Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Entrevista

Carlos Briones: "Si hay vida en Marte, debemos preservarla, no intervenir, estudiarla sin alterarla"

Nació en Burgos en 1969. Investiga en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) y escribe a diario, ya sean artículos científicos, poesía o divulgación.

Carlos Briones, en el campus del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, en Torrejón de Ardoz.
Carlos Briones, en el campus del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, en Torrejón de Ardoz.
Juan Lázaro

La semana que viene abre en Teruel el VII Curso de astrofísica: astrobiología y sistemas planetarios. ¿Conoce Teruel?

Sí, he estado en varias ocasiones de turismo. Me gusta mucho Aragón y lo he visitado bastante, desde Jaca hasta Albarracín. Teruel es una ciudad pequeñita y acogedora por la que me gusta pasar, y visitar Dinópolis.

Y el cielo de Teruel ¿lo conoce?

Nunca he estado en Teruel en observaciones astronómicas, pero sé que su calidad está al alcance de pocos lugares de España y por eso me quedo todos los días del curso, donde tendremos ocasión de subir al Observatorio de Javalambre. Hay ahora una corriente de turismo de cielo, de turismo astronómico, y está muy bien ofrecer atractivos de día y de noche.

Teruel forma parte de lo que se llama la España vacía. En el universo también hay mucho vacío.

El universo es básicamente un lugar vacío en el que, de vez en cuando, aparece una estrella y un planeta. Es un alto vacío, decimos los científicos, con muy poquitas partículas, muy pocos átomos, aunque también hay regiones de formación de estrellas donde la materia se condensa, se forman soles y, a su alrededor, planetas.

Y entre tanto vacío, aquí, en la Tierra, vida. ¿Por qué es tan rara la vida?

Realmente no sabemos si es tan rara. Es uno de los objetivos de la astrobiología: saber si es muy extraño que haya vida o si será abundante y lo que pasa es que solo conocemos un caso. Nada impide que el proceso que ha llevado de la química a la biología se haya dado en otros lugares además de en la Tierra.

Leo que fue Premio Hiperión de Poesía en 1993. ¿Qué fue primero, la poesía o la ciencia?

Crecí compartiendo esos dos mundos, y la música también, porque desde los 7 años tocaba el violín en un conservatorio. La división entre ciencias y letras nunca ha funcionado conmigo. Cuando, con 23 años, gané ese prestigioso premio, acababa de terminar Químicas y estaba empezando la tesis en bioquímica.

¿Por qué decidió dedicarse a la astrobiología?

Al final de la carrera me especialicé en bioquímica; en estudiar por qué la química se convierte en biología y surge la vida, por qué la química acaba formando células. Y me interesé por la evolución, por el papel de los virus, unas entidades muy importantes en el origen de la vida y durante la evolución. En el año 2000 me ofrecieron montar mi laboratorio en el Centro de Astrobiología en el campus del INTA y no me lo pensé. Estudiamos el origen de la vida y su evolución temprana, el papel de los virus, y desarrollamos sensores para caracterizar la vida en la Tierra y poder detectarla fuera.

Estudia la genética de virus de ARN. ¿Qué tienen que ver esos virus, del tipo del SARS-CoV2, con el origen de la vida?

Ahora resulta familiar, antes hablaba de virus de ARN, variantes y PCR y a todo el mundo le sonaba extraño. Los virus con genoma de ARN son buenos modelos para estudiar esa transición entre las moléculas y las células. Son solo un ácido nucleico –ADN o ARN– que se reproduce en el interior de una célula, pero se organizan de una forma muy especial. Son mensajeros genéticos, entidades replicativas que permiten mover los genes de unos organismos a otros, algo fundamental en el origen de la vida y en la historia de la evolución; quizás, hace 3.800 millones de años, con las primeras células empezó a haber los primeros virus.

La ESA selecciona ahora nuevos astronautas. ¿Alguna vez se planteó esta posibilidad?

