Un surfista australiano crea una asociación para que las víctimas de ataques de tiburón superen sus pánicos

Sus 400 miembros suelen reunirse al menos una vez al año y mantienen contacto por las redes sociales, donde ofrecen apoyo psicológico para superar el trastorno de estrés postraumático, común en casi todos.

El surfista francés Eric Dargent también sufrió un ataque de un tiburón en 2011.
El surfista francés Eric Dargent también sufrió un ataque de un tiburón en 2011.
AFP

A Dave Pearson un tiburón le cambio la vida para siempre hace once años. Mientras hacía surf en las playas de Nueva Gales del Sur, en Australia, un tiburón toro de tres metros y 270 kilos de peso le arrancó el brazo y lo arrastró hasta el fondo con la tabla de surf atrapada entre las mandíbulas. Dave se desangraba entre colgajos de piel, pero milagrosamente pudo llegar a la orilla con ayuda de otros surfistas y sobrevivir a un ataque que apenas duró diez segundos pero que le dejaría marcado física y psicológicamente.

En el hospital Dave, que hoy tiene 58 años, conoció a Lisa Mondy, de 24, que se recuperaba de otro terrible ataque sufrido días antes. En su caso, un tiburón blanco de 4 metros le desfiguró el rostro a dentelladas y le abrió el brazo en canal mientras practicaba esquí acuático.

Los dos se pusieron a hablar de su traumática experiencia y aquella conversación en la que surgieron sus terrores y la angustia vital de haberse topado bajo el agua con las fauces de la muerte les resultó de lo más balsámica para encarar la vida con otra actitud.

De ahí le surgió la idea a Pearson de crear un singular asociación que ha bautizado como El club de los mordidos, que busca ayudar a superar el trauma a los cientos de personas en todo el mundo que han sufrido ataques de depredadores, no sólo de tiburones (que son los más frecuentes en el club), también de perros peligrosos, caimanes e incluso hipopótamos.

Sus 400 miembros suelen reunirse al menos una vez al año y mantienen contacto por las redes sociales, donde ofrecen apoyo psicológico para superar el trastorno de estrés postraumático, común en casi todos.

Su fundador confiesa que se pasa muchas noches pegado al teléfono o al ordenador "porque hay muchas víctimas que necesitan charlar con alguien que ha pasado por su mismo trance", explica Dave a Afp. "Cuando sufres un ataque de este tipo, todos te arropan, pero aunque te deseen lo mejor, no pueden comprender lo que tienes dentro de la cabeza. Gracias al club puedes mirar a alguien que ha estado allí, esa conexión no existe con otra persona", precisa el surfista.

El club también ayuda a familiares de víctimas como Kevin Young, que el 30 de noviembre de 2013 recibió la noticia de que su hijo Zac, de 19 años, había muerto desangrado tras el ataque de un tiburón tigre cerca de Coffs Harbour, en Australia. Un mazazo. A Zac lo sacaron del agua tres amigos adolescentes que pagaron el precio psicológico de verle destrozado. "Ese día, esos tres chicos se convirtieron en hombres", reflexiona Young, que se siente afortunado de haber encontrado un club "que evita a las víctimas encerrarse en sí mismas".

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