educación 

Descubriendo la sexualidad infantil

Los adultos no reaccionan bien ante los juegos sexuales infantiles. Los pequeños no tienen conciencia erótica, pero sí la necesidad de conocer y reconocer su cuerpo a través de la comparación con el de otros niños.

La sexualidad empieza mucho antes de nacer y continúa hasta el final de la vida
La sexualidad empieza mucho antes de nacer y continúa hasta el final de la vida
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Los niños y las niñas tienen respuesta sexual incluso antes de nacer. Sienten la necesidad imperativa de conocer y reconocer su cuerpo a través de la comparación con el de otros niños. Se trata de un juego de imágenes, en el cual el cuerpo del él o de ella sirve de espejo al amiguito o al hermano; se contemplan desnudos y descubren en el otro su propio cuerpo y también se percatan de las similitudes y diferencias. De ahí, que los juegos sexuales infantiles sean tan antiguos como el propio ser humano; puesto que los niños no pueden escapar, en modo alguno, a los mensajes de la sexualidad que se originan en la convivencia diaria con los adultos. Además, es común que en los niños actúen sus fantasías y también sus experiencias.

No tienen conciencia erótica

Estas prácticas resultan indispensables para la construcción de la imagen del cuerpo propio y para la configuración de la imagen de mujer, en el caso de los varones, y del hombre, si son niñas. No tienen conciencia erótica; su respuesta sexual es involuntaria. Se trata de un juego, de una experiencia lúdica destinada a producir placer. Exploran conductas, roles, formas (aprehenden el mundo). Los niños ríen a carcajadas porque se divierten con la imagen de su cuerpo reflejada en el cuerpo del otro; con esas nuevas sensaciones que solo provocan los descubrimientos, sin tener en el desarrollo de su sexualidad el prejuicio de lo prohibido, de lo pecaminoso, de lo malo. La culpa y el pudor no son inherentes a las personas, se aprenden a través de las actitudes de los adultos.

La educación sexual es un proceso constante, que ha de invitar a docentes y padres a la reflexión cotidiana

Sin embargo, por lo general, los adultos no reaccionan bien cuando encuentran a los niños divirtiéndose con sus juegos sexuales. Algunos, incluso ponen el grito en el cielo, se enojan, les regañan y buscan víctimas y culpables. Nada más erróneo que acudir a criterios de los adultos para juzgar una práctica necesaria en la estructuración de la identidad. En efecto, ese juego infantil cambia de sentido, se torna generador de culpas cuando es analizado con los registros de la sexualidad adulta, que ya no mira el juego, sino una práctica sexual inadmisible en los niños, porque se cree que hay abuso de unos sobre otros. Todo esto les lleva a eludir las preguntas de los pequeños, que les avergüenzan y ruborizan –piensan que no es necesario explicar nada–; censuran y reprenden actos ‘incorrectos’; en definitiva, se asustan ante comportamientos que no comprenden.

Mitos que conviene desterrar

De ahí, que sea necesario desterrar algunos mitos sobre la sexualidad infantil, como que es mejor que sepan sobre estos temas cuando sean mayores, ya que, si reciben este tipo de información de pequeños, comienzan su vida sexual más temprano; o que papá debe hablar con el niño de estos temas y mamá con la niña; o que si se masturban se pueden volver enfermos mentales. También los hay que piensan que si se les habla de sexualidad pierden la inocencia; y que si se es muy afectuoso con el niño, este se puede volver homosexual; y, en el caso de las niñas, si son muy cariñosas o reciben información desde pequeñas, se pueden convertir en unas… ‘locas’. Para combatir estos estereotipos, deberíamos recordar que la sexualidad es una dimensión de la vida humana, que consiste en un conjunto de aspectos biológicos, psicológicos y sociales ligados al sexo; y que el sexo es la suma de todas las características biológicas heredadas, que diferencian a hombres y mujeres. En definitiva, la sexualidad empieza mucho antes de nacer y continúa hasta el final de la vida.

Una buena educación sexual

Por eso, una buena educación sexual es tan importante –podemos empezar por enseñarles los nombres de las partes del cuerpo y su función, haciendo hincapié en una higiene adecuada de los órganos sexuales–, ademas de que nos ayudará a prevenir problemas como el abuso sexual, embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual.

Debemos desterrar ciertos mitos sobre la sexualidad infantil

La educación sexual no solo ha de abordarse en los momentos en que los hijos preguntan, es un proceso constante, que invita a docentes y padres a la reflexión cotidiana. Y, cuando preguntan, es mejor responder de manera sencilla y concreta –aunque indaguemos de dónde viene la pregunta–; si necesitan más información, nos la van a pedir. Es importante estar bien informados o facilitarles fuentes de información y no hablar solo de los riesgos que entrañan las relaciones sexuales, sino también de la satisfacción. Respetar su privacidad –incluidos los juegos y la masturbación– y enseñarles el concepto de intimidad y espacio propio, también será beneficioso.