De joven, sí. Sobre todo me encantaría ser explorador de Marte, caminar por Marte; para eso faltan 15 o 20 años. Cuando leía ‘Marte rojo’, ‘Marte verde’ y ‘Marte azul’, de Kim Stanley Robinson, quería estar ahí. De momento, lo que hago es leer ciencia ficción, escribir divulgación científica, algo de ficción también... viajar con la imaginación, que tampoco es poca cosa.

Su último libro se titula ‘¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el cosmos’ (Crítica). ¿Lo estamos?

Se titula así y, 500 páginas después, reconocemos que no lo sabemos. Nada impide que haya otras vidas por ahí, que, como biología, no estemos solos. Por ejemplo, Marte, Europa o Encélado, en nuestro Sistema Solar, podrían haber dado lugar a vida microbiana. Es mucho más improbable que haya vidas inteligentes capaces de comunicarse con nosotros, que piensen, sientan, sueñen y que escriban libros.

Ha respondido el científico. Ahora, ¿qué responde a esa misma pregunta el poeta?

Hay mucha poesía en mi libro y referencias al arte, a la música, a la filosofía, porque esta pregunta es muy trascendental. El poeta, con resonancias más relacionadas con la soledad, se pregunta más por la posibilidad de que exista otra vida con la que comunicarse. Sería sugerente tener otros interlocutores en torno a esas lucecitas en la noche de Teruel.

También puede que esté ahí pero no seamos capaces de ‘verla’ con nuestros instrumentos.

Eso nos hace ser humildes y prudentes. Cuando apuntamos nuestros telescopios a planetas en torno a una estrella en busca de biomarcadores, moléculas que hablan de procesos biológicos, quizás la vida se nos escapa entre los dedos porque no la podemos ver.

¿Tal vez buscamos una vida demasiado parecida a la de aquí?

La ciencia ficción nos tiene mal acostumbrados. Somos muy antropocéntricos y muy terracéntricos. El reto es ser capaces de imaginar y detectar vida muy distinta a la nuestra, quizás basada en agua y carbono, pero sin proteínas ni ADN.

Casi cada día se descubren nuevos planetas.

Hay muchas opciones abiertas. Detectamos nuevos exoplanetas, muchos son mundos habitables porque están a la distancia adecuada de su estrella para que haya agua líquida en superficie, a veces hasta somos capaces de analizar la composición de su atmósfera. Pero una cosa es que sean habitables y otra que estén habitados.

Otra gran pregunta ya no es si hay, sino si hubo vida fuera de la Tierra. Sin ir más lejos, ¿piensa que hubo vida en Marte?

Creo que se dieron todas las condiciones. Hace 3.800-4.000 millones de años, la Tierra y Marte eran prácticamente iguales, tenían la misma química, una geología parecida; Marte está más lejos del sol, pero tenía agua líquida en superficie y grandes océanos. Nada impide que, en esa misma época, se formara vida en Marte. Luego, la historia geológica de Marte fue muy distinta a la de la Tierra, perdió su atmósfera y el agua líquida en superficie, pero sabemos que actualmente hay lagos subterráneos salados, a 1.500 metros de profundidad. Y pensamos que si hubo vida en el pasado, en esa época tan remota, los herederos de esa vida podrían haber quedado presentes en esos lugares que a día de hoy podrían ser habitables. Parte de la investigación es intentar detectar moléculas que nos hablen de vida pasada, aunque no haya ya vida replicativa, quizás aquella vida pasada ha podido dejar señales moleculares en las rocas. Soy muy partidario de que, en el pasado, hubiera vida en Marte.

¿Y podría haberla aún?

