testimonios

“Nosotros decidimos venir a dar clases a Marruecos y es nuestra responsabilidad”

Amparo Ortillés y Francisco J. Lacueva, matrimonio y maestros del Instituto Español Juan Ramón Jiménez de Casablanca, nos cuentan cómo están viviendo el confinamiento en Marruecos, lejos de sus hijos y familias.

Francisco J. Lacueva y Amparo Ortillés, en su domicilio de Casablanca (Marruecos), donde pasan la cuarentena por el coronavirus
Francisco J. Lacueva y Amparo Ortillés, en su domicilio de Casablanca (Marruecos), donde pasan la cuarentena por el coronavirus
A. O.

Confinados en su domicilio de Casablanca (Marruecos), desde el pasado 20 de marzo, Amparo Ortillés y Francisco Javier Lacueva -matrimonio zaragozano- saben bien lo que significa vivir con el corazón partido. Ambos son maestros en el Instituto Español Juan Ramón Jiménez de la capital marroquí, que pertenece la Red de Centros Docentes en el Exterior, de titularidad del Estado Español y dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, donde imparten clase otros 53 profesores españoles.

Aunque se encuentran bien y se sienten muy respaldados tanto por su comunidad educativa -todas las mañanas reciben la llamada del instituto- como por el consulado Español, no pueden evitar echar de menos constantemente a sus hijos y al resto de familiares. Amparo tiene a sus dos hijas en Inglaterra y a sus padres, ya mayores, en Zaragoza, donde se encuentran también los dos hijos de Francisco, quien, además, tiene a su cuñada ingresada en el hospital Royo Villanova, luchando contra el covid-19 -"afortunadamente ya va mucho mejor", matiza- y ha ‘visto’ superar a su hermano la infección.

El pasado 13 de marzo, Marruecos cerró su espacio aéreo y ellos, como residentes, ya no podían salir del país, pero tampoco se lo plantearon. “Aunque al principio nos agobió muchísimo la situación, una cosa es lo que te manda el corazón y otra el sentido del deber. Yo decidí venir aquí y esta es mi responsabilidad”, afirma Amparo; “somos funcionarios -añade el maestro-. No puedes coger y marcharte cuando te dé la gana”. Y, desde luego, por falta de ganas de estar con los suyos, no será. “Yo estaba muy preocupada por mis hijas -explica Amparo- por cómo estaban reaccionando en el Reino Unido, sin tomar medidas, sin mirar lo que estaba pasando en el resto de Europa”. “Ellas se autoconfinaron -apunta-, llevaban ya una semana sin salir de casa, cuando empezaron las restricciones. El mismo día de san Patricio, el 17 de marzo, el pub más grande de Canterbury estaba a tope”. Elena, la pequeña de sus hijas, se ha quedado en su piso de Canterbury con sus compañeros ingleses de universidad; la mayor, Nuria, sigue en Mánchester, al pie del cañón, trabajando en un centro de salud mental.

"Estaba muy preocupada por mis hijas, por cómo estaban reaccionando en el Reino Unido, sin tomar medidas contra el coronavirus"

Al contrario que el Reino Unido, Marruecos, según explica Francisco J. Lacueva, ha sabido reaccionar con rapidez. “El 13 de febrero, vino mi hijo Javier con unos amigos a vernos, y ya les hicieron rellenar en el avión una ficha sanitaria”, argumenta. Y aunque en Tánger, al norte, “la gente seguía saliendo a la calle para acudir a la oración, decretado ya el confinamiento domiciliario, el gobierno actuó con rapidez”. En Marruecos, el confinamiento tiene fecha y hora de cese: comenzó el 20 de marzo y terminará el 20 de abril, a las seis de la tarde. “Curiosamente -señala- cuatro días antes de que comience el Ramadán. Ya veremos a ver qué pasa”. De momento, según fuentes oficiales, en el reino alaouí se han registrado 8.676 casos de contagio y 39 fallecidos.

Por el momento, Amparo ya ha conseguido deshacer el nudo que se le ponía en la garganta, cada mañana, hasta que no conseguía hablar con sus hijas. Pero no se libera de la ansiedad que siente cuando, desde su televisor, mira a España: “Veo lo que está pasando y se me ponen los pelos de punta”, balbucea. Y aunque, gracias a las nuevas tecnologías, charlan a diario con sus hijos por videoconferencia, les inquieta no saber cuándo volverán a abrazar a sus padres, cuándo volverán a estar, todos juntos, en Zaragoza. Porque, aunque levanten el próximo 20 de abril el confinamiento en Marruecos, ya dan por hecho “que no habrá vuelos”. “Precisamente, el viernes, 3 de marzo, sale un avión de Iberia para llevar a los españoles no residentes en Marruecos a Madrid”, señala Amparo, que puntualiza que, en estos momentos, prácticamente no circulan trenes por el país.

"Marruecos ha reaccionado con mayor rapidez ante la pandemia que el Reino Unido"

Con la ciudad prácticamente vacía -casi no hay coches-, Amparo comenta que el día a día en Casablanca transcurre tranquilo y silencioso -quién lo diría-. Y que “Impresiona oír la llamada del a la oración del almuecín, desde lo alto del minarete, envuelta en tanto silencio”. “Yo -continúa- tan solo he salido un día de casa a comprar, y tienes que ir con un salvoconducto, sellado por la policía”.

Como docentes, también les preocupa, y mucho, qué va a pasar con el curso escolar. Como en España, las clases siguen a distancia. “De golpe -se lamenta la maestra-, estamos teletrabajando, con nuestros ordenadores y sin un solo técnico informático que te arregle nada”. Reconoce que, sí, que es difícil, pero también “muy bonito”, porque todos comparten todo para sacar adelante las clases. Todos han creado blogs donde, a diario, cuelgan contenidos y se comunican con sus alumnos. “Hoy -puntualiza-, les hemos pedido que se grabaran durante un minuto y colgaran el vídeo en el blog”. Pero Amina -nombre ficticio-, alumna de Amparo, responde: “Mi padre no me deja que se me vea ni la punta de un dedo en el vídeo. Dice mi madre que va a hablar con él”.

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