Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Entrevista

Ángela Loeches: “Lo dice la ciencia: abrazarse refuerza la pareja”

Doctora en Psicología, Ángela Loeches (Madrid, 1961) es profesora titular de Psicobiología y dirige el máster en Etología Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid. 

Ángela Loeches inauguró en Caixafórum el ciclo de conferencias ‘La lógica del amor’.
Ángela Loeches inauguró en Caixafórum el ciclo de conferencias ‘La lógica del amor’.
Toni Galán

¿Hay patrones y lógica en el amor?

La lógica del amor –más racional, mental y cognitiva– no aparece en las primeras etapas, en el amor pasional y romántico; emerge después, en el amor consolidado, más estable, de media-larga duración. Y hay patrones biológicos, sociales, culturales... Últimamente se están haciendo estudios de patrones de personalidad y amor.

¿Los polos opuestos se atraen? ¿O es mejor buscar un alma gemela, alguien afín?

En el amor pasional, nos suelen gustar más los diferentes (incluso preferimos a quienes tienen olores diferentes al nuestro) y cuando tenemos relaciones a más largo plazo, tendemos a preferir parejas más parecidas a nosotros.

El amor pasional tiene un determinante más claramente biológico, es el proceso que se da para encontrar una pareja con la que podamos reproducirnos. Es muy importante en términos evolutivos. La valoración que se hace de los otros es en términos de cuál es la pareja que puede aportar más calidad en términos de salud a mis descendientes. Por eso nos gustarían más las personas diferentes que las iguales. También estudios de psicología social ponen de manifiesto que preferimos personas que, por distintas pistas biológicas, estén lo más alejadas de nosotros en términos inmunológicos y biológicos. Porque se supone que teniendo hijos con parejas genéticamente distintas a uno mismo, tus hijos tienen más variabilidad genética. Y es un tipo de amor que se basa mucho en pistas visuales, que valoran la salud, la juventud de la otra persona, enfocado a ese proceso de reproducción.

En el amor de rescoldo, más estable, de pareja a medio-largo plazo, se busca más la compañía, el compartir cosas. Preferimos a los iguales a nosotros. Ya no tiene que ver con la reproducción sino con estar juntos y tener proyectos juntos,con el cariño y la confianza.

¿Hay personalidades que casan y otras que no?

Se están estudiando las bases biológicas de la personalidad, un rasgo que ahora sabemos que es altamente heredable, incluso puede que más que la inteligencia. Se han definido unos perfiles biológicos de personalidad: director –personalidades calculadoras y analíticas–; negociador –más afectivas, mediadoras–; explorador –tendentes a la curiosidad, con gusto por el riesgo–; y constructor –tranquilas y meticulosas–. Cada perfil está mediado por un neurotransmisor concreto. Las parejas que, desde este enfoque de personalidad, podrían ser más compatibles serían: explorador con explorador, ambos mediados por la dopamina; negociador con negociador, mediados por los estrógenos; constructor con constructor, mediados por la serotonina; y director con negociador. Esta última asociación sería remitirnos a la idea de cerebro masculino-cerebro femenino, uno más mediado por la testosterona y el otro por los estrógenos.

¿Qué ciencia puede estudiar algo tan complejo como el amor?

La biología, la neurociencia, la etología –que es el estudio del comportamiento animal y humano desde una perspectiva biológica y de evolución–, la psicobiología –que aborda las bases biológicas de la conducta–...

Hay quien piensa que analizar el amor desde una perspectiva científica es quitarle el encanto, pero seguramente a usted le apasiona estudiarlo.

Conocer las bases biológicas del amor, de cosas que nos afectan íntimamente, no les quita emoción o magia, al contrario, le da encanto, las hace más apasionantes e interesantes.

"Lo que se enamora es el cerebro, no el corazón"

Amamos y odiamos con el cerebro.

En los estudios que se hacen sobre el odio se ve que se activan los mismos circuitos que en el amor pasional pero comunicados químicamente de otra manera.

En lugar de disparar sus flechas al corazón, Cupido debería apuntar al cerebro.

Sí, el corazón está sobrevalorado en el amor. Lo que se enamora es el cerebro, no el corazón. El corazón, en esto del amor, es un agente muy secundario y muy pasivo, muy a las órdenes, como cualquier otro órgano del cuerpo, que da el cerebro.

"Hay una fórmula química de amor eterno, con niveles elevados de serotonina, el neurotransmisor de la tranquilidad, junto a oxitocina, la hormona del amor, de la confianza, del compromiso"

¿Existe el amor eterno?

Podría existir. Hay una fórmula química de amor eterno.

