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Víctor Orera: una ruta de altura por la ciencia y por la vida

La ciencia aragonesa despidió la semana pasada a Víctor Orera, investigador del CSIC que fallecía en Zaragoza el martes 28 de enero. Se entusiasmó por la física gracias a un decisivo profesor de bachillerato y las novelas de Julio Verne dispararon su imaginación. En ciencia, trabajó en el laboratorio y en la gestión, donde llegó a ser vicepresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Confiaba en la Humanidad, como "cerebro colectivo capaz de crear y generar conocimiento".

El investigador Víctor Orera, en una imagen de 2017.
El investigador Víctor Orera, en una imagen de 2017.
Raquel Labodía

Como para salir al monte, madrugó. El martes pasado, 28 de enero, a las 6 de la mañana, fallecía en Zaragoza el investigador Víctor Orera.

Era investigador y montañero. Sentía que un científico es también un explorador y, para él, la ciencia y la montaña que tanto amaba tenían mucho en común. En abril de 2018 tuve la oportunidad de dialogar con él, junto al también físico Carlos Pobes, en una sesión de las Conversaciones en la Aljafería donde trazó ese paralelismo. Ciencia y montaña comparten "el afán de descubrimiento, incluso hoy día en que está todo muy trillado y vas con el gps que te dice dónde tienes que poner el pie, sigue viva esa aventura del descubrimiento: qué hay detrás de esa loma, de esa curva... Porque puedes subir a la misma montaña cien veces y cada día es distinta: depende de la luz, del aire...". Además, añadió, "la ciencia tiene que llevar consigo un compromiso, un ‘commitment’, un sacrificio, un esfuerzo. Y la montaña también: la cumbre cuesta".

A los 65 años había tomado la decisión personal de jubilarse y, desde entonces, como profesor Ad honorem del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), disfrutaba de nuevo de la investigación sin los tediosos papeleos de la gestión, un poco con la gozosa libertad del principio de su carrera.

Ciencia reposada

Hace unos meses, en la última reorganización de espacios entre el personal de su grupo en el Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (ICMA), había vuelto a compartir despacho con su primera doctoranda, Marisa Sanjuán, "como cuando era becaria, hace casi 40 años".

Sanjuán resume su legado en el terreno de la ciencia como "una forma de enfocar el trabajo científico: con total honradez intelectual –al abordar un experimento, en el rigor al interpretar resultados– y con tranquilidad". Explica que "no le gustaba la deriva de la ciencia en España hacia una ciencia rápida, pues prefería la ciencia reposada, meditada, muy discutida".

Humanamente, "era un ejemplo de entusiasmo, de optimismo, con una energía asombrosa". La lista de cargos y tareas de su currículum es consecuencia de "su sentido del deber, ya que su preocupación era no despilfarrar el dinero público, que tenía claro que debía revertir en la sociedad en forma de producción".

Desde su grupo de Procesado y Caracterización de Cerámicas Estructurales y Funcionales , sus líneas de investigación se centraron en las cerámicas eutécticas –en primera línea mundial–, las pilas de combustible de óxido sólido y el procesado láser de cerámicas –tecnología aplicada en la industria local–.

Escuela

Deja una estela de discípulos, a quienes supo transmitir "esa necesidad de investigar con mucha profundidad pero también de llevar esos resultados a la práctica", destaca el investigador José Ignacio Peña. "Tenía una mente abierta, con capacidad de conectar, de ver los aspectos aplicados de la ciencia". Por eso "trabajamos en relación con empresas y generó bastantes patentes, algo no muy habitual en ciencia".

El propio Orera declaraba en una entrevista a HERALDO hace tres años: "El científico, si es honesto, tiene que trabajar en temas que sean de relevancia e importancia para la sociedad, no solo para su propio currículum y prestigio, sino ver e intentar resolver problemas que existen". Últimamente, estaba muy satisfecho de unos sensores para detectar contaminantes en el agua que había desarrollado.

En su intervención en la Aljafería apostó por entrar de lleno en la economía circular. "Hay que diseñar los procesos y los aparatos para que sea todo 100% reciclable y aprovechable, para que no haya que ir más a las minas ni extraer más de la Tierra, que la pobre está agotada. Esa sería la solución y, además, sería negocio, el negocio del reciclaje. Las minas de dentro de 50 años serán los vertederos", aseguró.

Hace poco más de un mes mandó a publicar el último artículo de investigación del que es coautor, junto a sus discípulas Rosabel Merino y Marisa Sanjuán y colegas de la Universidad de Newcastle, sobre una forma original de visualizar la permeación de CO2 en membranas.

Ya jubilado, disfrutaba también de poder colaborar con su mujer, la catedrática de Prehistoria Pilar Utrilla, aplicando sus conocimientos a algo totalmente distinto: el análisis de los pigmentos del arte rupestre. "Siempre he sido inquieto –decía–. El cambio te estimula, a conocer nuevas cosas, a descubrir".

Sanjuán recuerda que Orera se jubiló, "no por estar enfermo, sino para dejar paso a la gente joven". Le preocupaba profundamente el difícil relevo actual.

En esa visión "más allá de lo habitual", Peña destaca también "algo que nos ha costado aprender: que lo que hacemos tiene que llegar a la gente, por lo que nos animaba a colaborar con los medios y contar lo que hacemos".

Personalmente, cuando empecé a coordinar Tercer Milenio, hace algo más de 25 años, Víctor Orera fue la primera persona que, espontáneamente, cogió un día el teléfono y se puso en contacto conmigo porque quería contarme las líneas en que se trabajaba en su instituto por si alguna podía ser de interés para los lectores del suplemento de ciencia de HERALDO. No pudo tener la ciencia mejor embajador.

Una carrera de fondo

Víctor Orera nació en Castellón de la Plana en 1950, de padres maestros y aragoneses, y, desde los 6 años, creció y se formó en Zaragoza. Un muy buen profesor en el bachillerato consiguió ilusionarle y ponerle en el camino de la carrera de Físicas. Dudó si hacer Matemáticas, pero la conexión de la física con la realidad le atrajo más que la abstracción matemática. No en vano su labor investigadora se centró en algo tan tangible como los materiales, concretamente las cerámicas y los óxidos sólidos aplicados, por ejemplo, a las pilas de combustible.

Aunque confesaba que la gestión no le gustó nunca, desempeñó un destacado papel en este ámbito, tan necesitado de buenas cabezas. En el curso 77-78 entró en el primer decanato democrático de la Facultad de Ciencias como vicedecano de Investigación, los aires nuevos de aquellos jovencitos revolucionaron la Facultad de Ciencias. Se animó a asumir responsabilidades porque quería contribuir a la homologación del sistema público español a lo que había visto fuera, en su caso en Reino Unido, donde completó su formación.

Vivió la creación del ICMA, centro mixto del CSIC y la Universidad de Zaragoza del que fue director. Posteriormente llegaría a ser primero coordinador del Área de Materiales del CSIC y después vicepresidente de Organización y Relaciones Institucionales del Consejo, cargo que desempeñó tan solo unos meses porque el cáncer que padecía le impidió continuar.

A lo largo de su carrera fue representante español en la European Science Fundation y consultor científico en el Oak Ridge National Laboratory (Estados Unidos). Orera era Patrono de Honor de la Fundación del Hidrógeno de Aragón, ‘fellow’ de la American Physical Society y numerario de la Real Academia de Ciencias de Zaragoza. En 2017 fue elegido miembro de la European Ceramic Society.

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