Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

‘Gambito de dama’, el ajedrez y una Amélie, ‘pero mejor’

‘Gambito de dama’ es una de las últimas series de éxito. Su protagonista, una niña huérfana, es una anti-Amélie con un talento innato para el ajedrez. Su biografía permite plantearse la influencia de las matemáticas en el tablero, la importancia de los referentes en las ciencias, la pregunta de si jugar al ajedrez nos hace realmente más inteligentes.

La serie ‘Gambito de dama’ cuenta la trayectoria de Beth Harmon desde su ingreso en un orfanato hasta codearse con los mejores maestros de ajedrez.
La serie ‘Gambito de dama’ cuenta la trayectoria de Beth Harmon desde su ingreso en un orfanato hasta codearse con los mejores maestros de ajedrez.
Netflix

Niega con la cabeza y se muerde las uñas. Al poco da un pequeño golpe en la mesa y, frustrado, Kasparov ofrece la mano a Judit Polgar, rindiéndose. Era el año 2002 y fue la primera vez que una mujer vencía a un campeón del mundo en ajedrez. Luego Kasparov se pone la chaqueta con prisa, firma la partida y, aunque no hay imágenes, se escapa por un pasillo vetado a los periodistas.

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‘Gambito de dama’ es la última serie pelotazo de Netflix. Basada en la novela homónima de Walter Tevis, cuenta la trayectoria de Beth Harmon (Anya Taylor-Joy) desde su ingreso en un orfanato hasta codearse con los mejores maestros de ajedrez. Su personaje es una composición que recuerda a una mezcla del ajedrecista Bobby Fischer en plena Guerra Fría y a la propia Judit Polgar (aunque la novela es anterior a la eclosión de esta). Entre los asesores, como si hubieran querido trazar un pequeño círculo, están Bruce Pandolfini (que ya había participado como personaje en la película ‘En busca de Bobby Fischer’) y el propio Kasparov.

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Años antes de escaparse por ese pasillo, Kasparov había dicho al respecto de Polgar: "Ella tiene un talento fantástico para el ajedrez pero, después de todo, es una mujer. Ninguna mujer puede sostener una batalla prolongada". […] "Las mujeres ajedrecistas deberían centrarse en tener niños".

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Cinco años después de ese pasillo, Kasparov publicó el libro ‘Cómo la vida imita al ajedrez’. Seguía defendiendo que existen diferencias de género en cuanto al juego, ya sea por un motivo ‘fisiológico, psicológico o educacional’. Pero también admite que: "Las Polgar demostraron que no existe ninguna limitación inherente a sus aptitudes, una idea que muchos disfrutaban defendiendo, hasta que empezaron a temer que les pulverizara una chica de 12 años con coleta".

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Beth aprende a jugar casi por casualidad con el conserje del orfanato, un poco al estilo Fischer. Como escribe Javier Pastor: (Al contrario que los jugadores rusos) "Bobby Fischer surgió de la nada y de la nada aprendió a jugar al ajedrez". Polgar siguió un método radicalmente distinto. Bajo la idea de sus padres de que "el genio no nace, se hace", ella y sus dos hermanas fueron educadas en su propia casa sin asistir a la escuela, y con el ajedrez como una práctica diaria y central.

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La serie se ha catalogado como feminista, pero si lo es, ese feminismo está muy edulcorado. Las trabas, las dificultades y la problemática de ser mujer apenas están, y además se liman para que la trama avance con más facilidad. La protagonista (al contrario que en la novela) tiene una belleza hipnótica, lo que ayuda al éxito de la serie. Y un talento único, lo que corre el riesgo de consagrar y subrayar la excepcionalidad. El crítico Enric Albero califica a ‘Gambito de dama’ como la hermana tranquila de ficciones deportivas como ‘Rocky’ o ‘Karate Kid’. Y define a Anya Taylor-Joy como "una mezcla entre Audrey Hepburn, Natalie Wood y Deep Blue a la que le entregas todas tus piezas nada más salir en pantalla". Otras voces la ven como "una Amélie, pero mejor". Como Amélie crece también aislada, pero Beth Harmon es decidida, muchas veces brusca. Ahí sí: es una Amélie librada de la tentación de una dulzura pastel.

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La historiadora Margaret Rossiter llamó ‘el síndrome o complejo de Madame Curie’ en ciencia al hecho por el cual a las mujeres se les hace pensar que deben ser extraordinariamente brillantes para competir en un mundo tradicionalmente de hombres. Ante una estructura con falta de referentes femeninos amplios, limitarse a usar figuras geniales como la de Curie para inspirar a las mujeres puede dar lugar también a un efecto paradójico y desmotivador, corriendo el riesgo de reforzar la estructura que precisamente su uso quiere derribar. Pero como dijo en una entrevista la propia nieta de Marie Curie en relación a la ciencia, “la igualdad llegará cuando en las academias se elija a científicas de nivel medio, igual que ahora hay muchos hombres que no son especialmente brillantes”. (Cuando haya muchas jugadoras de todos los niveles y no solo 'Beth Harmons').

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Un gambito en ajedrez es un tipo de sacrificio al inicio de la partida. Generalmente se ofrece un peón a cambio de tener una ventaja en la posición. En el gambito de dama se ofrece el peón de dama, que el rival puede aceptar o no. Si no lo hace, se llama gambito de dama rehusado.