¿Cómo es eso?

Una conjunción de neurotransmisores que, de alguna manera, estuvieran presentes y elevados: serotonina, el neurotransmisor de la tranquilidad, de relacionarte con las personas de forma sosegada, junto a oxitocina, la hormona del amor, de la confianza, del compromiso, de la creación del vínculo y el cuidado maternal, hasta de la monogamia. Es la hormona que se segrega con el contacto, con los abrazos. A esa fórmula habría que añadir otros componentes más culturales, más sociales: estar acompañado, estar con alguien. Porque el amor eterno basado en la pasión es difícil, pero el amor eterno es socialmente posible.

Entonces, científicamente, deberíamos abrazarnos más por el bien de nuestra relación.

Lo dice la ciencia: somos mamíferos sociales, somos primates, y necesitamos ese contacto con los otros. Es importante que, a través del tacto y de los abrazos, se siga liberando oxitocina. Abrazarse refuerza la pareja, mantiene el vínculo. También parece que hay liberación de oxitocina cuando nos miramos a los ojos. Ese estar próximos genera bienestar. Cuando se libera oxitocina, baja el miedo y la ansiedad.

¿El amor es ciego?

Cuando nos enamoramos, en la primera fase del amor pasional –y también en el amor maternofilial–, la conjunción de neurotransmisores que actúan en el cerebro hacen que algunas áreas que tienen que ver con la lógica, con la razón, se inhiban.

¿Los celos nos cortocircuitan?

Sí. Los celos son más difíciles de estudiar porque están más ligados a componentes emocionales (porque otro mito que hay que desmontar es el de la idea del amor como una emoción, el amor pasional es más motivación).

Con los celos se activa la dopamina, ese neurotransmisor que nos estrecha mucho la conciencia, que nos hace obcecarnos, con componentes de ira y agresividad. Además, la serotonina baja y se produce un incremento del pensamiento obsesivo.

A veces se dice que se rompe la química. ¿Por qué dejamos de amar?

Por muchas razones. Lo biológico se mezcla con lo social. El amor tiene una razón biológica y llegamos a algunas etapas del amor donde ya no tenemos la química para seguir vinculadas a las personas. Si además tenemos una expectativas cognitivas y afectivas que no se corresponden con nuestros patrones, eso desecadena una cascada de reacciones biológicas que nos hacen tener rechazo, evitar, no querer estar con esa persona. En la mayoría de los animales, a diferencia de nosotros, la razones son más biológicas. Los animales no están muy preocupados por la infidelidad, por ejemplo. Nosotros, en nuestro modelo biológico, necesitamos tener asegurada la relación con una pareja por lo menos mientras se está criando porque nuestras crías nacen muy inmaduras. Hay que tener un cuidado biparental y, durante ese tiempo, hay que estar juntos, pero pasada esta etapa ya no es necesario. La mayoría de los animales no tienen un sistema de reproducción y de apareamiento monógamo ni la monogamia, en la biología y la evolución, es un sistema muy operativo porque reproducirte siempre con la misma pareja hace que tus hijos tengan variabilidad genética reducida. Las especies que son monógamas lo son porque necesitan colaborar en el cuidado de la descendencia.

Lo que pasa una vez que se ha superado ese periodo, a otros animales no les importa, no están preocupados por la infidelidad, no tienen celos como nosotros. Nosotros tenemos unas expectativas cognitivas y emocionales que hacen que, cuando se dan elementos negativos, nuestros pensamientos y emociones vuelvan a generar la química que hace que tengamos celos, odio, rabia, que no queramos estar próximos a esa persona.

Amamos por química y dejamos de amar por química. A veces esa química está más originada por la biología y otras veces por nuestro entorno social, nuestra cultura y nuestras propias expectativas, nuestros patrones cognitivos, emocionales. Una percepción cognitiva emocional -los pensamientos, la anticipación de las cosas- nos puede generar unas consecuencias biológicas como si hubiera un estímulo con valor biológico.  Un pensamiento puede generar una situación de alarma, de estrés, de química superactivada como la que generaría tener un gran depredador delante.

Es experta en primatología. ¿En qué nos parecemos emocionalmente a los chimpancés?

