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‘Sharenting’, la vida de tus hijos en la red

Durante el confinamiento, provocado por el coronavirus, la práctica de publicar y compartir imágenes familiares de menores en la red se ha disparado. Y, este verano, los pequeños volverán a ser los protagonistas.

Según las estadísticas, el 81% de los menores ya tienen presencia en internet antes de cumplir los 6 meses.
Según las estadísticas, el 81% de los menores ya tienen presencia en internet antes de cumplir los 6 meses.
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Defendemos con uñas y dientes nuestra propia intimidad y privacidad, y sin embargo exponemos sin ningún rubor ni miramiento la de nuestros hijos en ese vasto y peligroso universo digital que es internet. Las red de redes rebosa de imágenes de esas primeras ecografías, de los primeros pasos, el primer diente, el cumpleaños, la comunión... –y quién sabe cuántas escenas más de la vida cotidiana y privada de niños y adolescentes–, que sus padres y madres comparten a diario, seguramente con la mejor intención del mundo, con familiares, amigos y amigos de sus amigos, pero que nunca sabrán, a ciencia cierta, ni en qué manos caerán ni dónde irán a parar.

El fenómeno se encuentra tan normalizado y aceptado por todos que ya tiene hasta nombre: ‘sharenting’, resultado de la fusión de los términos ‘sharing’ (compartir) y ‘parenting’ (crianza). Y fue el diario norteamericano ‘The Wall Street Journal’ el primero en acuñarlo y difundirlo en 2003. Seguro que pocos se atrevieron a vaticinar entonces que, en 2016, el Diccionario Británico Collins, que lo define como: "La práctica de los padres de usar las redes sociales para comunicar abundante y detallada información sobre sus hijos", lo incluiría, junto al término ‘Brexit’, como palabras del año.

El 56% de los padres suben fotografías de sus hijos, que podrían resultarles vergonzosas

El desenfreno que muestran millones de progenitores es de tal magnitud que, según un estudio publicado en 2019 y realizado en 10 países, entre ellos España, por la firma de seguridad informática AVG, el 23% de los niños tiene presencia en internet incluso antes de nacer –sus padres publican imágenes de las ecografías durante el embarazo– y el 81% ya pululan por la red antes de cumplir los 6 meses. Más cifras: el 56% de los padres suben fotografías de sus hijos, que podrían resultarles vergonzosas –lo dice un estudio de la Universidad de Míchigan (EE. UU.)–, y un informe reciente del Reino Unido asegura que los padres habrían publicado en redes sociales un promedio de 13.000 vídeos o fotos de su hijo o hija antes de que cumpliera los 13 años.

El largo y duro periodo de confinamiento provocado por la pandemia –con las tecnologías ligadas a internet al alcance de la mano y como alternativa de ocio– ha disparado esta práctica de compartir imágenes familiares de menores de edad, que encuentra un caldo de cultivo ideal, precisamente, ahora, en vacaciones, con los pequeños como protagonistas, y que, pese a lo inocente que pueda parecer, no está exenta de peligros.

Una información muy valiosa

Al contrario, porque, como apunta Fernando Andreu Royo, delegado de Protección de Datos y experto en privacidad, esta exposición pública que se hace de los pequeños en las redes sociales nos puede generar serios problemas: “Si yo subo a la red una foto de mi hijo con el chándal o el uniforme del colegio o en la urbanización donde veraneamos o en Port Aventura..., estoy proporcionando a determinadas personas una información muy valiosa para que, sin ir más lejos, roben en mi casa o puedan acosar a mi hijo en el colegio”. Sin olvidar que “con toda esta información –afirma– estamos generando una huella digital de nuestros hijos –los registros y rastros que dejamos cada vez que utilizamos internet–, que ellos, desde luego, ni han pedido ni autorizado, y cuyos efectos en el futuro, a la hora de buscar trabajo, por ejemplo, o de que alguien decida iniciar alguna acción contra ellos, pueden ser muy negativos”. “Incluso determinadas imágenes –continúa–, a simple vista entrañables e inocentes, pueden llegar a convertirse en material pedófilo y pornográfico”.

