Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La ciencia responde

¿Quién creó el SARS-CoV-2?

No olvidaremos el año 2020, lo recordaremos como el año del coronavirus. Aunque los animales (incluidos los murciélagos) estamos repletos de microorganismos, nos preguntamos de dónde ha salido el SARS-CoV-2. ¿Acaso ha sido creado por la mano del hombre?

Modelo de la proteína ‘spike’ de la ‘corona’ de SARS-CoV-2, mediante la que entra en las células humanas, impreso en 3D.
Modelo de la proteína ‘spike’ de la ‘corona’ de SARS-CoV-2, mediante la que entra en las células humanas, impreso en 3D.
National Institute of Allergy and Infectious Diseases

Los científicos, ante la duda, jamás desechamos ninguna hipótesis, porque nuestro trabajo consiste precisamente en eso: hacer experimentos para confirmar o descartar nuestras suposiciones. En el caso del origen del nuevo SARS-CoV-2, la hipótesis sobre un origen artificial del virus está sorprendentemente extendida y en la calle cada vez es más frecuente oír: "Yo creo que este bicho se ha escapado de un laboratorio".

Yo creo que no. Me amparo en el principio de la navaja de Ockham: entre dos hipótesis con el mismo resultado, la explicación más sencilla suele ser la más correcta. Pongamos que la hipótesis A es que el nuevo coronavirus ha sido creado en un laboratorio, y la hipótesis B es que ha sido el resultado de la evolución natural.

La hipótesis A requeriría experimentos largos, ensayos con animales, coordinación entre varias personas, un buen puñado de dinero… Sinceramente, dudo que exista un país en el que pueda llevarse a cabo un proyecto de tal envergadura sin que se produzca una mínima filtración que pueda alertar de tan maquiavélico plan.

Sin embargo, la hipótesis B solo requiere un factor: tiempo. Más de un lector se echará las manos a la cabeza cuando sepa que las personas somos esencialmente microorganismos. Y es que los virus, bacterias y hongos que portamos en nuestro cuerpo superan, y mucho, al número de nuestras propias células humanas. Pero no solo nosotros, también los murciélagos, las moscas o nuestro querido animal de compañía son un auténtico filón de estos microorganismos. Solo hay que esperar el tiempo suficiente para que esos microorganismos se adapten a un nuevo estilo de vida. Y lo hacen, vaya si lo hacen.

Pongamos un ejemplo: imaginemos que administramos cianuro a varios sujetos: todos morirían; es más, dudo que exista en todo planeta una sola persona resistente al cianuro. Pero los microorganismos son otro cantar. Si administramos a unas cuantas bacterias un antibiótico, que a efectos prácticos es como el cianuro para nosotros, al cabo del tiempo tendremos bacterias resistentes a ese antibiótico.

El tiempo obra milagros a nivel evolutivo, todo es cuestión de paciencia. Del mismo modo que una jirafa de cuello corto evoluciona durante generaciones a una jirafa de cuello largo con el objetivo de alcanzar las hojas de árboles más altos, un coronavirus puede evolucionar para infectar nuevos hospedadores con el objetivo de autoperpetuarse. ¿Por qué no iba a ocurrir con el SARS-CoV-2? Al fin y al cabo, evolucionar para dar el salto desde un murciélago e infectar a la especie humana le proporciona a este virus un reservorio de unos 8.000 millones de sujetos. Esto es para cualquier virus "una oferta que no podrá rechazar".

Ingeniería genética, un malévolo experimento, un salto natural de animales a personas... ¿cuál es el origen del coronavirus?

Habrá quien piense que esta explicación es muy rebuscada. Vayamos a las evidencias científicas: sida, ébola, gripe aviar, fiebre amarilla, SARS (2009), MERS, etc. son enfermedades recientes causadas por virus que inicialmente infectaban animales, pero con el tiempo evolucionaron para infectarnos a los humanos. Dicho de otro modo, lo ocurrido con el SARS-CoV-2 ocurre con bastante frecuencia, y, según Ockham, constituiría la explicación más sencilla.

Si yo fuera el creador del SARS-CoV-2

Los científicos jamás descartamos ninguna posibilidad. Volvamos a la hipótesis A, la de la creación en un laboratorio. ¿Sería posible? Aplicaré el método Stanislavski para meterme en la piel de ese supuesto creador del SARS-CoV-2.