Podría ocurrir. Si hubo vida en un planeta, posiblemente sigue habiéndola. La vida en la Tierra nos enseña que, pase lo pase –vulcanismo, congelación, meteoritos... han causado crisis de biodiversidad–, la vida se adapta –"la vida se abre camino", decían en ‘Jurassic Park’–. Podría aguantar algún microorganismo muy resistente que hubiera quedado en esas salmueras densas bajo la superficie de Marte. Pero todavía más prometedores que Marte son las lunas Europa (de Júpiter) y Encélado (de Saturno), con grandes océanos de agua líquida bajo la superficie de hielo. Allí podría haber vida hoy y no la vemos porque está debajo de una gran costra de hielo de 20 kilómetros, en un océano de agua de 100 km de profundidad en cuyo lecho hay volcanes, corrientes hidrotermales. Esa agua está caliente abajo, fría arriba, los nutrientes van y vienen... Uno esperaría que pudiera haber seres vivos. Recuerda a la sopa prebiótica, primitiva, donde, en la Tierra, surgió ese ancestro que dio lugar a todos los seres vivos. Estos días Júpiter y Saturno están bailando con la Luna se ven muy bien en nuestro cielo. Es fascinante. Quizás mirando al cielo vemos lugares donde hay vida: en ese puntito, en ese océano que no podemos ver, bajo la costra de hielo. Ese tipo de viajes, con observación y con instrumentación, es lo que nos permite la astrobiología. Estamos viviendo una época muy bonita para hacernos estas preguntas.

Si hubiera vida allí aún, ¿no deberíamos protegerla?

Hay que preservar la vida allá donde esté. Carl Sagan, en su famoso libro 'Cosmos', decía que si hay vida en Marte, Marte pertenece a los marcianos, aunque sean microorganismos. Soy muy saganiano en general y muy partidario de esta idea: si hay vida en Marte, debemos preservarla, no intervenir, estudiarla lo que se pueda pero sin alterarla, cosa difícil por otra parte, y no llevar vida, microorganismos de la Tierra, allí -hay una disciplina que es la protección planetaria, que se ocupa de la esterilización y limpieza de nuestras naves-. Marte, la Luna o quizás algunos asteroides ¿van a ser territorio para los científicos, que los queremos explorar, o hay intereses de explotación minera? A nadie se le escapa que las empresas privadas que están apostando tantísimo por la astronáutica querrán obtener un rendimiento económico. En las próximas décadas o siglos, se planteará el conflicto de exploración vs explotación. La contaminación, la codicia humana por extraer recursos, en lugares con menos vigilancia, deberá estar regulada por leyes que dicten nuestro comportamiento en el Sistema Solar.

¿Cómo se imagina la reacción ante el hallazgo de vida fuera de la Tierra? ¿Nos uniría como planeta?

Para mí sería la mayor noticia de todos los tiempos, nos haría ver que la vida no es algo tan excepcional. Si fuera vida microbiana, en poco tiempo decaería el interés público. Si esa vida se comunicara con nosotros, entonces se mantendría la alerta durante décadas o siglos. Surgirían miedos sobre si serían seres con tecnologías más avanzadas, si tendrían interés por venir y conquistarnos como en las películas. Pero también puede ser frustrante porque, al estar lejísimos, no tenemos tecnología para viajar hasta allí y hay un tiempo de desfase, por lo que cuando llegue una señal quizás su civilización se haya destruido ya. Nosotros tenemos capacidad de escuchar el cosmos tan solo desde hace unos cien años. Este campo de investigación da pie a pensar y soñar.

¿Tenemos conciencia planetaria?

Esperaba que la pandemia nos hubiera hecho funcionar como un planeta, sin egoísmos. Pero hablamos ya de la tercera dosis de vacuna para todos en los países del primer mundo cuando la mayor parte de la humanidad no ha recibido ni la primera porque son pobres. Si detectáramos otra forma de vida capaz de comunicarse, surgirían las pequeñas miserias de la vida humana; no sé si la humanidad tendría una única voz o los chinos, los rusos o los americanos querrían ser los portavoces. 

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