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“Los niños se adaptan bien a los cambios, pero en este periodo pueden necesitar más afecto, tener regresiones o rabietas más intensas”

La psicóloga infantil Diana Oliván explica cómo pueden los padres ayudar emocionalmente a sus hijos a llevar el confinamiento.

Diana Oliván, psicóloga en el Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana de Fundación DFA.
Diana Oliván, psicóloga en el Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana de Fundación DFA.
D. O.

En los últimos días, los niños se han convertido en los protagonistas involuntarios del debate establecido en torno a cómo serán los primeros escenarios de un futuro desconfinamiento. Si a finales de marzo, el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, pedía a su homólogo del Ejecutivo nacional, Pedro Sánchez, que estudiara la posibilidad de que los más pequeños pudieran salir a pasear "de forma ordenada" para aliviar el "estrés", ahora muchos expertos plantean que, en el caso de producirse una progresiva vuelta a la normalidad, los menores deberían ser los primeros en pisar la calle. Hasta que esta situación se produzca, ¿cómo pueden los padres ayudar emocionalmente a sus hijos a llevar el confinamiento?

“Los niños necesitan ser escuchados y acompañados emocionalmente. Esto quiere decir que tenemos que validar todas las emociones que vayan surgiendo durante estos días, tanto las que nos hacen sentir bien como las que no son tan agradables. Es importante y bueno compartir con ellos las nuestras, para que vean que sus padres también sienten y también las exteriorizan. Podemos pasar por distintas emociones a lo largo del día, y eso ellos no lo tienen que percibir como algo malo”, explica Diana Oliván, psicóloga en el Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana de Fundación DFA.

En cuanto al proceso por el que pueden estar pasando los más pequeños, la profesional señala: “Los niños no lo llevan de la misma manera que los adultos, puesto que no tienen un aprendizaje vital tan elaborado. Además, están con sus personas de referencia en un entorno seguro, por lo que no experimentan la incertidumbre que supone una situación de esta magnitud”. “Los niños se adaptan sorprendentemente bien a los cambios, pero durante este periodo de confinamiento pueden necesitar más afecto, tener alguna regresión en el desarrollo evolutivo, rabietas más intensas...”.

Sobre cómo hablar con ellos de la situación actual, Oliván indica que “lo ideal es adaptar la información a la capacidad e interés del niño. Hay chicos muy curiosos y otros que solo necesitarán saber que no se puede ir al cole y al parque porque hay un virus. Nunca hay que mentirles, son personas y confían en los adultos. Si preguntan es que quieren saber y si vuelven a preguntar es porque quieren seguir sabiendo. El 'porque yo lo digo' para acabar con la conversación tampoco es una solución útil en este momento”. "La mejor opción cuando no sabemos algo es remitir a las fuentes oficiales y no esperanzar sobre algo que no conocemos. No tenemos las respuestas a todas sus preguntas y no tenemos que culparnos por ello”.

En el caso de que los menores experimenten nerviosismo o intranquilidad, la mejor forma de ayudarles es mantener la calma. “Si nos ponemos a su nivel y respondemos de la misma manera vamos a conseguir que se pongan más nerviosos. Las muestras de afecto suelen ser un antídoto infalible. Puede ser un abrazo, leer un cuento, ver una película, hacer un dibujo... Cualquier actividad que sea placentera para el menor ayudará a recuperar ese estado de normalidad”. “Hacer actividades de movimiento -convertir la cama en una colchoneta, el pasillo en un campo de fútbol o el salón en una bolera- durante estos días también servirá para que los niños puedan descargar un poquito de energía y mantenerse un poco más tranquilos”.

“La rutina más saludable para los pequeños es la que puedan seguir los padres. No es práctico plantear una que nos genere ansiedad, ni estamos en un momento en el que sea necesario cumplir una estricta. Es importante mantener los hábitos adquiridos (aseo, alimentación, sueño y ejercicio) y darles autonomía para llevarlos a cabo. Tenemos todo el tiempo del mundo, y por lo tanto hay que ser flexibles. Al realizar menos actividad, la duración y la cantidad pueden variar de un día para otro (un día podemos tener menos hambre o necesitar menos horas de descanso). Es aconsejable introducir en esa rutina diaria actividades de movimiento, imaginación y creatividad”, subraya la profesional.

¿Y qué pasa con los adolescentes?

“La etapa adolescente unida a la situación excepcional que estamos viviendo supone un cóctel emocional muy interesante”, remarca Oliván. “Los extremos no son buenos, por lo que no creo que sea aconsejable que gestionen todo su tiempo ni que se lo gestionen los adultos. Incluirlos en la elaboración del plan diario les motivará a estar más activos en la participación y sentirse tenidos en cuenta. Eliminar las mentiras y los tonos amenazadores favorecerá a una adecuada convivencia". "En definitiva, al igual que a un niño, hay que permitirles expresar sus emociones hasta donde quieran, compartir tiempo de diversión con ellos y animarles a colaborar en los planes. Si en lugar de acatar límites tienen la posibilidad de elegir, van a sentirse más respetados y responsables”, concluye la experta.

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