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Esas normas y principios innegociables con tus hijos

Es importante que las personas seamos capaces de asumir unos conceptos generales que puedan regir normas o actuaciones más concretas; sucede en cualquier sociedad y se traslada a sus unidades de menor dimensión como es la familia. Hay que establecer esos valores o principios, que no van a ser negociables.

Podemos poner esas normas por escrito de una manera más o menos atractiva.
Podemos poner esas normas por escrito de una manera más o menos atractiva.
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Todos deberíamos tener la capacidad y disposición para aceptar unos principios que sirven de marco en la toma de decisiones, comportamientos y conductas recomendadas en un entorno de convivencia o en una consecución de objetivos.

Pongámonos en situación

Es importante que las personas seamos capaces de asumir unos conceptos generales que puedan regir normas o actuaciones más concretas; sucede en cualquier sociedad y se traslada a sus unidades de menor dimensión, como es la familia.

Si no se cumple esta premisa, se pierde el enfoque hacia determinados principios que, en realidad, resultan prácticamente inquebrantables, y se termina por tomar decisiones desde el exclusivo beneficio personal y, en ocasiones, ni siquiera eso, únicamente enfocado hacia la ventaja a corto plazo.

Unos valores para cada familia

Los valores, pese a compartir un contenido bastante común, pueden variar en una u otra familia (honestidad, respeto, ayuda colaborativa…), porque las personas responsables priorizan lo que les parece más importante para la convivencia y el desarrollo personal. No obstante, lo que no se puede ver modificado es la necesidad de acatar esos principio fundamentales, los que queramos, pero aceptados por esa comunidad (más grande o pequeña).

De esta manera, sentaremos un protocolo de actuación que será extensible a cualquier organización social y que fijará unos patrones de conducta con una visión no individualista y un respeto colectivo.

Algunas pautas de conducta

Lo primero que debemos hacer es establecer esos valores o principios que no van a ser negociables, bajo ningún concepto. Su determinación debe partir de la explicación y cierto consenso entre todos los miembros de la familia; y, a esta tarea, le dedicaremos el tiempo necesario; después, habrá que repetirlos con frecuencia para que sean asimilados e, incluso, podemos ponerlos por escrito de una manera más o menos atractiva –en un vinilo en la cocina, en una cerámica con dibujos o en la puerta de determinados cuartos…–. Buscaremos que nuestros hijos e hijas tomen las decisiones desde su absoluto respecto, evitando aquellas condicionadas por el atractivo del objetivo a corto plazo. Conviene acostumbrarlos a visualizar el posible escenario derivado de su actuación, conducirlos hacia el análisis de las consecuencias a partir de posibles actuaciones, y percibir así si nos encontraríamos fuera de las premisas que hemos marcado como fundamentales en nuestra familia.

Aceptar las consecuencias

Utilizaremos un comportamiento ético como referente o guía para los demás y ejemplificaremos lo que hemos hecho, supeditados a esos valores, incluso en contra a veces de nuestros propios intereses. Ayudará también analizar los riesgos de su incumplimiento en la toma de decisiones y, en caso de asumirlos, hacerles ver que tendremos que aceptar las consecuencias, por lo que conviene minimizarlos.

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