Tercer Milenio

En colaboración con ITA

11F Día de la Mujer y la Niña en la ciencia

¿Dónde están las mujeres de la escuela de Ramón y Cajal?

Cuando Cajal fundó la moderna neurociencia se supo rodear de discípulos que le ayudaron a completar el puzle de la estructura del sistema nervioso en todas las especies. Entre todos fundamentaron la teoría neuronal. Pero, aparte de ‘preparadoras’ y bibliotecarias, ¿hubo alguna mujer que aportara conocimiento, que contribuyera a sumar alguna de las muchas piezas de ese puzle? Una investigación rescata su labor.

Carmen Serra (hermana de Manuela), José María Villaverde, Santiago Ramón y Cajal, Fernando de Castro y Enriqueta 'Ketty' Lewy.
Carmen Serra (hermana de Manuela), José María Villaverde, Santiago Ramón y Cajal, Fernando de Castro y Enriqueta 'Ketty' Lewy.
Archivo Fernando de Castro

"Cuando, en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), organizamos unas jornadas sobre la escuela de Santiago Ramón y Cajal, distintos ponentes nos hablaron de sus discípulos y nos ilustraron con fotografías de la época. Me sorprendió la ausencia de mujeres en las fotos y que solo se mencionaran hombres. Cuando pregunté por mujeres, ninguno me supo responder mas allá de la presencia de Ketty Lewy como traductora/secretaria", recuerda Elena Giné Domínguez, profesora de Biología Celular de la UCM. Ante su insistencia, Fernando de Castro, investigador del Instituto Cajal, "nos propuso investigar su existencia". Y aparecieron. "¿Por qué nadie se había fijado en ellas?", se pregunta.

El resultado de sus pesquisas se recogió en el artículo ‘Neurocientíficas en la escuela de Cajal’, publicado en julio pasado junto a Carmen Martínez, Cristina Nombela y De Castro en la revista ‘Frontiers in Neuroanatomy’.

Dos en la lista

En 1922, cuando Cajal recibió la medalla Echegaray, otorgada por la Real Academia de Ciencias, le pidieron que elaborara una lista con sus discípulos. De esta forma, nombrando uno a uno a sus integrantes, él mismo definió su escuela. Y allí, entre 27 hombres, aparecen los nombres de dos mujeres: Laura Forster y Manuela Serra.

Otras dos mujeres, María Soledad Ruiz-Capillas y María Luisa Herreros también trabajaron junto a Cajal o bien con otros miembros de la escuela como Gonzalo R. Lafora o Fernando de Castro Rodríguez. La presencia femenina se completaba con ayudantes de laboratorio, ilustradoras –como Conchita del Valle y María García Amador, que trabajaron principalmente con Jorge Francisco Tello– y bibliotecarias.

Juan A. de Carlos, investigador del Instituto Cajal, matiza que "la realidad es que en la escuela de Cajal no hubo ninguna neurocientífica. Las mujeres que había en su laboratorio eran ayudantes, como las hermanas Serra, o médicas que pasaron por allí una corta temporada para aprender alguna técnica". En su opinión, "ninguna fue discípula de Cajal ni destacó como científica y ninguna se dedico después a la neurociencia".

En esta historia, algo llama poderosamente la atención. "¿Cómo es que en las memorias de Enriqueta 'Ketty' Lewy no nombre nunca a estas mujeres? –se pregunta Giné–, siendo que, además, algunas eran de su misma edad o similar y que ella misma aparece en fotos junto a Carmen Serra". En su opinión personal, resulta "sospechoso" que nunca las mencione, "reivindicando que ella era la única". Lewy pudo haber desempeñado un papel importante en esta invisibilidad de las otras mujeres del entorno científico de Cajal, "ya que, para muchos investigadores cajalianos, era la fuente principal de información".

