Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

Buenos propósitos de comienzo de año: el mañana que nunca llega

No somos tan culpables de no cumplir con nuestras renovadas intenciones de cambiar. Muchas cosas se ponen en nuestra contra; por ejemplo, el hecho de ser animales de costumbres.

Apuntarnos de nuevo al gimnasio, un clásico de los propósitos de comienzo de año.
Apuntarnos de nuevo al gimnasio, un clásico de los propósitos de comienzo de año.
Pxfuel

"A partir de mañana...". Ese es el arranque de frase más repetido a principios de año. Ya sea para proponernos dejar de comer turrones y mazapanes, despedirnos para siempre de los cigarrillos, hincar los codos, acostarnos más temprano, apuntarnos de una vez por todas al gimnasio o salir a trotar. Con una pega, y es que, por lo general, ese ‘mañana’ parece no llegar nunca.

Lo que pasa es que se juntan el hambre con las ganas de comer. O más bien la poca fuerza de voluntad y la procrastinación. Que, dicho sea de paso, son cosas muy diferentes.

En el cerebro, la batuta de nuestra fuerza de voluntad la llevan las neuronas de una zona conocida como corteza prefrontal. Lejos de vivir ociosa, esta región practica el pluriempleo: planifica los quehaceres diarios, opera cuando hacemos cálculos mentales, retiene datos de la memoria a corto plazo, maneja las situaciones de estrés, planifica, mantiene la concentración y la atención, gestiona las relaciones sociales e incluso resuelve problemas abstractos. No es de extrañar, por tanto, que, como demostró hace unos años Baba Shiv, de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), si se le pide a una persona que recuerde un número de 2 cifras y a otra que memorice 7 dígitos, cuando a continuación se les da a elegir entre un pastel de chocolate o una pieza de fruta, a la segunda le cueste mucho más resistirse al dulce.

Aunque no hay que irse tan lejos. Dar un simple paseo por una ciudad abarrotada de gente en hora punta también reduce significativamente nuestra capacidad de autocontrol debido a la gran cantidad de estímulos que alcanzan nuestro cerebro. Lo mismo que una fiesta concurrida. Incluso dormir poco boicotea cualquier intento de cambiar hábitos nocivos por otros más beneficiosos. Barullo, ajetreo, calles abarrotadas, noches en vela... ¿Le suena de algo? ¿Quizás al escenario típico del cambio de año? Normal, por tanto, que no haya peor día para hacerse buenos propósitos que el 1 de enero.

Otra cosa que juega en nuestra contra es que somos animales de costumbres. La vida cotidiana es posible porque realizamos tareas rutinarias de manera rápida y eficiente. Lo malo es que cuando queremos romper con la rutina, el cerebro no nos lo pone fácil. Entre otras cosas porque los hábitos disponen de un arma química poderosa: los endocannabinoides, unas sustancias naturales con efectos parecidos a la marihuana que reducen al mínimo la actividad de la corteza prefrontal. Un disparo de estas drogas naturales y, ¡zas!, los hábitos se imponen. Hábitos 1- Buenas intenciones 0.

Procrastinar

Lo de la procrastinación es harina de otro costal. Tiene que ver con posponer tareas o decisiones prioritarias a favor de otras aparentemente menos importante. ¿Por qué? Esa es la pregunta que tiene en ascuas a los neurocientíficos. Por lo pronto, han descubierto que el cerebro de los procrastinadores tiene sus singularidades. Para empezar porque la amígdala es más grande en individuos con poca capacidad de control de sus actos, según un estudio realizado hace poco por investigadores alemanes de la Universidad Ruhr. No solo eso. Escáner en mano, los investigadores comprobaron también que la corteza cingulada anterior (ACC, por sus siglas en inglés) es menos pronunciada en quienes tienden a postergar.

Tiene sentido. La principal función de la amígdala es valorar las situaciones y avisarnos de las consecuencias negativas de ciertas acciones. Y la ACC aplica esa información para seleccionar cuál es la próxima acción de que debemos llevar a cabo. Esto es, para establecer prioridades. Si hay fallos en la conexión entre ambas, controlar lo que hacemos se hace cuesta arriba. Y podría explicar que algunos tengan más predisposición que otros a repetir en bucle el "mañana lo hago".

El momento adecuado

Si los cambios se te resisten, quizás es porque no eliges el momento adecuado. Una estrategia ganadora consiste en aprovechar grandes cambios vitales para dar un vuelco a los hábitos. Por ejemplo, una mudanza o el nacimiento de un hijo. Estudios científicos recientes revelan que tras cambiar de vivienda resulta un 25% más fácil que los buenos propósitos lleguen a buen puerto. Y lo mismo ocurre cuando cambiamos de trabajo o somos padres por primera vez. Se debe a que el comportamiento se vuelve más moldeable en un nuevo contexto que en el entorno de siempre, lo que en la jerga científica se conoce como ‘efecto discontinuidad’.

En cifras

La mayoría de las personas renuncia a sus buenos propósitos de comienzo de año:
  • Según un estudio realizado en la Universidad de Scranton, Pensilvania, el 92% de las personas que se proponen metas en año nuevo fracasa.
  • Otro informe elaborado en la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido) da una cifra un poco más optimista: el 12% de los entrevistados había cumplido sus propósitos al finalizar el año.
  • Una encuesta elaborada en la Universidad de Stanford, en California, revela que el 40% de los propósitos se abandona ya en las primeras semanas.

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