Milagro botánico en Tierra Santa

Dos israelíes logran que germine una palmera datilera con semillas de hace 2.000 años halladas en un fuerte junto al Mar Muerto destruido por los romanos.

Un trabajador del kibbutz Ketura cuida una de las palmeras nacidas de las semillas milenarias.
Un trabajador del kibbutz Ketura cuida una de las palmeras nacidas de las semillas milenarias.
AFP

Cuando Sarah Sallon pensó en plantar semillas de una palmera datilera con 2.000 años de antigüedad obtuvo una respuesta poco alentadora. "Los arqueólogos botánicos me dijeron 'estás completamente loca, nunca va a funcionar'", recordó esta británica-israelí de 72 años, experta en medicina natural. La simiente fue hallada en una antigua fortaleza de la era romana cerca del Mar Muerto.

Pero la idea de Sallon de que el entorno seco del Mar Muerto permitiría a las semillas del fuerte Masada florecer resultó ser correcta. Con mucha paciencia y cuidado, ella y su socia Elaine Solowey lograron cultivar palmeras con dátiles con semillas que datan del Reino de Judea, que emergió en el siglo XI antes de Cristo. El reino era conocido por "la calidad y cantidad de sus dátiles". Fueron exaltados por "su gran tamaño, su sabor dulce y sus propiedades medicinales", escribieron en un artículo para la revista 'Science'.

Revivir esta arcaica variedad con Solowey, especialista en agricultura sostenible, no fue solo un proyecto innovador, sino que ofreció "una luz de esperanza" a un planeta que lucha contra la crisis climática y la desaparición masiva de especies.

Sallon piensa que la naturaleza se reserva trucos. "Puede dejar que las semillas permanezcan adormecidas miles de años, creemos que están extintas y ¡boom!, basta un par de manos de oro, como las de Elaine, para devolverlas a la vida".

Antes de intentar revivir la palmera de dátiles, leyó sobre unas semillas de flor de loto de 500 años que germinaron. En 2004 le pidió a la Universidad Bar Ilan de Israel acceso a alguna de las semillas rescatadas en 1960 bajo los escombros de Masada, un fuerte judío de la época de Herodes asaltado por las tropas romanas en el siglo I.

Pese a ser llamada "loca", y con "mucho fastidio" por parte de los arqueólogos, obtuvo cinco semillas. Buscó a Solowey en el kibbutz Ketura, cerca de la frontera de Israel con Jordania, y le pidió que intentase que germinasen. "Le pregunté, '¿cuán antiguas son? 2.000 años', respondió". Lo veía imposible, pero lo intentó. Usó un fertilizante basado en encimas. Lo intentó con tres de las semillas. Durante semanas no vio señales de vida, pero un día, en marzo de 2005, se abrieron pequeñas grietas donde sembró una simiente, señal de que las raíces se estaban afianzando.

Floreció una de las tres semillas. La bautizó Matusalén, pero era una planta macho y no dio fruto. Sallon obtuvo más semillas con la esperanza de lograr una hembra y, el año pasado, tras una espera eterna, nació una palmera, Hannah, que rindió cien dátiles en la primera cosecha. Este año, en agosto, la recogida se multiplicó. Unos 800 dátiles, ligeramente secos, pero con un delicado sabor a miel.

Creen que pronto podrán vender muestras. Esperan que Judit, una palmera hermana de Hannah plantada este mes, también dé más dátiles. Es un proceso caprichoso, suspira Sallon, pero cuando funciona da unos dátiles "magníficos".

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