Hoy pueden parecernos pocas, pero "por la época en que vivió, era difícil que Cajal pudiera tener mujeres al lado". "Ni una sola alumna estudió Medicina con él", ni en la Universidad de Zaragoza ni en Madrid, Valencia o Barcelona. Cuando él empezó la carrera, en 1869, "faltaban tres años para que María Elena Maseras Ribera se matriculara", poniendo una pica en Flandes, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, el curso 1872-73. Nada entraba en la normalidad. "No se le permitía entrar sola. Un ujier la acompañaba desde la puerta hasta el aula, y solo podía salir, de nuevo acompañada por el ujier, después de sus compañeros". La presencia de la mujer en las aulas universitarias era algo tan poco previsto que en 1882 se detuvo su incorporación para limitarla. Hasta 1888 no se reguló el acceso de la mujer a la universidad, previa autorización ministerial y solo bajo enseñanza libre, no oficial. El derecho a matricularse en enseñanza oficial se alcanzó en 1910. "En esos 40 años, solo 36 mujeres terminaron Medicina", señala.

Giné considera que "Cajal era producto de su época, nacido en el XIX que, sin embargo, aceptaba a mujeres en su laboratorio", por lo que cree que, cuando se le acusa de machismo, "se toman comentarios suyos fuera de contexto".

Laura Forster. Del laboratorio al frente

La primera investigadora que trabaja en la escuela de Cajal es Laura Forster (1858–1917), médica australiana considerada una heroína en su país. "Tuvo una vida de película", dijo la investigadora Elena Giné en una de las charlas del ciclo ‘Santiago Ramón y Cajal. 150 años en la Universidad de Zaragoza’, que se celebró en el Paraninfo.

Retrato de Laura Forster a los 21 años.
Retrato de la médica e investigadora australiana Laura Forster a los 21 años.

Nacida en Sydney, se traslada en su juventud a Londres y marcha a estudiar Medicina a la Universidad de Berna (Suiza). Tras formarse como médica y como enfermera en Edimburgo, empieza a trabajar en Oxford, donde entra en contacto con el Laboratorio de Fisiología de la universidad. Compaginando su labor asistencial con la investigación, comienza a publicar. Sus líneas de trabajo: las fibras de huso muscular, los ganglios linfáticos en pacientes con tuberculosis y los ovarios de las mujeres con enfermedad mental. Quiere estudiar histología y escribe a Cajal, quien la acepta en su laboratorio, donde trabajaría durante unos meses. En 1911, bajo su dirección, estudia en las aves –y publica– las diferencias y similitudes del proceso de degeneración y regeneración tras un traumatismo de la médula espinal para compararlo con el descrito en mamíferos por Cajal y otros investigadores. La guerra da un vuelco a su vida. Acude como enfermera (no se permite a las mujeres actuar como médicos) al frente de los Balcanes; en la I Guerra Mundial se une a la Cruz Roja británica en Bélgica y a la Cruz Roja rusa. En Rusia puede por fin ejercer como cirujana y en el frente otomano dirige un hospital en plena epidemia de tifus. En 1917 enferma y muere.

Manuela Serra, la joven a quien Cajal quiso pagarle la carrera

Manuela Serra (1901-1988) es la segunda y última mujer mencionada por Cajal en su famosa lista de discípulos. Junto a su hermana Carmen, era una de las asistentes o preparadoras en el Laboratorio de Investigaciones Biológicas de Cajal y, aunque no era médica ni investigadora, en 1921 firma en solitario un artículo en la revista dirigida por Cajal. Describe las fibrillas intracelulares en la neuroglía de la rana. De 1921 a 1925 figura como miembro del laboratorio.

Manuela Serra
Manuela Serra aparece en la lista de integrantes de la escuela de Cajal redactada por él mismo.

