Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Espacio

Marte, visto desde Aragón

Las agencias espaciales mandan misiones rumbo a Marte, pero el Planeta Rojo también se explora desde aquí. Investigadores aragoneses trazan los mapas de aquel lejano destino.

Vista de la región de Nepenthes Mensae, en una imagen de alta resolución tomada por la sonda Mars Express de la ESA
Vista de la región de Nepenthes Mensae, en una imagen de alta resolución tomada por la sonda Mars Express de la ESA
ESA/DLR/FU Berlin (G. Neukum)

En el ecuador, justo donde, abruptamente, con un espectacular escarpe de dos kilómetros de desnivel, las tierras altas de Marte se separan de las tierras bajas del planeta, se localizan las regiones de Nepenthes Mensae y el noroeste de Terra Cimmeria. Al sur, la superficie está herida por numerosos cráteres, lo que habla de su antigüedad, al igual que los valles que la surcan hablan de antiguos ríos. Al norte, la región de Nepenthes Mensae, menos craterizada, "presenta antiguos relieves y depresiones interconectadas que muestran pruebas de haber estado inundadas por lagos en el pasado, como indica la presencia de antiguos deltas y posibles plataformas costeras". El geólogo planetario Ángel García-Arnay lleva "años mirando esta zona". Desde la Universidad de Zaragoza, está trazando la primera cartografía geológica detallada de esta región de Marte, en el marco de su tesis doctoral, que dirige el catedrático Francisco Gutiérrez. El minucioso estudio geológico de ambas regiones les ayudará a comprender su historia y el papel que, en otro tiempo, desempeñó el agua.

"Estamos realizando la primera cartografía geológica de detalle de las regiones de Nepenthes Mensae y el noroeste de Terra Cimmeria, en Marte"

No lejos de allí, unos cientos de kilómetros al este, se encuentra un paisaje mucho más estudiado, el cráter Gale, donde se encuentra desde 2012 el famoso rover Curiosity de la NASA, que no ha podido retratarla ni de lejos, ya que está "dentro del cráter, no sale de ahí, ojalá tuviéramos imágenes de superficie de mi zona, pero no es así". Por eso hay que recurrir y combinar otras técnicas para conocer, desde la distancia, aquellos territorios.

Acercarse tanto a un enclave muy poco investigado le hace sentirse "como un explorador que se adentra en un mundo casi virgen, con mucho por descubrir y estudiar, detalle a detalle; poco a poco vamos rellenando ese vacío". Existían evidencias de antiguos lagos, pero no estaban explotadas, así que puede decir que "hay antiguos deltas y plataformas costeras que los hemos encontrado nosotros".

Está seguro de que esta investigación le deparará sorpresas, ya que, ha podido comprobarlo, "al aprender más, cada vez ves más cosas nuevas porque, en realidad, solo vemos lo que conocemos y, a veces, al profundizar eres capaz de interpretar morfologías que habías pasado por alto", explica este geólogo que ha cambiado el verde de su Cantabria natal por la aridez de los suelos marcianos..

Es enorme el volumen de datos que hay que integrar y analizar para dar como resultado una afirmación como, por ejemplo: aquí, hace unos 3.700 millones de años, hubo grandes lagos interconectados. Lagos que dejaron su huella geomorfológica en el paisaje y que por eso protagonizan un reciente artículo en la revista ‘Geomorphology’. Otro estudio acerca de posibles dolinas en el interior de un cráter de impacto situado en la región de Arabia Terra, liderado por Carlotta Parenti (Università degli Studi di Modena e Reggio Emilia, Italia) y Francisco Gutiérrez (Universidad de Zaragoza), ha sido publicado en la revista ‘Icarus’.

Las cartografías geológicas como la que ahora se encuentra en curso –desde ese departamento que se llama de Ciencias de la Tierra pero que también mira a Marte– son "mapas que integran la información geológica de una zona de interés, permitiendo su interpretación de una forma visual e intuitiva", indica García-Arnay.

Las diferentes misiones espaciales son la fuente de los datos que, finalmente, se integran en un Sistema de Información Geográfica "que permite la representación espacial de una zona y la realización de múltiples análisis estadísticos y espaciales". A García-Arnay le encantaría "estar allí, tocar las rocas y salir de dudas", pero, desde la distancia, entran en juego "la topografía para poder analizar el relieve y sus alturas, que se complementa con las imágenes visibles e infrarrojas para identificar las características morfológicas, texturales y térmicas de los materiales superficiales, que a su vez nos permite establecer las diferentes unidades geológicas en las que se divide la superficie". Pero incluso se puede estudiar lo que está debajo, ya que "los espectros de radar de penetración permiten inferir las estructuras tectónicas presentes en el subsuelo, mientras que la información espectral nos da la composición mineralógica de la superficie". Para datar, cuentan cráteres: cuanto más antigua es una superficie, mayor es su densidad de cráteres.