Para proteger su privacidad

Desde el punto de vista de la privacidad, Andreu sugiere que, si decidimos compartir imágenes de nuestros hijos, “debemos hacerlo siempre con personas de nuestro ámbito familiar más cercano, con el compromiso ético de no redistribuirlas” y que deben ser situaciones en las que, "bajo ningún concepto, se comprometan la imagen, el honor y la dignidad del menor"; e insiste en que, en todo momento, “debemos tener el control de esas imágenes, su trazabilidad”. “Hemos de ser conscientes –insiste– de que todo el material que subamos a la red y quede fuera de control, se convierte en un potencial elemento arrojadizo contra el interés del menor”.

«Velar por el interés superior del menor es el gran reto de la privacidad»

Y, por supuesto, compartir siempre esas fotos en “perfiles cerrados”, configurados con aquellas personas que cuentan con nuestra aprobación, para evitar el rastro de la peligrosa huella digital. Tener nuestros perfiles personales en redes sociales completamente abiertos a todo el mundo, según el experto, puede acarrearnos “problemas muy serios”, dependiendo del contenido que se publique. “Pensemos por ejemplo –argumenta– en posibles suplantaciones de identidad o en los lamentables casos de ‘grooming’”, cuando un adulto intenta ganarse la amistad de un menor, a través de internet, con intenciones sexuales.

Pero, ¿quién defiende al menor de esas decisiones poco acertadas de los propios padres, llegado el caso? ¿Dónde queda el derecho de los menores a decidir qué imágenes suyas pueden publicar o no sus progenitores en la red?

“Afortunadamente, hoy –responde el delegado de Protección de Datos y experto en privacidad– tenemos suficientes argumentos jurídicos para defender el derecho a la decisión, la madurez y el interés superior del menor”.

“La Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantías de Derechos Digitales abre, precisamente, un capítulo de garantías de esos derechos, en el que se aborda el papel del progenitor al que le corresponde la protección del menor. Incluso en el caso de que los padres tomasen una mala decisión para sus hijos –por ejemplo la publicación de una foto inadecuada– el Ministerio Fiscal podría actuar de oficio”, apostilla Andreu, que insiste en que “el gran reto de la privacidad –ante unos padres separados que uno quiere publicar la fotos de sus hijos y el otro no, por citar un caso– siempre es el interés superior del menor”. 

La siguiente referencia legislativa, según el especialista, la encontramos en la Ley Orgánica de Protección Jurídica del Menor, que contempla “la consideración de los deseos, sentimientos y opiniones del menor, así como su derecho a participar progresivamente, en función de su edad, madurez, desarrollo y evolución personal, en el proceso de determinación de su interés superior”; esta ley, aclara Andreu, “reconoce la titularidad de los derechos de los menores, conforme estos van adquiriendo madurez: un niño de 6 meses, lógicamente, no tienen nada que objetar ante sus padres, pero uno de 8 años, sí que puede, debe y tiene mucho que decir”

Además, continúa, el Código Civil, en su art. 162 reconoce que “los padres que ostenten la patria potestad tienen la representación legal de sus hijos menores no emancipados. Se exceptúan: los actos relativos a los derechos de la personalidad que el hijo, de acuerdo con su madurez, pueda ejercitar por sí mismo”. Así, pues, “vemos que los progenitores no pueden actuar como les dé la gana; conforme el menor va cumpliendo años, empieza a tener capacidad de decisión sobre situaciones que le conciernen. Los padres suelen obviar la capacidad de decidir de sus hijos, según su madurez, pero está objetivamente regulada”, señala. Y, por último, Andreu hace referencia al artículo 154 del ya citado Código Civil, “que reconoce que la patria potestad genera la obligación de cuidar a nuestros hijos. Y, si tengo que cuidar a mi hijo, ¿porqué lo expongo en acciones con las cuales no gana absolutamente nada. Puede que tampoco pierda, pero, desde luego, ganar, no gana nada”.

Fuente de protección

Partiendo de la premisa de que los padres son y deben ser fuente de protección de sus hijos, "un faro que les guía; una isla en la que sentirse a salvo", la doctora en psicología Adriana Marqueta invita a los padres a reflexionar, a la hora de publicar y compartir las imágenes de sus hijos en la red.

“Por lo general –afirma–, en este tipo de acciones, que nunca suelen ser malintencionadas, los menores no tienen voz ni voto, cuando en realidad son los más vulnerables y desprotegidos”. Pero sí que es cierto que muchos progenitores sucumben fácilmente al poderoso impacto que los ‘likes’ producen en su autoestima. “La cuestión es subir algo a la red –comenta Marqueta–, y esa foto tan bonita y divertida del niño es un reclamo fácil para que las personas de tu entorno le den al ‘me gusta’”. Y así, estos padres alimentan su autoestima de manera inconsciente al lograr la aprobación de los demás en las redes.