Su talento llamó la atención de Cajal, tanto es así, que, un día, "se presentó Don Santiago en la casa de la familia para ofrecer a Guadalupe Sabater, su madre, financiar los estudios de Medicina a Manuela. La consideraba una joven muy prometedora, interesada en la neurociencia y con capacidad para estudiar esta carrera". Pero Manolita, como la llamaban, tiene novio y a los 27 años se casa y, "como se hacía en aquella época, deja de trabajar". Así lo ha relatado su familia a Giné y sus colegas. "Hablamos con sus hijos y sobrinos y obtuvimos datos nuevos". Manuela y Carmen "eran de familia acomodada: su padre, José Serra López, era secretario letrado de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y su madre, Guadalupe Sabater, hija única del segundo matrimonio de un terrateniente de Úbeda". Vivían en la calle del Prado, 26, "por lo que eran vecinos de Cajal. Tuvieron que ponerse a trabajar por la repentina muerte de su padre por un cáncer de estómago muy agresivo". La familia también les trasladó "la imagen que tenían su madre y su tía de Don Santiago como una persona muy educada, siempre cariñoso y atento con ellas".

Julián Sanz-Ibáñez. Gonzalo R. Lafora y Soledad Ruiz-Capillas
Julián Sanz-Ibáñez. Gonzalo R. Lafora y Soledad Ruiz-Capillas
Fernán Pérez

La primera

Ella fue la primera española con una carrera universitaria que trabajó en el entorno de Cajal. María Soledad Ruiz-Capillas (Toledo, 1902-Alicante, 1990) estudia Medicina en la Universidad Central de Madrid (actual Complutense) y se convertirá en la primera mujer en dirigir un balneario, puesto que desempeña en la Fuensanta de Gayangos (Burgos), en 1925, Arechavaleta (País Vasco) y Grávalos (La Rioja). En 1928 da un giro drástico a su carrera y se incorpora al grupo de neuropatología y neurosiquiatría de Gonzalo R. Lafora en el Instituto Cajal, financiada por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE). De 1928 a 1930, estudia la fisiología del diencéfalo y el mesencéfalo en modelos animales, así como las patologías del sueño. Al mismo tiempo, pensando en cómo sustentarse, estudia odontología, profesión a la que acabará dedicándose en Gerona, Mallorca y Alicante.

Nieta científica

María Luisa Herreros es la más joven del grupo, por lo que suele considerarse más una nieta científica de Cajal. Nacida en Torrelavega (Santander) en 1917, pasa por la Residencia de Señoritas y cursa Medicina en la Universidad Central de Madrid , en una trayectoria interrumpida por la Guerra Civil. De 1943 a 1946 se une al Instituto Cajal, donde trabaja con Fernando de Castro, uno de los pocos investigadores del laboratorio que permanecen en Madrid tras la guerra. Estudia la estructura y función de la sinapsis en el ganglio cervical superior. Posteriormente, enfoca su carrera hacia la psiquiatría y el psicoanálisis. Muere en Madrid en 1985.

Las neuroilustradoras

El dibujo a mano de lo que se veía al microscopio era, cuando Cajal sentó las bases de la moderna neurociencia, el complemento perfecto al método de Golgi para estudiar el sistema nervioso. Aunque la microfotografía comenzó a utilizarse en el laboratorio de Cajal en los años veinte, las ilustraciones proporcionaban mayor calidad e información.

"Cajal y algunos de sus discípulos, como su hermano Pedro, Domingo Sánchez, Achúcarro, del Río-Hortega, De Castro y Lorente de Nó, fueron auténticos maestros de la ilustración de sus observaciones", relata Giné. No era el caso de uno de sus principales discípulos: Francisco Tello, que necesitaba la ayuda técnica de ilustradores que, casi en su totalidad, fueron mujeres.

Dibujos originales de Conchita del Valle que ilustran detalles de las terminaciones nerviosas del clítoris.
Dibujos originales de Conchita del Valle que ilustran detalles de las terminaciones nerviosas del clítoris.
Legado Cajal

Los autores de esta investigación sobre las mujeres en la escuela de Cajal han estudiado todas las ilustraciones originales de los trabajos neurohistológicos de Tello, parte de ellas conservadas en el Legado Cajal. Destaca especialmente el fino trabajo, muy atento a los detalles, de Conchita del Valle, que firma 84 de ellas. Otras 71 aparecen firmadas por ‘Mª. G. Amador’ y 141 por ‘ERNA’, unas siglas sin identificar. Un total de 247 dibujos no llevan firma alguna.

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