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Viendo el calor: el porqué de los colores del volcán

El color de la lava se debe al calor que desprende. Curiosamente, a temperaturas aún más altas no diríamos 'al rojo vivo', sino 'al azul vivo'.

El volcán de La Palma, visto a través de la ventana de la cocina de una vivienda de El Paso
El volcán de La Palma, visto a través de la ventana de la cocina de una vivienda de El Paso
Jon Nazca / Reuters

Es una catástrofe y es hipnótico y es de suponer que todo cabe. Especialmente si se está lejos de La Palma y no como en la imagen del fotógrafo Jon Nazca, esa en la que se ve al volcán de La Palma desparramarse desde la ventana de una cocina recién fregada.

Porque más allá o más acá de la tragedia hay una fascinación por las escenas de una erupción y es difícil saber el porqué. ¿Es algo conceptual, una extrañeza ante ese sangrado desde el centro de la Tierra? ¿Es una estética algo atávica de colores inusuales?

Lo que sí sabemos es de dónde vienen estos: la lava es roca fundida por las altas temperaturas, y su color depende, ni más ni menos, que de ese calor.

Los colores del calor

A temperaturas usuales, los colores que vemos surgen de un juego entre lo que el objeto absorbe de la luz y lo que refleja. Partiendo de que la luz blanca incluye todas las longitudes de onda de la región que llamamos visible, si 'golpea' contra un objeto y lo vemos negro, es porque este las absorbe todas. Si 'recoge' las más largas y refleja las cortas, lo veremos azul-violeta. Si se queda solo con las más cortas, tendemos a verlo rojo.

Es una suerte de juego de espejos más o menos pasivo.

Pero por encima de 500 °C la cosa cambia.

Todo cuerpo emite radiación electromagnética debido a su temperatura (salvo que esté a 0 absoluto, a -273 °C; y descuide, eso parece inalcanzable). Como la temperatura es, en esencia, movimiento molecular, este se traduce en lo que se conoce como radiación térmica. Por debajo de 500 °C se libera en forma de infrarrojos, así que no podemos verla. Pero justo por encima lo hace en forma de luz visible, empezando por el rojo. Como la lava.

La lava -que se llama así desde la erupción del monte Vesubio porque a un geólogo italiano le recordó a los deslizamientos de tierra por las lluvias y porque 'labes' en latín es deslizamiento- suele encontrarse entre 700 y 1.200 °C. El rojo oscuro suele indicar temperaturas entre 650 y 800. Por encima de 1.000 °C se hace más fluida y pasa a ser naranja brillante. Lo curioso es que si pudiera alcanzar temperaturas mucho más altas llegaríamos a verla azul, un color que indica mucha más energía.

Decimos 'al rojo vivo', pero sería más candente aún decir 'al azul vivo'.

La temperatura del color, una bombilla cultural

Decimos 'al rojo vivo' y representamos con tonos naranjas y rojizos el calor extremo probablemente porque lo asociamos al fuego o a los metales cuando se calientan y se vuelven incandescentes. Pero si lo hicieran muchísimo más, hasta más de 10.000 grados, empezaríamos a verlos azules. Esa gradación entre rojo y azul es lo que se conoce como temperatura de color, es la que usamos al comprar bombillas para decidir cómo queremos iluminar nuestra habitación y es la muestra de cómo lo cultural ha invertido el color del calor.

El color de las bombillas se mide en grados Kelvin (°K), que equivalen a los centígrados si a estos le sumamos 273. Cuando queremos una luz cálida escogemos las que son de alrededor de 3.000 °K, que emiten tonos amarillentos. Si la escogemos más neutra, como una luz fluorescente, será de unos 6.000 °K. Por encima de 9.000 empiezan a ser azuladas. Equivaldrían a las de más temperatura, pero las llamamos frías. El mundo al revés.

Y la radiación térmica no solo explica colores, también despierta aplicaciones. Los geólogos no hacen mucho caso de esos adjetivos, y son capaces de usar los tonos de las imágenes tomadas por satélite para estimar la temperatura de un volcán. Los pirómetros, esos termómetros en forma de pistola que tanto han apuntado a nuestras frentes durante la pandemia, se basan en el mismo principio. Nosotros también emitimos radiación, mayor a más temperatura, pero siempre invisible. Esas pistolas son, básicamente, detectores de infrarrojos adaptados.

Dice el penúltimo meme que, después del coronavirus y del volcán, ya solo queda esperar al meteorito.

¿Todo cabe?

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