decidió abrir un expediente y en algún momento se planteó la posibilidad de una expulsión, pero todo quedó en una pantomima.

¿Por qué motivos cree usted que fue boicoteado?

Esa gente tiene una sensibilidad exacerbadísima, equivocada, y una ignorancia enciclopédica. En el debate público hoy en España mis opiniones están canceladas porque enseguida la discrepancia se torna en otro tipo de argumento no académico. Me dicen: 'Con tu objeción estás vulnerando mis derechos básicos humanos, y además contribuyes a provocar un sufrimiento en las personas que tienen un problema de disforia de género o de canalización de su identidad de género autopercibida que les puede llevar al suicidio'. Eso es chantaje. Ellos creen que si yo digo que no hay un derecho humano a la identidad de género, que no me parece claro que se deban permitir los tratamientos hormonales en los adolescentes, que las personas que se reclaman mujeres y hombres trans son biológicamente lo que son y que otra cosa es la institucionalidad de esa condición o la concepción institucional que le queramos dar, todo eso es cancelable porque contribuye a la desazón de determinados individuos.

¿Y eso qué le parece?

Eso no puede ser, de la misma manera que cuando discutimos sobre los límites de la libertad de expresión sabemos que las víctimas de ETA pueden sentirse mal. Ya, pero es el juego democrático. Ni las víctimas ni las personas afectadas ni nadie que sienta de esa manera tan íntima las consecuencias de ese debate puede tener una carta de triunfo, basada en sus sarpullidos, que bloquee el debate público. Anda que no hay colectivos que soportan mofas, como los católicos...

¿Cómo se define usted políticamente?

Ufff (silencio). Soy un librepensador, con una sensibilidad igualitaria, por no decir socialdemócrata, que me ha acompañado siempre, pero que la experiencia vital ha matizado: nos hacemos mayores y comprobamos el alcance de los horizontes utópicos. Pero básicamente soy un liberal con gran sensibilidad por la igualdad y si algo me caracteriza es mi absoluto rechazo a los 'packs' ideológicos, a las listas de la compra.

¿Odia usted a los transexuales?

¿Yo? En absoluto, son personas que merecen el mismo respeto que cualquier otra, aunque creo que muchas de sus reivindicaciones están profundamente equivocadas.

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