Hablemos de masturbación

Hablemos de actitudes sexuales como la masturbación, el autotocamiento, frotamientos o determinadas caricias que siguen siendo temas tabú. Que un niño o una niña de educación infantil o de primaria se masturbe, se toque o acaricie en el aula y en casa no tiene por qué alarmar ni a padres ni a docentes, desde el punto de vista psicopedagógico. Estas expresiones sexuales pueden aparecer en niños que viven cierto nivel de estrés o ansiedad por diferentes motivos y les sirven como vía de escape a la presión. Sin embargo, es importante saber diferenciar que cuando estas conductas son muy intensas, cargadas de exhibicionismo o voyerismo –curiosidad desmedida por el cuerpo de los otros– y limita otras actividades de juego o socialización, no estamos ante una actividad normal que acompañe al desarrollo del niño, sino que se trata de un síntoma de involución en su personalidad, con un grado de ansiedad importante, que, posiblemente, requiera de orientación psicológica.

Este tipo de actitudes sexuales pueden tener varios orígenes, que van desde infecciones de vías urinarias y genitales, que al producir irritación inducen al niño a frotarse repetitivamente, hasta la sobre estimulación sexual por haber presenciado (ver o escuchar) relaciones íntimas entre adultos; aunque también pueden manifestarse en víctimas de abusos sexuales.

No reprimir ni amenazar

En cualquier caso, conviene no reprimir o amenazar al niño, sino ofrecerle actividades tanto deportivas como de convivencia con otros niños y mejorar la calidad de tiempo que se pasa con ellos. En condiciones normales, estos pequeños ajustes liberan al niño de la necesidad de masturbarse y de otras conductas sexuales. Y, sino mejora su conducta, el pediatra será el encargado de descartar cualquier posible proceso infeccioso. Si aun así se retrae para masturbarse o tocarse, incluso cuando se encuentra en compañía de un grupo de personas; o nos habla explícitamente de sexo, en términos no acostumbrados por su vocabulario, toca volver al pediatra y al sicólogo para que nos oriente, ya que suele ser síntoma de problemas más complejos y puede cumplir múltiples funciones, como descarga de tensiones y conflictos; apaciguar la soledad y el aislamiento; o sustituir otro tipo de gratificaciones, que el niño y adolescente no obtienen.

Conviene no reprimir o amenazar al niño, sino ofrecerle actividades deportivas o de convivencia con otros niños y mejorar la calidad del tiempo que se pasa con ellos

También puede ser el reflejo del temor a crecer, a abrirse a la comunidad adolescente, a los grupos, a la pareja o a la relación heterosexual. O que no ha alcanzado la identidad sexual y, por lo tanto, tampoco ha conseguido desarrollar un adecuado amor a sí mismo. En ocasiones, ese amor a sí mismo se ha podido dar de forma distorsionada, es decir de un modo egocéntrico. Incluso puede ocurrir que, si bien se da la identidad sexual, esta no se ve acompañada de la madurez afectiva y del compromiso consiguiente.

Pautas para docentes y padres

Insistimos en que, cuando un niño se masturba o realiza tocamientos en clase, no se le debe reñir ni reprender delante de sus compañeros. Es mucho más eficaz intentar desviar su atención, por ejemplo, pidiéndole que se levante a hacer algo, que escriba, que dibuje; o se le puede preguntar si quiere ir al aseo. Por supuesto, si lo hace con frecuencia o de manera compulsiva, puede ser preocupante y debemos prestar especial atención y observar desde cuándo se producen estos episodios, con qué frecuencia y si su aparición coincide con algún acontecimiento de la familia o del propio niño o niña. También conviene fijarse en qué lugares suele hacerlo y analizar cómo reaccionan padres y profesores ante estos episodios. Y, por supuesto, cómo se siente el niño o la niña ante la actitud de profesores y padres. Igualmente, podemos indagar sobre otros posibles factores asociados, como el ambiente y las relaciones familiares; el estrés con el que se vive en casa o su propio estrés y ansiedad. Incluso puede ser adecuada una entrevista personal. Aunque no se aborde directamente el tema, sí se puede valorar si presenta ansiedad o preocupación excesiva por algo: estudios, autoestima, situación en casa, conflictos con compañeros o con otros adultos…

Y, a la hora de abordar el asunto en familia, podemos contemplar las siguientes pautas:

• Explicarles el fenómeno de la masturbación y conducta sexual. Sobre todo, aclararles que se trata de algo que suele pasar y que no deben alarmarse.

• Como ya hemos apuntado anteriormente, no se debe reprender ni castigar por ello. Aveces, es mejor ignorar el comportamiento para no reforzarlo.

• Conviene informarles de que es un comportamiento privado e íntimo y que, por lo tanto, no se debe hacer en público.

• Tal vez ha llegado el momento de explicarles que hay partes del cuerpo de los demás que no se tocan y partes propias que los demás no deben tocar. 

Las claves

Primer año de vida: las experiencias sensoriales son básicas para su desarrollo, por eso exploran su cuerpo.

2-3 años: mayor estimulación; reconocen los órganos sexuales y se forma la identidad sexual.

5 años: son más comunes los juegos sexuales e identifican la diferencia. Ya hay rubor y risas.

6-7 años: surgen pensamientos sobre el matrimonio, embarazo, origen de los bebés y los juegos de roles.

8-9 años: se preguntan sobre qué hacen los adultos en la intimidad. Juegan a besos y prendas.

10-11 años: aprenden sobre el mecanismo de las relaciones sexuales. Aparece el gusto por las personas del otro sexo (o del mismo).

Isabel Rech Oliván. Orientadora educativa EOEIP y vocal de la Junta Directiva de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía

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