cumbre del clima

"¿Y Greta?" Historia de diez horas de esquinazo en un tren

A la joven activista sueca solo se le ha podido ver dos minutos en un trayecto total de 10 horas en el tren en el que viajaba esta madrugada de Lisboa a Madrid.   

Dos minutos en un trayecto total de 10 horas. Es el tiempo que ha sido vista Greta Thunberg en el Lusitania, el tren en el que ha viajado esta madrugada de Lisboa a Madrid y donde ha logrado dar esquinazo a la prensa internacional, obligada a consolarse en el vagón cafetería.

"¿Y Greta? ¿Se habrá dormido ya?", fue una de las últimas preguntas, casi duda reina de la noche, antes de que se diluyera gran parte del grupo de periodistas que se había hecho fuerte en el vagón cafetería tras la infructuosa salida de Lisboa.

Para entonces el reloj pasaba de la 1 de la madrugada, el camarero había cerrado el bar, y un grupo de reporteros gráficos abría una segunda botella de vino tinto.

La conversación discurría ya por derroteros personales, agotados los análisis de una cobertura que no había salido como se deseaba. Quizás sí como se esperaba en el fondo.

Y es que la travesía nocturna de este tren que atraviesa la Península Ibérica estaba llena de incógnitas dado el hermetismo impuesto por el equipo de la activista sueca desde su llegada a Lisboa el martes tras 21 de travesía marítima por el Atlántico, momento en el que, según avisaron, su agenda terminaba.

Tal era el secretismo que no estaba confirmado ni siquiera que fuera a subirse al Lusitania, un tren que comenzó su servicio en 1995 y que tiene 17 paradas hasta arribar a Madrid, pero la circunstancia de que fuese la ultima opción de Greta para llegar a tiempo a la manifestación por el clima de este viernes en Madrid lo convirtió en apuesta segura.

No podía irse en otro transporte, dedujo la prensa, que agotó los billetes disponibles para el viaje de esta madrugada, colmado de expectación para buena parte de la treintena de reporteros, cámaras de televisión y fotógrafos de varios países presentes frente a las puertas de tren en la estación lisboeta de Santa Apolonia para captar la entrada de Greta.

No pudo ser. Thunberg titubeó al ver la nube de periodistas y cambió de puerta de entrada en el ultimo segundo; así lo muestra un periodista desde su móvil en el vagón cafetería.

No es la única prueba que se expone en el flujo de puntos de vista que se desarrolla en esta zona.

"Se llegó a meter en la cocina", cuenta otro de los reporteros sobre la adolescente, que en su intento por resguardarse acabó por error en la pequeña cocina al final de la barra de la cafetería.

La escena fue descubierta por los agentes de policía que impidieron la entrada al vagón cafetería hasta que ella hubo salido hacia su compartimento; llegaron a custodiar el pasillo del vagón de las literas, donde viaja la muchacha sueca, impidiendo el paso hasta que el tren comenzó su marcha para abandonar Lisboa.

Fue entonces cuando la barra se llenó de cervezas, bocadillos y hasta tapas de queso. Ambiente de bar de Madrid sobre unos taburetes ajados. Voces altas y risas. Bromas. Resignación al final.

"A ver qué escribo yo ahora", comenta un periodista, mientras a su lado una reportera bosteza; dice que siente que desde que Greta llegó a Lisboa anteayer han pasado muchos días.

Algunos no se rinden. Empiezan a grabar entradillas por turnos (todos parecen querer la barra como fondo de sus intervenciones) y otros agudizan la vista hacia el exterior conforme las paradas anuncian que el Lusitania se adentra en un Portugal cada vez más rural.

En Coimbra B, a las 23.33, pasa algo. Varios agentes del Servicio de Extranjeros y Fronteras portugués suben, placa bien visible, al tren.

"¿Donde esta ella?", preguntan, y tras una respuesta ininteligible del personal del tren, se encaminan hacia el vagón de Greta.

Pero es pura rutina, como se demuestra cuando los agentes piden la documentación a los pasajeros ante la cercanía de la frontera con España. Sigue sin haber nada que contar. Más risas.

El único cambio se produce a las 4 de la madrugada, cuando llega la parada de veinte minutos en Vilar Formoso. Se engancha aquí la locomotora diesel que tirará del tren 210 kilómetros a partir de la entrada en territorio español.

"Al final contamina", se bromea, claro, en el vagón cafetería. Muchos se han ido ya a dormir; los afortunados a las literas, el resto, a los rígidos asientos deseando ver cuanto antes Madrid.  

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