Destino: el Planeta Rojo

El Servicio Geológico de Estados Unidos realiza de forma sistemática mapas geológicos de las diferentes regiones y cuadrantes en los que se ha dividido la superficie de Marte. En otras ocasiones, la realización de este tipo de mapas precede a una misión de exploración, "con el fin de decidir la zona más adecuada y segura".

En línea recta, a 3.000 kilómetros de distancia de las regiones de Nepenthes Mensae y el noroeste de Terra Cimmeria que se estudian desde Aragón, el cráter Jezero espera a Perseverance, el rover de la NASA que escudriñará la geología y el entorno atmosférico de Marte, con los ojos bien abiertos a detectar señales de vida pasada. Amartizará el 18 de febrero de 2021, tras un largo viaje que dio comienzo el pasado jueves, con el lanzamiento de la misión Mars 2020 desde Cabo Cañaveral. Está previsto traer de vuelta a la Tierra en futuras misiones las rocas y muestras de suelo que recolecte. Entre sus instrumentos científicos, Perseverance cuenta con MEDA (Mars Environmental Dynamics Analyzer), una estación medioambiental liderada por el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), con sede en Torrejón de Ardoz (Madrid), que se encargará de monitorizar la radiación y el polvo, así como caracterizar el ambiente.

China acaba de sumarse el exclusivo club de países que tratan de conquistar Marte con la misión Tianwen-1, que significa ‘Preguntas al Cielo’ por un texto del poeta Qu Yuan (alrededor del 340 al 278 a. C.). Fue lanzada el pasado 23 de julio con un triple objetivo: orbitar Marte, depositar un ‘aterrizador’ en su superficie y explorarla con un rover. Si tiene éxito, se convertiría en la primera misión de este tipo en conseguirlo al primer intento. Está previsto que alcance su destino en febrero de 2021, mes en el que también llegan allí la misión de la Nasa y la sonda meteorológica Hope, enviada el 20 de julio por Emiratos Árabes.

No es coincidencia. La mecánica celeste solo admite ventanas de lanzamiento relativamente breves (de diez días) cada dos años para poder llegar a Marte desde la Tierra. La distancia entre la Tierra y Marte depende de las posiciones relativas de ambos planetas y hay que aprovechar cuando el camino es más corto, pues hablamos de millones de kilómetros de diferencia. Por eso, al haber decidido posponer el lanzamiento previsto para este año de la segunda misión ExoMars, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la corporación espacial rusa Roscosmos deberán esperar hasta el año 2022. Es otro de los efectos de la pandemia, que entorpeció los últimos ensayos.

Está comprobado que un virus como SARS-CoV-2 puede dejarnos en casa sin salir y hasta parar una misión espacial. Ramón Torres, ingeniero zaragozano que dirige la familia de satélites medioambientales Sentinel-1 en la ESA, que en este caso no miran a Marte sino a la Tierra, dentro del programa Copernicus, explica que "desde el comienzo de la pandemia en febrero pasado en Europa, la industria europea, y la espacial como parte de ella, se han visto obligadas a implementar unas condiciones de trabajo muy especiales, nunca antes aplicadas, para proteger la salud de sus trabajadores y el futuro de la misma industria." El teletrabajo se convirtió, "como en España, en herramienta indispensable, pero, por otra parte, los procesos de integración de los satélites y la preparación para el lanzamiento necesitan la presencia y la operación de los equipos industriales", destaca. Todo se trastocó: "La necesidad de mantener una distancia social mínima y la reducción de los equipos industriales trabajando simultáneamente han obligado a cambiar procesos, implementar horarios reducidos y turnos discontinuos que han reducido drásticamente le eficiencia del trabajo y producido retrasos importantes".

Muchas de las misiones que orbitan la Tierra, medioambientales, de navegación, comunicaciones, etc. "se están viendo afectadas por esos retrasos", pero, cuando se trata de viajar hasta Marte, las consecuencias son más graves. "Las misiones interplanetarias tienen además la limitación de las ‘ventanas’ de lanzamiento, es decir, que si no se lanza cuando las condiciones entre planetas sean óptimas, hay que esperar a la siguiente oportunidad que puede venir, como el caso de ExoMars, no antes de dos años".

Explorando el futuro de la Tierra

¿Por qué nos interesa tanto Marte? Torres encuentra un buen puñado de razones: "Es el planeta más accesible, con unas condiciones que permiten el aterrizaje (deberíamos decir ‘amartizaje’) y la exploración robotizada del terreno, que tiene una edad muy similar a la de la Tierra, y que la teoría generalizada postula que albergó condiciones ambientales similares a las de nuestro planeta, con mares y océanos de agua y una atmósfera oxidante como la nuestra". Por el contrario, "Venus, de tamaño más similar a la Tierra, tiene una historia totalmente diferente, una atmósfera opuesta a la nuestra y unas condiciones ambientales infernales. Podríamos decir que, después de Marte, son algunas lunas de los planetas gigantes, como Titán, satélite de Saturno, las que se pueden parecer más a nuestro planeta".