Uno de los métodos que se podrían utilizar para confeccionar este nuevo virus es la manipulación genética. Podríamos usar, por ejemplo, un virus como molde y cambiar algún gen. Elegir el virus molde sería tan fácil como tomar el SARS-CoV de 2009, que es muy parecido al actual. Ahora viene la pregunta de cuál de sus diez genes manipular. Aquí la respuesta también es fácil: basta consultar la literatura para darse cuenta de que la proteína ‘spike’ es la responsable de la entrada del virus en las células humanas, así que es una buena candidata. Pero entonces nos encontramos con el verdadero dilema ¿cómo manipulo la proteína ‘spike’? Puedo cambiar cada uno de sus miles de aminoácidos, cada uno de esos cambios tiene 20 posibilidades y además puedo hacer combinaciones de los mismos. Echen la cuenta, las posibilidades son casi infinitas.

Si aun así alguien se hubiera aventurado a realizar tal experimento, han de saber que la manipulación genética siempre deja restos, y un biólogo molecular podría actuar como un forense que busca trazas de tal manipulación. Ya lo hicieron, y no encontraron ninguna evidencia de manipulación genética en el SARS-CoV-2. Lo que encontraron es que este nuevo virus es muy parecido al SARS-CoV de 2009, que a su vez es parecido a coronavirus de murciélagos, pero su proteína ‘spike’ también se parece a la de coronavirus de pangolín. En resumen, no hemos inventado nada, todo lo que hay en el SARS-CoV-2 ya estaba en la naturaleza.

Visto que la ingeniería genética no parece responsable del origen del virus, vamos a proponer otro experimento: podemos emular a la naturaleza y forzar la evolución del virus para que infecte humanos. Esto requeriría infecciones sucesivas de algún animal para seleccionar la variante del virus con las mejores propiedades: la más letal o la que mejor infecta. De esta forma aceleramos el tiempo que tarda la evolución natural.

Tomemos el SARS-CoV de 2009 y experimentemos con animales. Prefiero pensar que los tiempos en que se experimentaba con personas quedan muy lejos, así que tenemos que elegir otro animal. ¿Cuál? ¿Primates? Tenemos que tener en cuenta que este (depravado) experimento requiere infectar un animal tras otro, esto requeriría un buen número de primates, laboratorios especiales, y grandes, donde trabajar con ellos, etc. No, un buen (y mezquino) científico jamás se embarcaría en tal hazaña, teniendo en cuenta que hay modelos animales como el ratón, universalmente utilizado en todos los laboratorios. El problema es que el ratón es un mal hospedador para este coronavirus. Entonces ¿qué hacemos? De nuevo tenemos miles de mamíferos con los que experimentar. Si por casualidad a alguien se le ocurrió utilizar a los tímidos pangolines para realizar el experimento, le hubiera llevado años de infecciones de pangolín en pangolín. Después de todo este trabajo ingente, nuestro malvado científico se quedaría con un palmo de narices, pues no tendría ninguna garantía de que el virus aislado del pangolín fuera capaz de causar la actual covid-19 en personas. De nuevo la navaja de Ockham me da la razón.

Así que, en mi opinión, la respuesta a la pregunta de si el SARS-CoV-2 se ha creado en un laboratorio es un rotundo no. Como apasionado de la microbiología siento una profunda fascinación por cómo una entidad tan diminuta y con un genoma tan pequeño es capaz de poner el mundo patas arriba. Pero independientemente de las ‘virtudes’ de este microorganismo, no podemos ser tan presuntuosos como para atribuirnos el mérito de haberlo creado con nuestras propias manos.

Es curioso que hasta ahora nadie haya puesto en duda el origen animal del virus del Ébola a partir de primates, y eso a pesar de su cruel letalidad: es capaz de matar a la mitad de las personas que infecta. Pero no duden que, si algún día el ébola causara una pandemia como la que estamos viviendo, muchos pensarían que se ha escapado de un laboratorio.

Hemos que saber que existen miles de virus que aún desconocemos y que forman parte de todos los seres vivos del planeta. Ocasionalmente, uno de esos virus volverá a dar el salto a las personas y causará otra pandemia. Ese día, los humanos volveremos a presumir de haber creado un nuevo virus.

Jesús Gonzalo Grupo de Genética de Micobacterias de la Universidad de Zaragoza

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