Orgullo de padres

Parece más que evidente que este tipo de comportamientos se sustentan en el consabido “orgullo” que los padres sentimos hacia nuestros hijos y que, al parecer, ahora solo se puede experimentar y expresar a través de las redes sociales. Cuando, “si tan orgullosos nos sentimos –añade la psicóloga–, es mejor que se lo digamos al niño, ya que el pequeño lo que de verdad necesita es la validación nuestra, de los padres, y de otros adultos e iguales de referencia de su entorno, no la de otras personas que vengan de fuera”. De este modo, “cuando hacemos públicas sus imágenes en la red, lo primero que les estamos enseñando a nuestros hijos–argumenta– es que su autoestima no depende de ellos mismos, de algo personal e interno, sino de elementos externos: ‘Mira qué foto tan bonita tuya he publicado y cómo ha gustado a todos’. La autoestima debe ser generada desde el interior y reforzada desde el exterior”. Y es en estos momentos cuando el adulto debe pararse a reflexionar, ya que, “por desconocimiento o inconsciencia” está desprotegiendo al menor e igual “no lo estaba haciendo tan bien como creía”. Por eso, a la hora de subir imágenes de nuestros menores a la red, Marqueta recomienda que “debemos utilizar parámetros establecidos y decididos de antemano, pues, sobre todo los más pequeños, no tienen criterio para decidir”. “Además, a largo plazo, la huella digital que les creamos puede acarrearles efectos muy negativos”.

«Los niños pueden generar un ego desmesurado o una autoestima debilitada, ambas conductas extremas y ninguna buena»

De hecho, ya son muchos los adolescentes que, pese a su corta edad, “tienen una gran parte de su vida públicamente expuesta”. Con ellos, con ‘los más mayores’, “los progenitores deberían dialogar y llegar a un acuerdo, pedirles permiso. Y si dicen que ‘no’, pues es que ‘no’”, recuerda la psicóloga. “Con esta actitud, ellos aprenden, sienten, el poder de la palabra y de la toma de decisiones; y les enseñamos que su palabra, para bien o para mal, tiene consecuencias”. Muchas veces, continúa Marqueta, “pensamos que ser padres significa ser dueños de las vidas de los hijos. Y no es así”.

Conductas extremas

Que nuestros hijos se sientan protagonistas en las redes puede generarles un “ego desmesurado, relacionado con el narcisismo, o una autoestima debilitada –ambas conductas extremas y ninguna buena–, ya que estamos exponiendo su vida, sin que ellos hayan tomado ninguna decisión al respecto”, explica. Y conviene recordar que, en ocasiones, esas imágenes, ‘graciosas’ para los progenitores, pueden resultar incómodas e incluso ofensivas para ellos. “Si antes ya sentíamos ‘vergüenza’, cuando tus padres enseñaban las fotos de tu comunión..., pues imagínate, ahora –comenta–, si una gran parte de tu vida, te guste o no, está expuesta en la red”. En la adolescencia la imagen es muy importante y una ‘mala foto’, podría causarles mucho daño.

Y un último apunte, no por ello menos importante: “Si el ejemplo que les estamos dando a nuestros hijos es subir fotos suyas a la red..., a partir de ahí, todo vale. ‘Si mis padres publican fotos mías, por qué no las voy a subir yo’”, concluye Marqueta. Y, desde luego, esta última reflexión da mucho en qué pensar.

Riesgos y consecuencias

Exponer a niños y adolescentes en las redes sociales puede acarrear unos riesgos y peligros de los que, generalmente, sus progenitores no suelen ser conscientes.

Falta de privacidad:

Al compartir determinadas imágenes e información de nuestros hijos en la red, les estamos creando una huella digital, que podría marcar y condicionar en un futuro muchos aspectos de su vida. Sin duda, les estamos quitando una privacidad que les pertenece. Además, los datos de localización permiten que otras personas ajenas a nuestro entorno sepan dónde están nuestros hijos e hijas en todo momento.

‘Ciberbullying’:

Con la práctica del ‘sharenting’ podemos llegar a favorecer, sin pretenderlo, el ‘ciberbullying’, ya que estamos facilitando información acerca de nuestros hijos e hijas, que bien podría dañar su reputación, causándoles serios problemas en el colegio o en su entorno social más cercano.