"Marte interesa porque puede dar mucha información de cómo evolucionó hasta
convertirse en un planeta desértico, algo que puede ayudarnos a entender el
posible futuro de la Tierra"

Buscando paralelismos, encontramos que "Marte interesa porque puede dar mucha información de cómo evolucionó hasta convertirse en un planeta desértico, algo que puede ayudarnos a entender un futuro potencial del nuestro, de cómo ha cambiado y perdido parte de su atmósfera, y de lo importante que es el campo magnético de un planeta para protegerlo de la agresiva radiación solar". Y, añade Torres, "Marte es importante porque será el primer planeta del universo que acoja en su momento la llegada del ser humano".

De algún modo, quienes tienen Marte como objeto de estudio saben que explorarlo es explorar el futuro de la Tierra. Desentrañando la evolución de otros planetas podemos conocer mejor la del nuestro propio. El joven doctorando Ángel García-Arnay señala que "Marte nos muestra un planeta que perdió gran parte de su atmósfera de dióxido de carbono con el consiguiente enfriamiento global y la pérdida de presión atmosférica, dando lugar a un planeta frío, seco y hostil para la vida". Mientras "Venus representaría un caso extremo de efecto invernadero desbocado, con temperaturas máximas superficiales capaces de fundir el plomo". La evolución de nuestros vecinos cósmicos hacia condiciones tan hostiles no es muy halagüeña, pero puede llevarnos a reflexionar sobre "lo afortunados que somos porque nuestro planeta cumple las condiciones básicas para la vida desde hace varios miles de millones de años; dada la capacidad de la humanidad como agente transformador del entorno, es importante preservar toda su biosfera".

El agua que hubo y ya no hay en Jubierre ha dejado las mismas huellas que en Marte.
El agua que hubo y ya no hay en Jubierre ha dejado las mismas huellas que en Marte.
J. Cebollada / D+i

Monegros marciano

Aquí no hay baja gravedad ni cae a plomo la radiación cósmica; tampoco la atmósfera está cargada de irrespirable dióxido de carbono, pero, sin embargo, otros factores dan a ciertas zonas de Monegros un aire marciano. Tanto, que las salinas de Bujaraloz, de extrema aridez, así como grandes contrastes térmicos, están catalogadas como un ‘análogo terrestre’ de Marte. Uno de los parajes que, por su climatología, geomorfología, mineralogía o geoquímica, son lo más parecido a Marte que podemos encontrar en la Tierra.

Marte es un desierto helado y "las zonas áridas de la Tierra son las que se parecen más a la superficie marciana", explica Ramón Torres, ingeniero de la ESA. "Los científicos indican que el desierto de Atacama, los valles secos de McMurdo en la Antártida o el desierto de Mojave en Estados Unidos (donde la NASA suele probar sus rovers), tienen las condiciones mas similares a Marte. Los Monegros tienen, sin duda, mucha similitud con el Planeta Rojo, pero deberíamos imaginárnoslos con una atmósfera muchísimo más ligera y carente de oxígeno, mucho mayor radiación ultravioleta al no tener atmósfera protectora, unos cambios diarios de temperatura muy extremos y unos vientos brutales".

En 2011, el Centro de Astrobiología puso a prueba en las lagunas saladas de Bujaraloz-Sástago la estación medioambiental REMS del rover Curiosity de la NASA. Este parecido razonable, además de para probar misiones, sirve para divulgar, como hicieron en 2018 la asociación Ciencia sin Barreras y las jornadas de Divulgación Innovadora D+i, llevando a la sierra de Jubierre una excursión diseñada para incluir a personas con discapacidad visual, que tocaron formas tan parecidas a los suelos marcianos que llegaron a la misma conclusión: "Aquí, una vez, como en Marte hubo agua líquida y corriente".

Un valle del Ebro en Marte

Ya que hemos encontrado paisajes parecidos a Marte en Aragón, recorramos ahora el camino inverso buscando huellas aragonesas en Marte. Porque, gracias a la Unión Astronómica Internacional, entidad que aprueba oficialmente los nombres celestiales, las hay. Así lo recoge Carlos Garcés Manau en el libro  ‘Aragón en el Sistema Solar’.

Una profunda fractura en la llanura de lava del hemisferio norte de Marte, a la sombra de un enorme volcán, lleva por nombre Iberus Vallis, el valle del Ebro marciano, de 87 kilómetros de longitud. Elysium Mons es uno de los volcanes extinguidos más grandes del Planeta Rojo: 300 kilómetros de diámetro en la base y una altura de 14 kilómetros. Muy cerca de Iberus Vallis, se distingue un sorprendente cráter perfectamente circular. Otro gran cráter de impacto lleva el nombre de la localidad oscense de Chía; se ubica junto a Maja Valles, un interesante canal de desbordamiento originado por antiguas inundaciones. Junto a los nombres de otras localidades de menos de 70.000 habitantes llegó hasta allí el de Chía (con bastantes menos).

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