En algunas emociones muy básicas: la ira, la agresividad, las emociones afiliativas -les gusta estar cerca, tocarse-... A su manera pueden tener celos, pero no son como los que elaboramos nosotros cognitivamente. Nos parecemos en la violencia, los chimpancés son muy violentos. Sin embargo, los humanos nos parecemos más, en la riqueza emocional que tenemos y en cómo la manejamos socialmente, a otros chimpancés que no son los comunes, el que vemos en los circos y en las películas, sino los bonobos. Tienen un cerebro social que se parece más a nuestro comportamiento. Los chimpancés son muy básicos, nos parecemos en ellos en los aspectos más básicos de las emociones, positivas y negativas. Resuelven los conflictos de manera muy violenta, los machos se comportan de manera muy violenta con las hembras, hay agresiones. En eso pueden ser parecidos a algunos humanos. Sin embargo, los bonobos, sin saber muy bien por qué, en tan poco tiempo de evolución han desarrollado un comportamiento, que tendrá su base cerebral, aunque no es todavía muy conocida, que es más parecido al nuestro. Utilizan menos la violencia y mucho más el contacto. El sexo para ellos no solo es promiscuidad, sino que es un elemento de intercambio social, de caricias, de reconciliarse, de fomentar amistades o de afianzarlas. Son más mediadores, resuelven los conflictos menos directamente con la violencia y más con la mediación del tacto, del estar juntos, del sexo, del cooperar. Son como más 'empáticos', que es un tipo de emoción, la capacidad de entender supuestamente mejor a los otros, de negociar cosas. Una capacidad que no tienen tanto los chimpancés como los bonobos. 

¿Existe el amor animal?

El amor como lo entendemos socialmente, cognitivamente, no existe en los animales. Aunque sí que hay razones biológicas que hacen que los animales estén juntos para criar o en algunos primates y mamíferos hay algunas preferencias entre individuos que se conocen desde hace tiempo.

Como en el amor pasional, eligen pareja de una manera selectiva, van buscando los vínculos y las relaciones para cumplir la función de aparearse. El amor romántico está sobrevalorado. En nosotros y en los animales. Cuando vemos que las aves son monógamas, que están siempre con la misma pareja y van al mismo lugar para criar, al final eso no es así. Las aves que se comportan de esta manera, aunque tengan la misma pareja casi toda la vida, lo que están es troqueladas al lugar. Vuelven todos los años los dos miembros de la pareja, macho y hembra, al mismo sitio a criar. Y como los dos tienen que sacar adelante a esas crías, porque viven en ambientes difíciles donde hay que dar calor, salir a buscar comida fuera del nido, pues por eso permanece la pareja junta, pero no porque sea la pareja del amor romántico. 

Algunos primates también hacen parejas casi monógamas, pero incluso cuando están criando y se juntan tienen que hacer mucha conducta para mantenerse unidos. Por ejemplo los jibones, que crían macho y hembra con la familia, cuando están criando están todo el tiempo cantando, emitiendo unas vocalizaciones, unos sonidos muy fuertes que emiten mediante esos sacos que se hinchan mucho. Para estar juntos criando tienen que hacer mucho comportamiento para apaciguarse, eso es el cortejo en los animales: un conjunto de conductas para estar próximos a una pareja y apaciguar, para no marcharse, porque en general un macho y una hembra no se reconocen románticamente, las hembras suelen tener más rechazo hacia los machos, que son más agresivos, a la vez que biológicamente tienen el mandato de estar juntos para poder criar.

El emparejamiento se empieza a hacer ahora por internet. ¿Un algoritmo busca pareja mejor que una persona?

En las redes y aplicaciones para encontrar pareja, aparte de hacer una valoración de lo que comparten y lo que no, lo primero que entra en juego es lo visual, como ocurre en las primeras fases del amor. No deja de ser un escaparate -no quiero decir de la carne- de las personas, donde se sigue mirando y guiándose por lo físico. Luego, al tener relación directa, se supone que entran en juego esos otros aspectos que tienen que ver con la interacción directa, con el atractivo y la elección de pareja. 

Hay webs que directamente analizan genes y moléculas para encontrar almas gemelas. ¿Tiene sentido?

No. No está tan determinado por lo genético, no podemos hacer ese paso tan automático. Hay una empresa en Estados Unidos, en Boston que empareja por el olor; analiza unos alelos de unos pocos genes que tienen que ver con el sistema inmunitario. Genes especializados en la identificación de patógenos de alto riesgo y que parece que también están implicados en la producción de nuestro olor particular. Es la química del amor en estado puro. Van haciendo el perfil genético de las personas y proponen a personas distantes, que tienen mayor diferencia en los genes y en el olor. Como se van a atraer las personas que tengan olores más diferentes, hacen este 'matching'. Solo por el olor es difícil encontrar pareja. Por mucho que la biología explique cosas que tienen que ver con el amor, tampoco lo reduce. También está lo visual, lo cognitivo, lo emocional.

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