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El número de mujeres es menor que el de hombres en las ciencias llamadas duras (matemáticas, física, ingenierías). Entre los muchos motivos, uno es la falta de referentes, que hace "difícil para las jóvenes proyectarse en un futuro invisible", como dice la científica Isabelle Vernos.

Otros, sin embargo, minimizan la importancia de las figuras de referencia.

Según las cifras de Netflix, más de 60 millones de personas han empezado a ver la miniserie. Según eBay, en los 10 días posteriores al estreno aumentaron casi tres veces las búsquedas de tableros de ajedrez. Según la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), solo el 16% de los jugadores licenciados son mujeres. Según uno de sus portavoces, "hemos recibido más solicitudes de mujeres en las últimas dos semanas que en los últimos cinco años".

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Qué manera de rodar las partidas. No hay una igual en toda la serie, todas son diferentes en su narrativa y montaje. Y en ninguna es preciso saber de ajedrez para intuir qué está ocurriendo a cada momento.

La actriz no sabía nada del juego, pero todas las partidas son históricas, reales. Aprendió los movimientos como una coreografía muscular.

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En una entrevista durante la serie le preguntan a la protagonista por qué el ajedrez. "Es todo un mundo en solo 64 cuadrados", contesta. "Me siento segura en él. Puedo controlarlo, puedo dominarlo. Y es predecible". El número de partidas posibles es, sin embargo, desmesurado. Los cálculos apuntan a un 1 seguido de 100.000 ceros. El de partidas ‘lógicas’ es de alrededor de un 1 seguido de 120 ceros. Ambas cifras son superiores al número de átomos que hay en el universo. Como la Biblioteca de Babel de Borges, una biblioteca de aspecto infinito con todos los libros posibles, incluyendo "Todo: la historia minuciosa del porvenir (…), el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero (…), la relación verídica de tu muerte".

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"El ajedrez no es como la vida. ¡Tiene reglas!". J. Pasternak, cineasta húngaro.

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Las matemáticas han sido el área específica con la que más se ha relacionado al ajedrez. Quizás por la implicación de la geometría, por el papel de la aritmética y el cálculo que implica considerar el valor de cada pieza, por la posibilidad de aplicar reglas matemáticas a situaciones concretas del juego. Pero su influencia se ha propuesto que llegue hasta la lectura y la comprensión lectora: la práctica de la concentración o la capacidad de adquirir y seleccionar la información relevante (las jugadas ‘lógicas’) podrían mejorar también estas habilidades. Y, en general, se asume que quienes juegan al ajedrez tienden a ser más inteligentes, a tener un mayor coeficiente intelectual que el promedio. Los estudios apuntan a que es así.

Ahora bien, ¿juegan al ajedrez porque son más inteligentes o el juego les ayuda a serlo?

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La relación del ajedrez con las matemáticas facilita su juego mediante algoritmos. Deep Blue fue la primera máquina capaz de ganar a un campeón del mundo de ajedrez. Lo hizo en 1996 al derrotar a Kasparov. Apenas diez años después se asumió que una persona ya no podría derrotar a una computadora. El momento se vivió como una distopía, una afrenta a la naturaleza humana. ¿Por qué? ¿Consideramos algo distópico un coche que se mueve más rápido que un humano?

La mayoría de los ajedrecistas actuales utilizan las máquinas para entrenar. Magnus Carlsen, el mejor jugador del mundo, reconoce lo mucho que le han ayudado a mejorar.

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Decíamos: ¿ayuda el ajedrez a ser más inteligente? Muchas iniciativas proponen introducirlo en la escuela asumiendo que es así. Pero el mayor estudio de estudios hasta la fecha no lo tiene claro y su conclusión es que "hay todavía serias dudas sobre su efectividad en la práctica". Analizando 24 trabajos diferentes, los autores vieron que había una mejora y que esta era mayor en matemáticas que en lectura, pero el impacto era "moderado". Además, reconocían que muy probablemente podría deberse a un efecto placebo: la motivación por la novedad, incluida la de los instructores y las expectativas de los educadores, podría explicar que la mejora por el ajedrez fuera indistinguible de cualquier otra iniciativa ‘motivadora’ (como las damas o los deportes).

Son pocas las actividades que permiten lo que se ha llamado ‘transferencia de aprendizajes’, donde la mejora en un ámbito concreto se traduce en otros, sobre todo si estos no son muy cercanos. Un ejemplo es el que explica el especialista en educación Héctor Ruiz Martín sobre el mito de que ‘la memoria es un músculo’: "Más que un músculo en concreto, la imagen correcta sería la de millones de músculos: cuando ejercitas un tema en concreto estás ejercitando uno de ellos, pero no los demás. […] De ahí que no tenga sentido obligar a aprender poemas o cosas del estilo con ese fin".

¿Y no podría mejorar otros aspectos ‘no académicos’: la concentración, el control de impulsos, la planificación? Sobre eso hay menos estudios, y tampoco hay evidencia.

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Durante la entrevista a Beth Harmon:

–El ajedrez es más que competir.

–Pero juegas para ganar.

–Sí, pero el ajedrez también puede ser…

–¿Qué?

–Hermoso.

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Tassilo von Heydebrand: "El ajedrez es en su esencia, un juego. En su forma, un arte. Y en su ejecución, una ciencia".

Tigran Petrosian, sobre el ajedrez (¿y sobre este texto, quizá?): "Dicen que mis partidas deberían ser más interesantes. Yo podría ser más interesante y también perder".

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