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Cómo practicar la escucha activa con tus hijos

Ante asuntos que les resulten importantes, debemos encontrar el tiempo necesario para escucharles, siempre, en un contexto idóneo, sin prisas ni interferencias o interrupciones.

Por lo general, solemos tener poco tiempo para escuchar con calma a nuestros hijos
Por lo general, solemos tener poco tiempo para escuchar con calma a nuestros hijos
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Cuando hablamos de escucha activa, nos estamos refiriendo a escuchar con atención y respecto, permitiendo los tiempos necesarios para que la otra parte se pueda expresar de forma adecuada y partiendo de una actitud inicial de total apertura, sin evidencia de opiniones preconcebidas.

Pero, pongámonos en situación

Cuando empezamos una conversación con nuestros hijos, partimos ya, en ocasiones, de unas opiniones preconcebidas; de hecho, tenemos claro lo que vamos a responder e, incluso, llegamos a hacerlo sin darles tiempo a que se expliquen íntegramente. Podría tener cabida este tipo de respuestas en determinadas circunstancias, en las que realmente no hay un acto comunicativo, sino una insistencia o petición reiterada en un tema trivial y recurrente, que no tiene sentido que permitamos. Sin embargo, ante asuntos que les resulten importantes, debemos encontrar el tiempo necesario para escucharles en un contexto idóneo, sin prisas ni interferencias o interrupciones, y con los actores que consideremos oportunos. Es más, incluso en el caso de las peticiones insistentes, deberemos encontrar la posibilidad de abordar una conversación, que les explique que ese ‘no’ es el camino adecuado para conseguir sus objetivos, reconduciendo, precisamente, su capacidad comunicativa. Es cierto que solemos tener poco tiempo para escuchar con calma, justo, en ese preciso instante, pero no puede generarse una sucesión excesiva de momentos inadecuados.

Algunas pautas de conducta

Partamos del hecho de no aplazar sine die esas conversaciones importantes. Si, ahora, no es posible, deberemos concretar con precisión cuándo tendrá lugar. Además del entorno y contexto adecuados, tendremos presentes sus emociones. Sin descalificarlas, trataremos de canalizar las negativas, pero sin evitar que las sienta, pues escapa a su control el hacerlo o no. Por supuesto, no realizaremos actividad alguna mientras se estén expresando y nos podemos apoyar en el lenguaje no verbal para decirle que entendemos su situación. También es importante no acaparar la conversación con experiencias propias de cuando teníamos su edad, pues no suelen lograr el efecto deseado, sobre todo, si son demasiado extensas.

Al terminar, no se trata de mostrar total acuerdo, sino de evidenciar que les hemos entendido, para lo que podemos responder con un breve resumen, una vez que hayan terminado de explicarse; convencerles de que entendemos cómo se sienten y aceptar su estado anímico.

Programa Escuela Activa de Fundación Piquer

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