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¿Qué pasa cuándo gritas a tus hijos?

El grito es una expresión emocional. Generalmente viene provocada por la frustración ante situaciones que escapan a nuestro control y nos desbordan.

El grito suele paralizar o asustar a los niños
El grito suele paralizar o asustar a los niños
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Son las 8.00. El tiempo avanza. Desayuno sin terminar, se derrama el zumo, ropa manchada, toca cambiarla, no llegamos… ¿Quién es capaz de gestionar esta situación sin un grito que asusta hasta a los vecinos? Si así es, ¡enhorabuena!, si no, apuntamos algunas pautas para gestionar esas situaciones de estrés.

El grito, una expresión emocional. Generalmente viene provocada por la frustración ante situaciones que escapan a nuestro control y nos desbordan. Por lo tanto, ¡tranquilos!, somos humanos, pero debemos revisar algunos aspectos que puedan ayudarnos a gestionar esta emoción de otro modo.

Las prisas nunca son buenas. Los niños necesitan su tiempo. Y eso quiere decir que no solo hay que medir el que les cuesta desayunar, vestirse o recoger los juguetes, sino que también hay que medir el que necesitan para distraerse, perderse en sus pensamientos mientras enjabonan sus manos sin saber muy bien en qué mundo paran. O el incontrolable deseo de hacer volar un juguete cuando lo encuentran a su paso hacia alguna tarea que les hemos encargado.

Prioridades, siempre prioridades. Poner coladas, recoger ropa, limpiar la casa, dejar todo perfecto antes de irnos… En casa no puede faltar la higiene y cierto orden, pero la perfección no existe y más si por ella la relación con nuestros hijos se deteriora.

¿Qué conseguimos gritando? El grito suele paralizar o asustar a los niños y su consecuencia suele ser el llanto, el miedo o la coacción. Parece que funciona, pero es temporal y no es eficaz. Con el tiempo, se acostumbran a ese tipo de comunicación y la validan como algo natural y normalizado. En muchos adultos degenera en sentimiento de enfado y culpa por no haber sabido manejar la situación de otro modo.

Ante la crisis... Respira, sal de la habitación y situación en la que te encuentras. Analízala lo más fríamente posible y prioriza el objetivo de la misma. Habla con calma, pospón la conversación si es algo importante y, si no lo es tanto, déjalo pasar y busca la forma de prevenir que no se repita. 

El humor, buen aliado. Ante un enfado o frustración, el humor puede ser un buen aliado para seguir transmitiendo el mensaje al niño de otro modo. Las ironías no suelen entenderlas, hasta cierta edad, y resultan humillantes, no son recomendables. 

No gritar no es sinónimo de no educar. La sociedad nos impone horarios, prisas y normas, pero podemos sobrellevarlos sin gritar, sin sentirnos culpables después y sin herir a los pequeños que están a nuestro cargo. 

La norma es recíproca. Los pequeños no deben gritarnos, aunque ellos son más flexibles que nosotros y si les pides que digan lo mismo, pero sin gritar ni faltar el respeto, serán capaces de hacerlo, y si no, ahí estamos nosotros para darles ejemplo.

María Torrecilla Casorrán es maestra y miembro de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía

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