Fraudes:

Por la gran cantidad de datos que circulan sobre ellos en la red, los niños también pueden llegar a convertirse en objetivos de numerosos fraudes.

‘Grooming’: 

Tal vez uno de los peligros más temidos por los padres:que algún adulto se gane la confianza de sus hijos, a través de las redes, con la intención de abusar sexualmente de ellos.

Pedofilia:

Los datos que contienen esas imágenes que publicamos en internet son fuente inagotable de recursos e información para los pedófilos: sus gustos, el colegio en el que estudian nuestros hijos, la fecha de su cumpleaños..., datos que generan en el menor una situación de vulnerabilidad muy grave. Los pedófilos podrían llegar a guardar o compartir dichas imágenes para intentar un posterior contacto sexual. Por eso, bajo ningún concepto, debemos publicar fotos de los niños desnudos. Podrían ser víctimas de una red de pornografía infantil.

Manipulación de imágenes:

Hay fotografías que se pueden descargar de internet, evidentemente, sin que los padres se den cuenta, y después de manipularlas, se pueden utilizar para fines comerciales, como por ejemplo campañas publicitarias, sin la autorización de los progenitores.

Suplantación de identidad:

Con el paso del tiempo, cualquier persona, podría suplantar la identidad del menor en la red, creando un perfil con el nombre y fotografías del pequeño, con la intención de usurpar, robar, su identidad;lo que significa que esa persona podría llegar a cometer estafas, robos y numerosos ciberdelitos en nombre del menor, con todos los problemas que esta situación podrían acarrearle.

Redes sociales:

Los expertos coinciden en que no es recomendable crear una cuenta propia a los menores y publicar sus fotografías en dicha cuenta. Es preferible subir las imágenes en las redes sociales de los padres. Siempre se puede pedir a los hijos que ellos mismos decidan las imágenes que no quieren que sean compartidas por sus padres con amigos, familiares... Se trata de que ellos tengan, en todo momento, el control sobre lo que sus padres publican o no en sus redes sociales.

Por un ‘sharenting’ responsable

Conscientes del exceso y abuso del ‘sharenting’, Pantallas Amigas –iniciativa para la promoción del uso seguro y saludable de las nuevas tecnologías por parte de los menores y para el fomento de la ciudadanía digital responsable–, con la colaboración de la Agencia Española de Protección de Datos, ha lanzado una campaña de sensibilización sobre las cuestiones que los padres deben tener en cuenta antes de subir imágenes de sus hijos a la red.

Diez razones muy poderosas:

1.- Tienes la obligación de cuidar su imagen e intimidad, no el derecho de hacer uso arbitrario de ellas. Las personas menores de edad tienen derechos que deben ser protegidos de forma especial.

2.- Tu hijo o hija no gana nada con la publicación de las imágenes. Aunque puede que tampoco le afecte negativamente, el saldo rara vez será positivo.

3.- Puede haber distintos criterios sobre qué y cómo se comparten las imágenes de los menores por parte de sus progenitores. Cuando estos no forman pareja, el ‘sharenting’ puede ser motivo de conflicto.

4.- Es posible que no seas consciente de cómo se están difundiendo esas imágenes. No siempre es fácil entender y gestionar la lógica y los cambios de gestión de privacidad de las redes sociales.

5.- Existen otras formas más seguras para compartir imágenes. Es necesario limitar con quién compartir la información y elegir la plataforma adecuada.

6.- Habitualmente se comparte más información que la que se aprecia a simple vista. Una imagen inocente puede contener detalles de contexto importantes e incluso geolocalización.

7.- Al compartir las imágenes con otras personas, estas pueden asumir que eso significa que las pueden publicar y que las imágenes no son tan privadas. Sin mala intención, de forma directa o indirecta, pueden expandir el alcance e incluso hacerlas públicas.

8.- Lo que publicas escapa de tu control para siempre. Cuando algo aparece en una pantalla, es susceptible de ser capturado y reutilizado.

9.- Compartir imágenes de otras personas sin su consentimiento puede ser una infracción de la normativa de protección de datos. No es un buen ejemplo para nadie, menos aún para los menores de edad.

10.- En ocasiones extremas puede comprometerse la seguridad de miembros de la familia. En casos de victimización de menores de edad se dan amenazas sobre terceros que pueden llegar a cumplirse.

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