Los cazadores de fósiles de Altamira

El análisis de tres dientes de tiburón hallados en la cueva cántabra revela que nuestros antepasados del Paleolítico ya coleccionaban este tipo de piezas.

Dientes de tiburón hallados en la cueva cántabra.
Dientes de tiburón hallados en la cueva cántabra.
Vocento

Tres dientes de tiburón hallados en la cueva de Altamira demuestran que nuestros antepasados del Solutrense, entre hace 20.000 y 17.000 años, coleccionaban ese tipo de fósiles. Porque las piezas no corresponden a tiburones contemporáneos de aquellos grupos de cazadores recolectores, sino a dos especies de los mares del Campaniense, hace unos 75 millones de años, antes de la extinción de los dinosaurios, según un estudio que publica la revista 'Quaternary Science Reviews'. "Hasta que los expertos no han examinado estos dientes no sabíamos que se trataba de fósiles. Los teníamos catalogados, fotografiados e inventariados, y trabajábamos con la hipótesis de que nuestros antepasados las habían cogido de tiburones varados en playas", indica la arqueóloga Carmen de las Heras, subdirectora del Museo de Altamira y coautora del trabajo.

Dos piezas las recuperó el arqueólogo alemán Hugo Obermaier cuando excavó en Altamira en 1924 y 1925. La tercera se descubrió en 2006 durante unos trabajos de limpieza del yacimiento. Y también se ha analizado un cuarto diente que forma parte de los fondos del museo y procede de la cueva del Rascaño, a unos 40 kilómetros de Santillana del Mar.

Todos son anteriores a la aparición del ser humano, según los exámenes realizados por el paleontólogo vitoriano Carmelo Corral, experto en tiburones del Cretácico Superior. Es decir, que vivieron entre hace 100 y 66 millones de años. Dos de los de Altamira son de 'Cretolamna borealis' y el tercero, de 'Anomotodon hermani', mientras que el del Rascaño no ha podido atribuirse a una especie concreta. "Se trata de tiburones pequeños, de entre 2,5 y 3,5 metros, que vivieron hace unos 75 millones de años. 'Anomotodon' es de aguas profundas mientras que 'Cretolamna' aprovechaba los recursos de aguas menos profundas", explica el investigador. "No es la primera vez que se encuentran dientes de tiburón en yacimientos prehistóricos.

Puede que tuvieran algún tipo de atractivo mágico para aquellos humanos", aventura Corral. "Entiendo que les llamarían la atención por la textura, el brillo, la forma... Son muy bonitos. Verían en ellos piezas singulares, incluso valiosas", dice De las Heras, quien destaca cómo en la actualidad surfistas y otros deportistas náuticos suelen hacerse colgantes con dientes de tiburón. No fue ese el caso de estas piezas. "Ninguna está perforada", puntualiza la arqueóloga. El paleontólogo cree que aquellos hombres y mujeres los pudieron sacar de afloramientos del Campaniense de la costa de Cantabria.

Para De las Heras, que tengan ese origen y no sean de ejemplares contemporáneos de los pobladores de Altamira da más valor a las piezas porque implica que fueron a buscarlas. "Ya sabíamos de la predilección de los humanos del Paleolítico Superior por coleccionar algunos objetos singulares: minerales, piedras de colores curiosos, erizos de mar fosilizados... Son piezas que les llamarían la atención, como nos la llaman a nosotros. Porque no somos tan distintos. Eran humanos como nosotros, pero con un conocimiento profundísimo del medio que hemos perdido", subraya la subdirectora del Museo de Altamira.

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